*La Rectoría del Estado que Prevaleció en México
*En su Momento, la Drástica Reducción del Gasto Público
*La Cesión de Espacios en la Prestación de Servicios Públicos
*Nuevo Modelo: Tampoco Resolvió la Justicia Social
*Asfixiante: Derechos Humanos en Nombre del Estado
Por Ezequiel Gaytán
La doctrina filosófica del liberalismo viene de los pensadores de la ilustración francesa del siglo XVIII y del inglés John Locke (1632-1704. Es un concepto que ha evolucionado y es imposible decir que el liberalismo de Benito Juárez es el mismo que el de Porfirio Díaz y que éste es igual al de los revolucionarios de 1917 y mucho menos al que emprendió nuestro país a partir de 1982. En sus orígenes, prácticamente durante el siglo XIX se le consideró una teoría de libertad racional mediante la tolerancia en las relaciones humanas y la libre circulación de las mercancías a través del emprendimiento, la innovación comercial y al amparo de la Revolución Industrial. De ahí que, en el ámbito de lo político fue promotor del Estado de Derecho mediante la división de poderes sin que uno someta a otro, las libertades civiles sin supremacías raciales, políticas o eclesiásticas, la democracia representativa y libertades políticas tales como la libertad de imprenta y de manifestación. En el ámbito económico se basó en el principio de la propiedad privada y la idea del estado gendarme de “dejar hacer, dejar pasar”, es decir la no intervención del Estado en la economía.
El liberalismo decimonónico se desarrolló básicamente en Europa y Estados Unidos. Por su parte, México y el gobierno de Porfirio Díaz, se sumaron a dicho modelo, con lo cual el progreso fue innegable, pero las sociedades empezaron a generar mucha riqueza concentrada en unas cuantas manos y creció la pobreza. De ahí que se forjaran serias críticas al liberalismo capitalista y, en el siglo XX, las ideas de justicia social, entre las que destacaron socialistas y comunistas, empezaron a ganar adeptos. También de ahí que a principios del siglo pasado estallaran dos movimientos sociales significativos, la revolución Bolchevique y la Revolución Mexicana. La primera rompió con el capitalismo, mientras que la nuestra propuso continuar con el liberalismo, pero con una marcada separación entre el liberalismo político y el económico. En otras palabras, nuestra propuesta fue un modelo de desarrollo con altos tintes de intervencionismo del Estado en la economía y proclive al desarrollo mediante las garantías sociales e individuales. Para los gobiernos revolucionarios la fórmula no era “libertad económica es igual a libertad política y libertad política es igual a libertad económica”, sino la rectoría económica del Estado, a fin de evitar monopolios, le especulación, el acaparamiento de las mercancías y promover la idea del crecimiento hacia adentro.
Los gobiernos revolucionarios mantuvieron su idea de liberalismo y rectoría del Estado hasta que el modelo se agotó y en 1982 e iniciamos un giro que contrajo la participación del Estado en la economía, promovió la privatización, el libre mercado y fue sensible a permitir mayores escenarios políticos mediante la democracia representativa y participativa, con lo cual México dejó de ser gobernado por un partido hegemónico. A dicho modelo se le llamó Nuevo Liberalismo o neoliberalismo.
El nuevo modelo propuso una drástica reducción del gasto público, a ceder espacios en la prestación de servicios públicos como las comunicaciones y transportes, surgió la figura de las asociaciones público-privadas y México abrió sus fronteras a las mercancías mediante tratados de libre comercio. El problema con dicho modelo es que tampoco resolvió el tema de la justicia social y los extremos de riqueza y de miseria fueron patentes. Aún más, el modelo ensanchó, ya sin importar el partido político gobernante en los ámbitos federal, estatales o municipales, la siempre existente corrupción.
El incremento de la pobreza, la falta de oportunidades, el crecimiento promedio del dos por ciento de la economía durante el siglo XXI y la corrupción desbocada fueron algunos de los motivos por los cuales la sociedad se hartó del modelo neoliberal y escuchó la propuesta del partido Morena, quien propuso regresar al liberalismo de los gobiernos revolucionarios de 1929 a 1982. De ahí su crítica al neoliberalismo y su propuesta de retorno al liberalismo político y a la subordinación de la economía.
Sin embargo, el mundo cambió. Hoy vivimos la globalización de las finanzas públicas, el advenimiento de las redes sociales, la irrupción de la República Popular de China en el escenario militar y comercial que poco a poco desplaza a los Estados Unidos, una pandemia sanitaria que en muchos sentidos ha paralizado a la economía mundial y somos casi ocho mil millones de habitantes en un planeta contaminado que está acabando con el agua dulce y muchas especies.
El liberalismo está en crisis, pero no lo veo moribundo. El socialismo demostró no ser la solución, a menos que se quiera implantar el modelo chino monopartidista y asfixiante de los Derechos Humanos en nombre del Estado. Lo que el mundo está debatiendo es cómo acceder a un modelo de desarrollo con justicia social, sostenible, sustentable y que vea para adelante. Los debates son inteligentes y propositivos, pero lo que no veo viable, ni posible es regresar al pasado.