Por Arturo Lino Guzmán
La Ciudad de México, recibió en 2019 más de 14 millones de turistas nacionales de los cuales dos millones fueron extranjeros y es, después de Cancún con 23 millones, el que capta más visitantes internacionales en todo el país, pero gracias a la oferta cultural, de patrimonio histórico y gastronomía, la capital de la República es el principal destino sin playa, más atractivo y de mayor interés para el turismo en general.
El corazón de México tiene en su acervo cultural cuatro de los 35 Patrimonios de la Humanidad por parte de la UNESCO (el Centro Histórico, Xochimilco, Ciudad Universitaria y Casa-taller de Luis Barragán), además de contar con más de 185 museos de toda clase, inmuebles históricos y una gran variedad de sitios de interés que los turistas tienen además la oportunidad de disfrutar como Chapultepec, Coyoacán, el Desierto de los Leones y las colonias Condesa, Roma y Polanco.
La CDMX es el epicentro económico y político de México, donde se concentran la mayor parte de las manifestaciones culturales de todos los mexicanos las cuales se observan en sus colonias y barrios tradicionales, que aún a pesar del crecimiento desmedido de la ciudad, conservan su esencia y esa multi diversidad social es lo que la hace intensa, dinámica y polifacética. Lo que sucede en la Ciudad de México, repercute invariablemente en todo el territorio nacional.
¿Y a qué viene todo esto? Pues a que, pese a sus atractivos, la llamada Ciudad de los Palacios, es una metrópoli asediada y prácticamente secuestrada por vándalos destructivos y altamente peligrosos que se hacen llamar anarquistas los cuales en cada oportunidad se escudan cobardemente y aprovechan las diversas manifestaciones, marchas o concentraciones, especialmente las de protesta, para cometer tropelías, daños, saqueos y robos.
Por estas razones y para proteger los sitios históricos del Centro Histórico se han tomado medidas, que si bien son aceptables, podrían ser motivo de críticas a las autoridades, ya que es muy lamentable y a la vez triste que sitios emblemáticos y de interés para los visitantes se encuentran bardeados, cercados o escondidos detrás de grandes mamparas de metal, ¡usted dele el nombre que quiera!, pero la realidad es que nuestros motivos de orgullo, no pueden ser admirados por quienes nos visitan y poder llevarse una foto de recuerdo o una imagen inolvidable en su memoria de su estancia en la ciudad.
Hemos subrayado en diferentes ocasiones que el sector turístico es uno de los más sensibles a los eventos políticos, sociales, naturales, de salud y hasta económicos, porque los turistas lo primero que buscan es seguridad para su persona, familia o amigos con quienes realiza viajes, quiere estar a salvo físicamente y evita estar donde se registren acontecimientos terroristas, golpes de estado, protestas violentas; a la vez no viaja a lugares que han sufrido terremotos, grandes inundaciones y de amenaza de huracanes u otros de índole diversa.
Pero tampoco ya no se viaja a destinos con emergencias sanitarias por brotes de enfermedades o epidémicos, como sucede en la actualidad con la pandemia del Covid-19 ocasionado por el Coronavirus; a lugares insalubres con malas condiciones de higiene, con escasos centros hospitalarios. También los aspectos económicos son importantes porque los países con problemas en sus finanzas, de devaluaciones etc., pueden condicionar repentinamente aumentos en los precios de las tarifas de transporte u hospedaje.
Por qué afirmamos que las medidas adoptadas por las autoridades del gobierno de la Ciudad de México, pueden ser sujetas a críticas, pues por la simple razón de que no atacan el problema a fondo del vandalismo de esos anarquistas por un argumento tan pueril de que no quieren caer en la tentación de ser un gobierno represivo.
Lo que habrá que decirle, recordarles o subrayarles, según lo prefiera usted, al gobierno federal y al de Claudia Sheinbaum, es que una cosa es la represión y otra muy distinta la aplicación de la ley. Hay una diferencia enorme en el respeto al derecho a las manifestaciones y otro el permitir actos vandálicos, sin sentido, sin razón, atropellos a la gente y robos a comercios de parte de grupos creados ex profeso y pagados por personajes, quizás con intereses políticos específicos o incluso de los propios funcionarios o personal de la presente administración, para propiciar caos, desorden, pero sobre todo MIEDO, sí miedo a la población, intimidar o amedrentar a la gente, con acciones violentas.
Son jóvenes, hombres y mujeres, perfectamente entrenados para esos fines, embozados o encapuchados, vestidos con ropas negras, botines tipo militar, son grupos de choque paramilitares, son como los halcones fomentados por los gobiernos priistas, dispuestos a lastimar a aquellos que se atrevan a enfrentárseles. Están organizados de tal manera que usan en el cuello paliacates o pañoletas de colores –verdes, violeta, amarillos o rojos- según sea su asignación en las columnas de las marchas. Unos van a la vanguardia, otros en la parte media de las columnas y los últimos son los de protección.
Sí, son halcones de este régimen o habría alguna explicación de por qué los toleran.
Está documentado cómo se les dan las instrucciones u órdenes, actúan en pequeñas células, de entre cuatro y cinco integrantes, en caso de enfrentamientos. En sus mochilas cargan mazos, martillos, barretas, bombas molotov, aerosoles que pueden ocasionar incendios y eso lo saben las autoridades porque, al parecer, se les transporta en camiones y vehículos oficiales (o al menos eso dan a entender) pero el peligro es que están dejando crecer a esos grupos que se pueden convertir en el Frankenstein del mismo gobierno, como lo dijimos hace unos meses en este espacio.
Prueba de ello es lo sucedido recientemente en el Metro Chabacano donde anarquistas hicieron destrozos en el equipo y mobiliario de esa estación del Sistema de Transporte Colectivo, pero a pesar de que ocasionaron cuantiosos daños y destrozos al mobiliario, no hubo denuncia, ni queja por parte de las autoridades.
Todo hace suponer que quién se quiera manifestar en contra o a favor de alguna medida gubernamental sólo podrá contratar o invitar a esos grupos para que hagan destrozos y así su protesta sea escuchada. Tales anarquistas pueden convertirse en verdaderos grupos de choque, si no se les controla desde ahora.
Es triste ver el Palacio de Bellas Artes, el Hemiciclo a Juárez, el edificio del Banco de México, iglesias y otros inmuebles de valor histórico del centro de la ciudad cercados y resguardados para evitar daños, pero también pintarrajeados. Esa es la imagen que proyectamos al mundo.
La protesta es válida, debe ser tolerada, pero el vandalismo debe ser castigado conforme a la ley.