Por Verónica V. González y Arnoldo Piñón
«No quiero nada de sindicatos, ¡eh…! »
En lo que pareció una advertencia clara, en realidad es el reflejo de la política laboral imperante en el país, en la que por un lado el discurso oficial pondera la supuesta democratización de los sindicatos, que se logrará a través de la reforma a la Ley Federal del Trabajo en vigor desde el 1 de mayo de 2019, y por otro implementa mecanismos para disminuir derechos a los trabajadores.
Parece una ironía.
A principios del siglo, Raúl Campilla parecía erigirse en prototipo del nuevo sindicalismo: al frente de un puñado de controladores aéreos -apenas poco más de 500- logró que el Estado les reconociera un sindicato gremial, con lo que rompieron un monopolio de más de medio siglo en la burocracia.
Lograron además acabar con la prohibición de la reelección entre los sindicatos del sector público, amparados en un convenio firmado y ratificado por el gobierno mexicano con la OIT desde 1948.
El sindicalismo del sector público parecía encaminarse a a una oleada que lo renovara en ideas y formas de defender los derechos laborales nuevos.
El Sindicato Nacional de Controladores de Tránsito Aéreo (SINACTA) amplió la gestión sindical a seis años, y más tarde mediante juicios jurídicos obligaron a la Secretaría de Comunicaciones a firmarles condiciones generales de trabajo especiales.
Detrás de esos éxitos jurídicos, estuvo el abogado Alejandro Velázquez Méndez .
La figura de Campilla era respetada y su voz escuchada.
La promesa pronto empezó a diluirse: la influencia de Mauro Sánchez Méndez, un intrascendente exdirigente sindical en la otrora Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, empezó a manipular las decisiones del gremio de los controladores aéreos.
Primero convenció a Campilla que se alejara de Joel Ayala Almeida y la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), para que se sumara a la orden de Elba Esther Gordillo de crear una nueva federación burocrática.
Unos meses más tarde, los controladores aéreos abandonaron la Federación Democrática de Sindicatos de Servidores Públicos. En 2006 fue reelecto para una gestión de seis años más al frente del SINACTA.
Ensoberbecido por la fortaleza del liderazgo que creía detentar, en 2012 comunicó su decisión de retirarse de la secretaría general del sindicato de controladores aéreos. Esperaba, seguramente, le suplicaran que no los abandonaran.
Para su sorpresa, los controladores aéreos le tomaron la palabra y fue electo Ángel Iturbe como su sucesor, un dirigente que destacó por la prudencia y la moderación en su actuación.
Los controladores ingresaron formalmente a la FSTSE.
Iturbe concluyó su gestión sin optar por la reelección. En 2018 fue electo secretario general del SINACTA José Alfredo Covarrubias Aguilar. A Campilla se le mantuvo la comisión sindical con goce de sueldo.
En el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, fue designado director general del organismo desconcentrado Servicios a la Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (SENEAM, Víctor Manuel Hernández Sandoval, compadre de grado de Campilla, a quien hizo coordinador regional de Servicios de Tránsito Aéreo.
Junto con Campilla se incorporaron otros dos ex dirigentes sindicales como personal de confianza del SENEAM. Y propuso a Sánchez Méndez para que se hiciera cargo del área jurídicamente -pensionado por el ISSSTE, gracias a que durante años Ayala Almeida lo mantuvo comisionado con goce de sueldo-.
Los cuatro, junto con el director general emprendieron una política para acabar con el SINACTA: durante el segundo semestre del año pasado cesaron al secretario general y al de organización, con argumentos baladíes, mientras promovieron, entre otros, a los hijos del director general y de su compadre Campilla.
Actos de corrupción permanecen hasta ahora sin ser investigados.
A Hernández Sandoval meses atrás el sindicato de controladores aéreos se habría negado a pagarle una cantidad importante que supuestamente pedía por un estudio de la OACI.
Sánchez Méndez esperaba momentos de venganza, luego que durante la gestión sindical de Iturbe le fue cancelada la compensación económica que durante varios años le mantuvo Campilla, quien a su vez al parecer anidó odios y rencores contra sus ex compañeros porque no le suplicaron, en 2012, que permaneciera como su dirigente sindical.
El caso es que en los primeros días de septiembre el SENEAM contrató 50 controladores aéreos. En la bienvenida que se les dio -cambiaron el lugar para que el representante del SINACTA, Luis Martínez Mesino no estuviera-, Campilla, hizo uso de la palabra.
“No quiero nada de sindicatos ¡eh! Vienen a trabajar, y hagan las cosas que tienen que hacer. Si hacen su trabajo bien, no necesitan sindicato”.
Anunció que en enero serán contratados otros 110 controladores. Sólo que esos ingresos se hacen sin tomar en cuenta lo previsto por el reglamento del comité mixto de escalafón de los controladores aéreos, lo que representa adicionalmente una violación a las condiciones generales de trabajo.
Con esas actitudes, Campilla muestra que no puede controlar su resentimiento contra sus ex compañeros del SINACTA. Para dar lástima.
PARA LA AGENDA
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