El secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, alertó este lunes de un agravamiento de la vulnerabilidad de los migrantes en todo el mundo a causa de la pandemia e insistió en la necesidad de mantener las políticas de integración, necesarias para una recuperación sólida.
Gurría, que presentó junto a la comisaria europea de Asuntos Interiores, Ylva Johansson, el informe anual de migraciones de la OCDE, mostró su preocupación porque las restricciones a la entrada de inmigrantes y la mayor presión de salida en los países de origen por la crisis «van a generar más tensiones a largo plazo».
«Si no hay una buena integración, eso generará problemas», añadió después de haber advertido de que con el parón de los flujos migratorios a causa de la covid-19 y sus consecuencias, los avances de los últimos años en materia de migración y de inserción de esas comunidades inmigrantes «se han reducido a nada».
En su informe, la OCDE constata que las concesiones de visados o permisos de residencia por los países de la organización se han hundido un 46 % en el primer semestre, la mayor caída de las entradas de inmigrantes de la serie histórica.
La caída ha sido particularmente pronunciada en países como Chile, Grecia, Japón, Corea del Sur y Estados Unidos, que han impuesto las restricciones más estrictas y/o más largas.
Estados Unidos, que históricamente es el primer receptor de inmigrantes en términos absolutos, redujo progresivamente y suspendió desde primavera la entrada de extranjeros desde muchos países. En junio su presidente, Donald Trump, prolongó la suspensión de ciertos visados hasta finales de 2020.
En Chile, la reducción del 72 % de permisos en la primera mitad del año responde a las restricciones a la entrada de venezolanos desde finales de 2019, así como a la suspensión de las entrevistas presenciales para tratar nuevas demandas de residencia.
El movimiento ha sido globalmente menos marcado en los países europeos de la organización, con un retroceso del 35 % en el primer trimestre y del 59 % en el segundo.
Los autores del informe se refieren a España como uno de los países en los que no se ha suspendido la tramitación de las demandas de visado, aunque haya limitaciones prácticas para su concesión, y que ha jerarquizado y simplificado los procedimientos para los trabajadores agrícolas y del sector de la sanidad.
Por lo que respecta a los demandantes de asilo, las primeras estimaciones apuntan a que en Europa en los seis primeros meses del año disminuyeron un 33 % (un 66 % en el segundo trimestre).
Johansson suscribió el argumento de Gurría de que «la inmigración es una inversión de largo plazo» y un fenómeno que ha existido siempre y que va a continuar, tras defender su propuesta de pacto europeo de migración y explicar que en este terreno «la UE debe ser un ejemplo» a nivel mundial.
Antes de que se hiciera sentir esa crisis, los flujos de migrantes se habían mantenido en 2019 al mismo nivel que en 2018, con 5,3 millones de entradas en los países de la OCDE, excluidos los casos excepcionales de Colombia (por la llegada de venezolanos) y de Turquía (por los sirios).
Bajaron el pasado año los inmigrantes a los dos primeros países receptores de la organización, que son Estados Unidos (-6 % a 1.031.000) y Alemania (-3 % a 612.100), mientras que España se colocó en tercera posición con un incremento del 19 % a 408.500, con lo que superó al Reino Unido (+1 % a 345.700).
España no había registrado cifras de ese orden desde 2008 y eso se debió, sobre todo, a los títulos de refugiado que se concedieron, con un 66,2 % de respuestas positivas de los 58.000 expedientes examinados.
El pasado año se duplicaron con creces las demandas de asilo en España, hasta unas 115.000, en su mayoría de venezolanos (40.000), colombianos (29.000) y hondureños (6.700).
En los países de la OCDE para los que hay datos, en 2019 retrocedieron un 25 % las entradas de inmigrantes por razones humanitarias, sobre todo a causa de Estados Unidos, pero también de Reino Unido, Suecia y Austria.
Las demandas se quedaron en torno a 1,2 millones, lejos de los más de 1,6 millones del pico de 2016.