La Pérdida de Legitimidad por Inobservancia de las Normas

Los Dados de Dios

*En Picada la Confianza en los Partidos y Legisladores

*Los “Humores Públicos” Hacia la Política son Negativos

*El Ciudadano se Siente Poco, mal o Nada Representado

*El Remate: hay Pandemia mal Tratada, Galopante y Asesina

Por Nidia Marín

En la democracia, es cierto, los procesos electorales han jugado un papel fundamental en la legitimación de los gobiernos surgidos de comicios libres. Las elecciones, es verdad, resultan la fuente de legitimidad del poder, a partir del hecho de que la investidura emana de la voluntad popular.

Pero hoy ha quedado demostrado que no basta acceder al poder, ni haberlo adquirido observando ciertas reglas y principios, porque la no observancia de las normas posteriormente constituye, para quien detenta el poder, “una de las razones principales de la pérdida de legitimidad”.

Aseguran los politólogos y expertos en Derecho “que tampoco la legalidad, el puro apego a una norma establecida, es de por sí un título suficiente de legitimación del poder político”. En el México de hoy lo estamos constatando.

Sí, porque en lo que va del siglo XXI, pero fundamentalmente desde 2013, conforme a la Encuesta Nacional sobre Calidad de la Ciudadanía, la confianza en los partidos políticos y los diputados se ubicaba por debajo de 20%. Prevalecía pues entre los mexicanos una marcada desconfianza en relación con ciertas instituciones de la democracia representativa.

Hoy estamos peor, la actual forma de ejercer el gobierno desde la cúpula palaciega, sin respeto para los opositores, las instituciones, los medios de comunicación y un largo etcétera, se ha traducido en un incremento de la desconfianza ciudadana en los partidos y legisladores.

Y esto ocurre cuando ya iniciamos el proceso electoral del 2021 considerado el más importante en la historia moderna de México, puesto que se renovará la Cámara de Diputados; 15 gubernaturas; 30 congresos locales; mil 900 ayuntamientos y juntas municipales.

Además, porque está prevista la participación de 94 millones 800 mil ciudadanos inscritos en el Padrón Electoral, por lo cual deberán instalarse 161 mil casillas y contratar a más de 50,000 capacitadores electorales y supervisores.

No es todo porque, además, en los estados se renovarán tanto gubernaturas, como congresos locales, ayuntamientos y juntas municipales.

El asunto adquiere relevancia porque hoy como en otros tiempos del ayer los denominados “humores públicos” en general hacia la política son negativos.

Y como dijera René Torres Ruíz, en Redalyc, en años pasados:

“Existe en el ambiente ciudadano la idea de que los representantes y las instancias de intermediación entre el Estado y la sociedad, los intermediarios de la acción política, no están haciendo bien su trabajo, que es el de retomar y representar los intereses de las personas, las agendas ciudadanas, las demandas de los distintos sectores sociales. Hay, efectivamente, una crisis de la representación”.

Ni como rechazar el argumento, porque es verdad que “…mayoritariamente los ciudadanos se sienten en los tiempos actuales poco, mal o nada representados por aquellos personajes que acceden a los puestos de elección popular. Si bien es cierto que los candidatos prometen durante sus campañas cambiar las condiciones de vida de la población, una vez que ganan el voto popular y gobiernan, se olvidan de ello. No cumplen lo prometido y, de ese modo, van minando la confianza ciudadana en la efectividad de las instituciones y procedimientos electorales. El ciudadano se pregunta –con razón– si realmente tiene algún sentido votar por alguien que finalmente no representará ni velará por sus intereses”.

Nada más claro que todo lo que hoy ocurre no sólo en el ámbito legislativo, sino gubernamental, porque una verdad de a kilo es que la crisis de hoy “… responde, al mismo tiempo, a los magros resultados que los políticos entregan a los gobernados, a la clausura de los espacios para que éstos participen y se involucren en los procesos donde se toman las decisiones. La distancia entre la clase política y la sociedad es cada vez mayor”.

Y no se puede decir que se miente cuando el señalamiento es que “… la crisis de los partidos políticos es evidente y se extiende con celeridad. Éstos han perdido en los últimos años su capacidad de ser mediadores entre la sociedad y el Estado, de incidir de manera relevante en las decisiones gubernamentales a favor de los ciudadanos. Sus ofertas programáticas son endebles, cuando no inexistentes. Los partidos debieran contar con la capacidad de realizar diagnósticos, establecer objetivos y prioridades, y proponer medios para lograrlos. Esto es, debieran ser capaces de generar programas y políticas públicas sólidas, claras, confiables, efectivas; para resolver las problemáticas sociales, para atraer a los votantes, para generar lazos de identidad con ellos.”

Pero no es así y hay elección en puerta, con pandemia mal tratada por las autoridades y por ello galopante y asesina.

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