*Políticas Públicas Costosas e Ineficientes
*Sin Respuesta a las Demandas Sociales
*Descuido en formas Políticas de Conducción
Por Ezequiel Gaytán
La gobernabilidad puede definirse como un conjunto de condiciones políticas, jurídicas, económicas, sociales y administrativas favorables para la interacción funcional entre el gobierno y la sociedad en un ámbito democrático. Por lo cual reconoce la Teoría del Conflicto Social y, en consecuencia, opera procedimientos incluyentes, genera estabilidad, procura la paz social y aspira a alcanzar la confianza de la ciudadanía en el gobierno.
Es un esfuerzo permanente que se construye cotidianamente, como un plebiscito, entre el gobierno y la sociedad, pues además requiere dejar de lado la burocratización gubernamental, C, las políticas públicas costosas e ineficientes y coadyuvar con el crecimiento económico. Lo cual implica la modernización o, aún mejor, una reforma administrativa que facilite las respuestas a las demandas y necesidades sociales, así como capacidad de respuesta gubernamental en materia de transparencia y rendición de cuentas.
La gobernabilidad es, entonces, un impulso social correspondido por el gobierno que facilita la constitución e integración de asociaciones civiles, pues la participación social es condición sine qua non de la democracia que respeta las voces disidentes, la defensa de la libertad de expresión, abre fuentes opcionales de información y se sustenta en las instituciones del Estado.
Existen, al menos, tres tipos de crisis de gobernabilidad. La primera ocurre cuando se registra una sobrecarga de las demandas y necesidades y el gobierno se ve desbordado en su capacidad de respuesta en calidad, cantidad y oportunidad. Desesperado puede tomar decisiones erróneas tales como concentración de atribuciones extraordinarias en el titular del Poder Ejecutivo y el descuido de las formas políticas de conducción de una nación. La segunda sucede cuando las presiones inflacionarias y la baja productividad afectan el crecimiento económico. Es cuando los gobiernos, en nombre de los más necesitados y marginados, responde acrecentando crisis económicas, de servicios y, en plena incertidumbre, las burocracias hacen de la Administración pública un botín. La tercera es la perdida de consensos, de confianza y la toma de decisiones precipitadas marginando a actores fundamentales en la armonía institucional. La alta burocracia aplica medidas draconianas de austeridad, exagera en sus sistemas de control fiscales que acaban por asfixiar la funcionalidad de la gestión pública y deja de lado su papel de conciliador político de los intereses y toma partido por el populismo. Dichas crisis pueden originarse por separado o venir en conjunto.
Claro que la teoría es en gran medida un convencionalismo y que la realidad supera toda imaginación teórica y académica. De ahí que lo arriba escrito podría ser ignorado de no ser porque las respuestas gubernamentales que se observan empiezan a mostrar, aunque tal vez se me diga exagerado, crisis de gobernabilidad. Ya que vemos ciertos destellos de crisis de gabinete, de transparencia, de convocatoria a la unidad nacional y de centralización de poder; por ejemplo, que nuestro presidente diga que él supervisará las elecciones del próximo año, lo cual no le corresponde. Otra muestra notoria la detectamos al observar las molestias en el gobierno ante la prensa critica o el alejamiento mostrado entre los tabasqueños con el presidente.
No es una crisis grave y aun es remediable sin grandes esfuerzos y costos. Empero no veo deseos, ni ganas, ni voluntad política de que la alta jerarquía gubernamental enmiende la situación. Tal vez quien analiza defectuosamente el diagnóstico del país soy yo y en el Palacio Nacional tienen datos que nadie más posee y protegen en confidencialidad, lo cual por cierto es otra manifestación de una crisis de gobernabilidad. El hecho es que las crisis sanitaria y económica siguen creando estragos y los eufemismos de nuestros gobernantes a fin de argumentar que no estamos tan mal son expresados con arrogancia y nos tratan como párvulos. Lo cual es otro síntoma de la crisis de gobernabilidad.
Desde tiempos remotos los gobernantes saben que al pueblo pan y circo. Tal es el caso del griego Alcibíades (450-404 AC) político y militar quien un día le cortó la cola a su perro y sus amigos se lo reprocharon y él les replicó “que hablen del rabo de mi perro, así no hablarán de asuntos importantes que me interesa que pasen desapercibidos”. Pero así no se superan las crisis de gobernabilidad, por el contrario, las ahondan. Evitar una crisis política no tiene receta única e infalible. Sin embargo, la historia nos ha repetido que siempre es fácil saber cuándo empiezan los conflictos, pero quien los padece no sabe cuándo y cómo se habrán de solucionar. Aún estamos a tiempo de sortearla.