*Cuando no se Entiende la Figura Política Mexica
*La Importancia del Ejercicio del Poder y sus Símbolos
*Josip Broz “Tito” y el Trabajo Artesanal que le dio López Mateos
*El Bate de Beisbol Adornado con Chaquira Huichol
Por Ezequiel Gaytán
Moctezuma Xocoyotzin (1466-1520) fue el Tlatoani Azteca de 1502 a 1520. Pocas referencias hacemos de su calidad de jefe del Estado Mexica, pues olvidamos que, aunque no se concebía con esa cualidad la figura política del emperador azteca, para fines prácticos, gobernaba sobre una población en un territorio determinado y entendía que su labor era fortalecer la supremacía de su pueblo y tener contentos a sus dioses. En otras palabras, perseguía lo que ahora llamamos el bien común como la responsabilidad de un estadista.
El emperador azteca se había formado en la escuela de nobles o Calmécac, por lo que entendía muy bien la importancia del ejercicio del poder y sus símbolos, sobre todo en una sociedad imperial y politeísta. Dichos símbolos eran múltiples y con diversas interpretaciones místicas.
No obstante, sabemos que dos de ellas eran el báculo y el icpalli real o trono. Hasta donde alcanza nuestro conocimiento, los adornos o penachos en la cabeza eran estéticos, pero no eran sinónimo de corona y poder como en Europa.
La idea de la corona como fuerza de poder la encontramos en Egipto cuando se fusionaron los reinos del alto y del bajo Nilo. Posteriormente en Grecia y Roma las coronas eran de ramas del árbol de olivo y trascendió, hasta nuestros días, la corona de espinas que algunos soldados romanos pusieron en las sienes del hombre de Galilea.
Luego, con la edad media la corona de oro y piedras preciosas se volvió el símbolo por excelencia del reino y su soberano.
Cuando Hernán Cortés le pidió a Moctezuma que se convirtiera al catolicismo, el emperador azteca rechazó la idea y a cambio le dio unos regalos a fin de que el conquistador se los hiciera llegar a Carlos V, pues los españoles hablaban con reverencia acerca de su rey. Lo cual posiblemente en la mente de Moctezuma significaba que ya había entendido que Cortés sólo era un guerrero, pero no su igual y por lo mismo los regalos fueron de lo que ahora decimos de jefe de Estado a jefe de Estado.
La costumbre de intercambiar regalos entre jefes de Estado es antiquísima y perdura hasta nuestros días. Recuerdo que cuando estuve en Belgrado, aún gobernaba Yugoslavia Josip Broz “Tito” y visité un museo con los regalos que los jefes de Estado le hicieron. Ahí estaba un magnífico trabajo artesanal de plata mexicana que Adolfo López Mateos le regaló. Es claro que el presidente de aquella república balcánica entendió que esos presentes no eran personales y que debían estar en un museo público. Lo cual, por cierto, no acontece en nuestro país.
Moctezuma no regaló ni su báculo ni su icpalli porque es el equivalente, hoy en día, a la banda presidencial. Léase, los símbolos del poder del Estado Azteca. Él regaló el penacho porque es estéticamente hermoso, tenía muchos y no se vinculaban con la idea del poder del Tlatoani. Esa idea de recuperar el penacho es una clara confusión de los símbolos del poder occidentales traídos por los españoles y que algunos presidentes en México, en su confusión y desconocimiento de la historia prehispánica, incluido el actual, han esgrimido a fin de enardecer un mal concebido patriotismo.
En la reciente visita que el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo a Donald Trump le regaló un bate de beisbol adornado con chaquira huichol. No imagino, dentro de 500 años, al presidente de México reclamando al gobierno norteamericano el bate. Por lo que aprecio en las fotografías de esa visita a Washington DC el utensilio deportivo es un trabajo excelso y estéticamente bello, pero no es un símbolo de poder, en todo caso no más allá del duelo entre el lanzador y el bateador.
Probablemente cuando se publique este articulo la cortina de humo del penacho de Moctezuma ya se habrá olvidado. Pero lo que me sorprende es que un gobierno que dice estar convencido de reivindicar a los pueblos autóctonos tenga menosprecio por la investidura de ese emperador azteca y desconozca la existencia del Estado Mexica.
La reivindicación de nuestro pasado precolombino es plausible, pero sabemos poco de las civilizaciones mesoamericanas, pues no desarrollaron la escritura, el fanatismo religioso destruyó muchos de sus códices y trecientos años de colonia convirtieron a esta nación en monoteísta. De ahí que cuando la gente me habla de rescatar usos y costumbres indígenas lo veo muy difícil, pues el sincretismo y la mezcla de culturas son tan profundas que me doy cuenta de que la mexicanidad es, ante todo, el México mestizo, el México de hoy.