Y Nosotros los Pobres Marinos…

Por Nidia Marín

Resulta difícil aceptar el ostracismo y el no existo en un gobierno en el cual sólo los chicharrones de un hombre truenan. La amenaza (en caso de que sea verdad) estaba latente y simplemente se cumplió. Javier Jiménez Espriú como titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, dijo adiós. ¿O no? ¿El presidente tiene otros datos?

¿Cuáles serían las razones? No fueron, como se llegó a especular, porque estuviera enfermo, sino por no estar de acuerdo con la presunta militarización de las aduanas en los puertos mexicanos, dada a conocer por el presidente. Y sólo hay que recordar: una ola nunca viene sola.

Aunque sí, donde manda capitán no gobierna marinero. Vienen nuevas decisiones, más allá de la reforma de 2016, aprobada en noviembre de aquel tiempo, por 62 votos de los senadores lo que se tradujo en las modificaciones que hoy se están aplicando: en las Capitanías de Puerto.

Cuando los integrantes de la Cámara Alta dieron el visto bueno, ya se conocía que el Consejo Marítimo Portuario de México había valorado como positivo que las funciones de las Capitanías de Puerto fueran transferidas a la Secretaría de Marina-Armada de México, siempre y cuando quienes las asumieran supieran diferenciar la parte comercial y operativa de los puertos, de los temas de seguridad, comentaría entonces el presidente del organismo, Fernando Ramos Casas.

También confió en que los Capitanes de Puerto de la Marina no interferirían con el negocio portuario, toda vez que son personas con conocimientos del sector marítimo desde su formación.

En el Senado hicieron notar que el objetivo central de tal reforma (enviada por Enrique Peña Nieto, en marzo de 2016 y votada favorablemente el 30 de noviembre del mismo año), era una reorganización de lo que se conoce como la autoridad marítima nacional, una redistribución, reorganización de las facultades, funciones que tienen dos dependencias del Ejecutivo Federal, por un lado, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes; y por otro lado, la Secretaría de Marina,

Evidentemente la clave de todo ello fue la de reforzar la seguridad en los puertos y en las costas de nuestro país. Aseguraron que el corazón de tal reforma “es transferir la operación de las Capitanías de Puerto de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes a la Secretaría de Marina, estas 110 Capitanías de Puerto que tenemos en nuestro país estarían bajo el resguardo, bajo el trabajo, la supervisión, inspección, verificación y sanción de la Secretaría de Marina, pero todo el tema económico, todo el tema comercial, todo el tema de marina mercante, va a continuar bajo la administración, bajo la coordinación de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes”, dijo entonces el presidente del Senado Pablo Escudero.

Por cierto, en el Senado se advirtió entonces que la aprobación no implicaba algún presupuesto adicional, ni que algún trabajador pierda su empleo o sus derechos laborales y demás prestaciones, tampoco afecta al comercio. Y así fue.

Antes de 1976 las facultades en los puertos las tenía la Secretaría de Marina y desde hace cuatro años les regresó la seguridad marítima, la protección marítima y portuaria, la operación de las Capitanías de Puerto, la inspección a los buques extranjeros, el registro nacional de embarcaciones y también el registro nacional de gente de mar y matriculación, el control del tráfico marítimo, el señalamiento marítimo y el resguardo marítimo federal.

Sin embargo, sin que se conozca decreto de por medio (a lo mejor lo hay) hace unos días el presidente anunció la militarización de las aduanas en puertos marítimos y en tierra, vía la Marina y el Ejército, respectivamente.

Hoy que la Secretaría de Marina está cumpliendo 80 años de haber sido creada en el mandato de Manuel Ávila Camacho, con Heriberto Jara como su primer titular, le dan nuevas facultades a la dependencia que encabeza José Rafael Ojeda Durán.

En aquella ocasión de 1916 al oponerse a la reforma la entonces senadora Layda Sansores, (hoy alcaldesa de Morena en Álvaro Obregón) señaló, refiriéndose a Peña Nieto:

“La militarización del país es consecuencia de tener un Presidente débil e inútil, que se atemoriza cuando lo sacan de su Palacio y como si no tiene montado un set televisivo o un teleprompter a la vista, no sabe qué hacer. Está muerto de miedo y por eso vive arrodillado ante los militares prestos acatar sus órdenes a las que viene aquí este Senado a apoyar y avalar”.

Lo que es la vida… pareciera que sus palabras de entonces, aplican perfectamente en el 2020. Sí, hoy tienen vigencia y también receptor.

Y como dice el estribillo de la canción “Mi Bella Lola”:

“Y nosotros los pobres marinos/ hemos hecho un barquito de vela/ p’a vivir en el fondo del mar que ya no / se puede vivir en la tierra”.

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