*El Enfermizo Persecutor de la Prensa que no lo Adula
*El Conflicto Entre lo Correcto y lo que hay en este Momento
*Los Asesinatos Sólo de Periodistas Tradicionales
*Los Youtubers, Influencers, Pero no Periodistas
*Ellos no Han Logrado el Derrumbe de Algún Imperio
Por Rafael Navarro Barrón
Veo el desprecio de las nuevas generaciones de comunicadores -muchos de ellos seudo informadores, envalentonado por la fuerza de las cámaras activadas en las redes sociales- que enjuician a la vieja guardia del periodismo.
Desde malhechos programas televisivos en donde abundan las malas palabras, la escasez de cultura general, además de un exiguo lenguaje, estos especímenes de la ingeniería se abrazan de la libertad de expresión y de artesanales formas de comunicar las noticias que benefician a los grupos políticos a los que han entregado algo más que el corazón.
La generación antes y después de los 80’s, somos producto de escuelas de periodismo, de universidades y de carreras vinculadas con el humanismo, la filosofía y la teología. Los improvisados caen en el capítulo muy bien definido por don Carlos Loret de Mola, “no pregunte qué estudiaron los periodistas, en esta redacción todos son periodistas…el más tontejo es ingeniero”.
Las nuevas generaciones nos denigran con adjetivos que ni siquiera entienden ni saben de dónde proceden. Nos llaman “prensa chayotera”, “reporteros corruptos”, “vendidos”, “pasquineros”, “prensa fifí”, “fantoches”, conservadores, servidores de los conservadores, “sabelotodo”, “hampa del periodismo”; siguen el patrón del discurso implantado a muchos mexicanos por el presidente de la República que se ha convertido en un enfermizo persecutor de la prensa que no lo adula.
La franja generacional que se ha abierto en el país sirve para establecer el ‘quién es quién’ en las prácticas de comunicación. No se trata de un duelo o de una confrontación estéril, sino de la imperiosa necesidad de regresar a lo que mejor le conviene al país. Me remito al conflicto entre lo correcto y lo que prevalece en este momento.
Hasta este día, ninguno de los mal habidos comunicadores que inundan las redes sociales han derrumbado imperios políticos, económicos y delincuenciales; ninguno ha logrado la caída de un funcionario público ni han provocado una investigación profunda que cimbre la estructura de poder en México.
Hasta hoy, el narco-crimen mexicano, asesina a puros periodistas tradicionales, los de libreta y pluma. Los seudo comunicadores se desgañitan día y noche creyendo que hondean la verdad de la justicia mexicana, pero sin exponer sus entrañas con denuncias que molesten a la mafia.
El ser “chayotero”, expresión más ínfima en la escala de degradación periodística en México, es una acepción que no alcanza a ser entendida en el entorno social.
Digámoslo de esta manera, no encontraremos en el mundo de la comunicación periodistas, comunicadores, informadores, que sean insobornables. Todos tenemos un precio. El problema es que socialmente tazamos la corrupción en relación con una cantidad de dinero o con un acuerdo material y esa es solo una parte de la corrupción.
Andrés Manuel López Obrador no miente cuando asegura que “no es corrupto”. El presidente no recibe dinero para su causa propia, pero la inversión está concentrada en un “movimiento” social que, ante sus ojos no se concibe como corrupción, sino como inversión hacia una lucha social.
Los líderes de esa lucha social (el propio AMLO y quienes encabezan el movimiento) requieren de recursos económicos para lograr los objetivos sociales (un salario, viáticos, insumos, apoyos domésticos…). Entonces, hay que subsidiar esa causa y es como se da en el entorno moral de quien ideó esa lucha, el llamado lavado de dinero. Es la misma raíz que mueve las corruptas revoluciones de Cuba y Venezuela.
Chayote no es sinónimo de corrupción. Chayote es un acuerdo social, una forma de negociar un silencio o una forma de acuerdo en un trato posterior.
Hay periodistas muy corruptos en México que nunca han recibido un solo centavo, de los llamados “malhabidos”, pero son corruptos porque basan su vida en principios de perversión social; han entregado su pluma y conciencia a intereses contrarios a los de una nación; hacen acuerdos políticos que ocultan con su falsa honestidad a cambio de escalar en escenarios de publicidad y puestos públicos.
Frente a todo ese escenario de pillaje y de falsa moral, aparecen, como hongos, los seudo informadores de las redes sociales. Su preparación es tan escasa que no tienen la capacidad de escribir una cuartilla a doble espacio; carecen de técnica informativa; están llenos de complejos y sus entrevistas están hechas para satisfacer a un público exactamente idéntico a su alcance intelectual.
No sé si llamarlos youtuber, influencer o darles el título de comunicadores. Así como llegaron, un día apagarán los micrófonos y emigrarán a otras latitudes, a otras actividades, porque habrán entendido que son todo, menos periodistas.