Las Relaciones México-Estados Unidos

*Con Eufemismos, Pero Siguen Siendo Tensas

* Recíproca Animadversión Entre Trump y AMLO

*Los Discursos en el Jardín de las Rosas: Mascarada Perfecta

*Reunión Planchada y sin Salir de Márgenes Preestablecidos

*Fue la Simulación Diplomacia y Triunfo del Poder Suave

Por Ezequiel Gaytán

Desde la primera entrevista entre los entonces presidentes Porfirio Díaz y William Taft en El paso, Texas y Ciudad Juárez, Chihuahua en 1909, con el propósito de fortalecer los lazos de cooperación, ayuda mutua, entendimiento y cooperación, las entrevistas entre ambos países han sido al amparo del mismo argumento.  Con el tiempo, la diplomacia ha enriquecido los eufemismos, tales como estrechar los lazos de amistad y de beneficiarse mutuamente en el ámbito económico, pero siguen siendo relaciones tensas.

Sabemos que se trata de relaciones desiguales por las diferencias económicas, científicas, tecnológicas y militares, además ambas partes tenemos claro que, salvo contadas excepciones, son reuniones en donde la atmósfera de desconfianza y recelo impera en el ambiente. No es para menos, los mexicanos conocemos acerca de las ambiciones expansionistas territoriales y comerciales de nuestros vecinos del norte, así como de su falta de escrúpulos en la implementación de sus intereses y ellos lo tienen muy claro.

La agenda bilateral internacional acota ciertos temas que son exclusivos de las soberanías, por eso a la parte norteamericana nunca le pareció que México insistiera en tratar el asunto de los migrantes, pues ellos sostienen que es una cuestión de su política interior la emisión de visas y de indocumentados. A lo cual debemos aceptar que tienen razón. Sin embargo, la habilidad diplomática mexicana, desde el siglo pasado ganó cuando se les hizo ver que ya era tan grande la cantidad de mexicanos allende el Bravo, que eso repercutía en su economía, en los procesos electorales y en su seguridad nacional; los americanos comprendieron que tenían que ceder y discutir el tema.

Lo anterior es un ejemplo de la difícil relación entre ambas naciones cuya frontera, además de ser de poco más de tres mil kilómetros, es porosa. Ellos son blancos, sajones, protestantes y su idioma es el inglés. Nosotros somo mestizos, de formación católica y nuestro idioma es de origen latino. En otras palabras, hablamos de una frontera geopolítica y cultural donde es imposible que la población mimetice como acontece en el lado sur. De ahí que las entrevistas entre presidentes, lo sabemos, tiene una parte pública y otra que, por lo delicado de los temas, se reservan a la seguridad nacional debido a que compartimos geografía y economía.

Sabemos que el libro del presidente López Obrador “Oye Trump” refleja cierta animadversión hacia el Primer Mandatario norteamericano. Por su parte Trump, desde su candidatura hablaba mal de nuestro país y de los mexicanos. Lo cual resume nuestra reciproca animadversión. Aún más, los mexicanos los llamamos gringos y ello nos llaman “greasers” (grasientos) o “brownies” (cafés). En otras palabras, somos naciones que, en lo general, que no nos simpatizamos recíprocamente.

En ese contexto la recién entrevista entre nuestro primer mandatario y su homólogo norteamericano, hasta donde sabemos, omitió los temas de migrantes, drogas, armas y muro, lo cual podría leerse como una reunión en la cual si se trataron esos rubros, pero confidencialmente. Si no hubo rispideces públicas es porque la diplomacia hizo su trabajo y los discursos así lo demuestran. Sobre todo porque México está muy necesitado de la inversión extranjera directa y del apoyo del gobierno norteamericano en materia de ciberseguridad.

Por lo anterior los discursos en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca y los de la cena son la mascarada perfecta de la simulación de la diplomacia y del triunfo del poder suave. De ahí que los mandatarios cenaron sapos sonrieron y dijeron: quiero más.

En las relaciones internacionales, sobre todo en las bilaterales, los países, no obstante la igualdad jurídica entre las naciones, saben que las diferencias económicas son un elemento de peso. Negociar con un prepotente como el señor Trump debe ser difícil e incluso tenso. La reunión estaba muy bien planchada y el acuerdo seguramente fue no salirse de los márgenes preestablecidos. Ambos presidentes actuaron con corrección porque seguramente ya todo estaba acordado.

Todavía un día antes de la llegada del presidente mexicano a Washington, su homólogo norteamericano se fotografió en el estado de Arizona junto al muro y se pronunció en contra de los “dreamers” o estudiantes de educación superior, hijos de indocumentados.

Fue un mensaje altanero y no hubo respuesta de la parte mexicana. En lugar de eso, el discurso de nuestro presidente fue comparar a George Washington con Donald Trump y la razón de la visita quedó clara. El presidente de esa nación fijó, desde el principio, las reglas de la entrevista y nosotros acudimos obedientemente.

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