La Peligrosa Polarización

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

El nada espontáneo y muy hondamente deseado exabrupto de Francisco Martín Moreno en torno a que debían colgar o ajusticiar a todos los miembros de Morena (desde el Presidente hasta el bolero de oficina) es muy denotativo de los tiempos actuales resultantes, y hay que repetirlo, resultantes, de una sociedad como la mexicana que ya perdió el sentido de los límites, de lo correcto e incorrecto, de lo bueno y de lo malo, de lo cívico y la barbarie. Un ejemplo, hace poco el caricaturista “Rape” del periódico Milenio recibió amenazas de muerte porque sus caricaturas critican los excesos de los críticos del gobierno, como las de Calderón hacen lo propio respecto a las acciones de la 4T. Son iguales en su trabajo como moneros. Vale la pena agregar que dichos comportamientos salvajes se dan en otros países como España, Chile o Francia donde el mundo contemporáneo se caracteriza por un egoísmo mayúsculo y por una total falta de empatía por el que piensa o cree diferente a mis puntos de vista. Es un signo de los tiempos actuales y en ello ya han estado trabajando sociólogos y políticos en diversas latitudes planetarias. Pero volvamos a la república mexicana.

Hace un poco más de 170 años el gobierno conservador de Santa Anna (porque así lo llamó el ministro e ideólogo Lucas Alamán) durante dos años llevó a cabo un gobierno de excesos represivos y gastos superfluos. Vino la revuelta de Ayutla, cayó aquella administración y en poco más de dos años (octubre de 1855 a diciembre de 1857) los gobiernos de Juan Álvarez e Ignacio Comonfort llevaron adelante una reforma liberal que en el sentir de los conservadores se excedió en sus afanes reformadores atacando al clero católico, a sus propiedades y demás medidas. El resultado de la confrontación entre liberales y conservadores fue una guerra civil que se prolongó por una década (1857-1867) produjo decenas de miles de muertos, ahondó la crisis financiera y económica del estado mexicano, generó que Francia invadiera al país por cinco años. El triunfo del liberalismo y su serie de reformas fueron la base del progreso experimentado por el porfiriato, el cual no llegó a todos los mexicanos; por otro lado, los principios liberales definieron al México moderno, de la propiedad privada, incluyente y hasta hace poco tiempo MUY TOLERANTE. El régimen de las postrevolución, especialmente entre 1940 y 1982 maniobró y cooptó a los elementos disímiles -políticamente hablando- de la sociedad mexicana; a los radicales de derecha e izquierda los marginó y ello provocó una paz social que fue la envidia de los países latinoamericanos. TOLERANCIA y no permitir los extremismos, ni las visiones absolutistas de radicales y reaccionarios le permitió a México disfrutar del único periodo de estabilidad y progreso que ha disfrutado la república. Ello se desnaturalizó y se ha ido descomponiendo desde la llegada del integrismo y “los talibanes del libre comercio”, así como de la visión igualmente intolerante acerca de que todo estuvo mal, todo es corrupción, todo lo vamos a modificar. Ambas posturas y ambos personajes públicos que las dirigieron y las representan se parecen mucho: la única verdad es la mía.

Se ha repetido hasta la saciedad que el presidente López Obrador provoca y divide a la población. Sí, pero tales alocuciones responden al mismo tono que las críticas vertidas en su contra, en la esfera de lo familiar y contrarias a las acciones que va llevando a cabo su gobierno. ¿Quién genera más polarización, el gabinete presidencial o los eslóganes del movimiento FRENA? Si López fuera dictador comunista las carpas en el zócalo ya no existirían y las marchas serían reprimidas absolutamente con agua y gases: véanse las acciones represivas en Bielorrusia, Rusia, Venezuela y Chile. A los opositores como en tiempos del santannismo se les enviaría a un exilio interno, o como durante el porfiriato irían a parar a Valle Nacional o al exilio en los Estados Unidos. Afortunadamente en México todavía no hemos llegado a tales niveles, pero como historiador me preocupa que sí lleguemos a un estadio donde el disenso pueda pagarse con la vida o el maltrato ciudadano.

Los genuinos demócratas debemos seguir luchando por muchos temas que no se han cumplido, a pesar de la transición partidista que comenzó con las elecciones del 2000. La república adolece de gobiernos, desde el federal hasta los muy rapaces municipales donde no hay rendición de cuentas. Un ejemplo actual, véase en la glorieta del Altillo, alcaldía de Coyoacán, una obra innecesaria que le cuesta al pueblo millones de pesos pero que está beneficiando a algún compadre. La pandemia producto del Covid-19 ha sacado a la luz muchos faltantes, corruptelas que afectaron a millones de mexicanos en su salud, en el desarrollo educativo, en suS relaciones laborales. Asimismo, los genuinos liberales queremos una economía que modernice al país, que las ganancias del capital mexicano/internacional beneficien a la población y se cree una extensa clase media. Pero no cualquiera, sino aquella que lo mismo exige derechos que comprende la necesidad de apegarse a deberes y obligaciones, porque sin ellas no hay convivencia social. Lo anterior, y de ello da cuenta la historia, debe darse en un clima de concordia, de tolerancia, de paz social. En el México del 2020 unos y otros van en sentido contrario, y ello ya es muy peligroso.

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