Por Jesús Michel Narváez
Probablemente Paco Ignacio Taibo haya escrito un centenar de libros. Confieso mi ignorancia sobre sus contenidos porque nunca he leído uno solo.
Conozco parte de su trayectoria porque tampoco me ha llamado la atención saber qué hace y a qué se dedicaba antes de hacer pedazos el Fondo de Cultura Económica, cargo al que llegó mediante la modificación de la ley que, por supuesto, ordenó su jefe y amigo, el presidente de la República.
Supongo que forma o encabeza alguna de las llamadas capillas de intelectuales en las que se reúnen los sabios de las letras y el análisis profundo de la cosa pública.
No cuestiono sus conocimientos o su sabiduría. Sin embargo, sí su soberbia.
¿Quién cree que es para pedir a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín que guarden silencio y mejor se vayan del país?
Si alguien se lo ordenó debió decir no.
Si la petición salió de su ronco pecho, peor.
Hasta antes del triunfo del candidato de Morena y sus aliados, en México vivíamos en libertad. Plena. Cierto: algunos periodistas servían al Sistema como ahora lo hacen los “galardonados” que acuden a las conferencias matutinas. No se puede generalizar el comportamiento de los comunicadores.
Ahora estamos amenazados con ser expulsados del país a petición de un funcionario menor, muy menor y un escritor del mismo talante.
Si para ser respetado como periodista, comentarista, analista o articulista se requiere echar las campanas al vuelo cada que el presidente de la República cometa desaciertos, creo que entramos en un resbaloso y peligroso escenario que tiene una consigna: acallar las voces críticas.
Está resurgiendo el odio hacia hasta hace unos años llamado “Cuarto Poder”. En 1976 vino el quiebre cuando presuntamente Luis Echeverría ordenó la salida de Julio Scherer de la dirección periodística de la cooperativa Excélsior. Sin intentar la comparación, también en su mandato cambio de dueño la entonces Cadena García Valseca. Un año después, José López Portillo acuñó la inolvidable frase “no te pago para que me pegues” refiriéndose a Proceso. Hoy el presidente de la República osa llamar “pasquín” a Reforma y amarillista a El Universal, por el prurito de sentirse agredido a través de las informaciones que publican. Concedamos sin aceptar que el Jefe del Ejecutivo federal tiene el aval de 30 millones de votantes. Y quizá disfrute cuestionar los contenidos periodísticos porque él jamás ejerció el periodismo no obstante haber estudiado durante largos 14 años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Pero que sus empleados, y al mismo tiempo empleados del pueblo –caben las dos acepciones: el bueno y sabio y el neoliberal proporfirista– se arroguen el derecho de exigir silencio y abandonar el país a dos reconocidos intelectuales, atenta contra la libertad de expresión que, de acuerdo con sus expresiones, defiende a plenitud el habitante de Palacio Nacional.
Seguramente porque Taibo II es un intelectual inorgánico. Solo que sea por eso.
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