*El Presidente Hizo Pública y Legítima su Lucha por el Poder
*Además, Adelantó los Tiempos y Realizó Precampañas
*Y Criticó los Errores de los Gobiernos de Calderón y Peña
*La Lección que Aprendió el Actual Mandatario
*Ser “Anti” es un Salto al Vacío si no se Miden Consecuencias
*Absurda una Alianza Entre los Partidos PAN y PRI
Por Ezequiel Gaytán
Al gran poeta, dramaturgo y político checo Václav Havel (1936-2011) se le atribuye la frase “En efecto, no soy comunista, ni me simpatizan los comunistas, pero con quien definitivamente no me entiendo es con lo anticomunistas”, con lo cual sintetiza magníficamente la importancia de ser creativo y edificar con visión y sentido del mañana y no estancarse en la postura de lo “anti”. De ahí que estoy a favor del Estado de Derecho, del respeto a la ley y de las formas y trasfondos de la democracia.
El movimiento “antiamlo” seguramente es sincero y de ninguna manera es ilegal. Aún más, que se organice una parte de la sociedad y se manifieste desde ahora con el propósito de que no se vote por el partido del gobierno es algo que en su momento también hizo el actual Presidente de México. Léase, él también hizo pública y legítima su lucha por el poder, adelantó los tiempos, realizó precampañas y criticó los errores de los gobiernos de Calderón y Peña. La diferencia es que el actual Primer Mandatario decía que vendería el avión presidencial o que apoyaría a los pobres, con lo cual era propositivo, pero no se estancó en ser un “anti”.
Lo significativo de las precampañas y de las campañas es que los políticos y sus partidos nos proponen acciones y rumbo con lo cual justifican su lucha por el poder y, aunque nos mientan, es observable la orientación del supuesto horizonte al que nos quieren conducir. En otras palabras, lo importante es que se aprecie la creación de una idea y de ninguna manera se nos proponga la caída de algo o de alguien sin red de protección. Esa lección la aprendió el actual Señor presidente cuando en sus campañas de 2006 y 2012 su actitud era radical y de confrontaciones.
Ser “anti” es un salto al vacío si no se miden las consecuencias de la iniciativa. De hecho, Francisco Madero en su obra “La sucesión presidencial”, en efecto, convocó a la revolución, pero con la propuesta de instaurar la democracia con elecciones libres. De ninguna manera propuso ser un “antiporfis” y ya. Lo mismo podríamos decir de Lenin, pues su lucha consistió en ofrecer “todo el poder a los soviets”, con lo cual explicó el sentido de su disputa por el los bolcheviques.
Hoy los “anti” proponen las alianzas entre los partidos políticos, pero de hacerlo dejarían de lado sus respectivas doctrinas, principios e ideología. Consecuentemente lo que tendríamos, en el remoto caso de esa alianza, sería un Frankenstein grotesco que en la Cámara de Diputados se fragmentaría en múltiples microcosmos con lo cual Morena fácilmente dominaría el escenario. Es más, se aprecia absurda la alianza entre los partidos Acción Nacional y el Revolucionario Institucional. De ahí que me parece más significativa una estrategia de convocatoria al “voto útil” como sucedió en la campaña de año 2000 en la cual, con dicha pericia ganó el candidato Vicente Fox. En otras palabras, la invitación se focalizaría en apoyar a la primera fuerza de oposición por distrito. Además, los partidos políticos mantendrían la congruencia de sus idearios y se superaría la postura “Anti”.
No me considero, ni me sumo a la campaña “anti”; yo me manifiesto en favor de la ley que fortalece el pacto social que, como su nombre lo indica, es un convenio entre dos o más partes a fin de establecer la cimentación de un proyecto fundamentado en el dialogo, el consenso y la dialéctica del disenso plural, respetuoso e incluyente. La ley es una construcción social que evita la venganza y que los individuos hagan justicia por su propia mano. El pacto crea leyes que todos debemos acatar y sin la permisibilidad de que si a alguien le parece injusta, la puede violar. Es perfeccionar a las instituciones del Estado y a su organización mediante la división de poderes, el respeto a las autonomías de gestión de sus órganos y la certidumbre de que la sociedad encuentra canales de comunicación a fin de plantear sus legítimas demandas y necesidades sociales y que, precisamente, esas instituciones respondan eficiente y eficazmente.
Ser un “anti” es igual de radical que una persona que sostiene que se está con ella o contra ella. Es romper las bases del pacto y correr el riesgo de la confrontación que puede llegar a la violencia. Por eso prefiero y estoy a favor de la ley.
La legalidad de ser oposición o de pensar diferente al partido en el poder, hasta el momento no está prohibida en México, tampoco es motivo para que se les desdeñe y se dicotomice a la población. Somos muchos los mexicanos que no militamos en algún partido político y que ejercemos el derecho a decir no estoy de acuerdo. Si ser diferente es motivo para ser estigmatizado desde las esferas del poder por disentir, se está amenazando a la democracia y a la ley, pero no seré un “anti”, seguiré siendo un “pro” demócrata.