Por Jesús Michel Narváez
Después de 56 días de arraigo domiciliario no somos pocos que estamos urgidos de un peluquero y en algunos casos de un barbero.
Todos los días nos refriegan en el rostro que no salgamos y que de hacerlo por “urgente” necesidad, conservemos la sana distancia.
El Consejo de Salubridad General, supongo que a propuesta del vocero sanitario, decidió que las peluquerías, barberías, salones de belleza y estéticas no son consideradas “actividades esenciales” y por tanto no pueden ofertar sus servicios.
Los que somos obedientes y atendemos las indicaciones a fin de no contagiarnos del Covit-19, permanecemos en aislamiento “voluntario” y cada vez que nos miramos al espejo encontramos que la barba creció y el cabello está en moda retro: largo cual aquéllos famosos libertarios llamados hippies.
En el camino de las frivolidades me surge la pregunta: ¿quién les corta el cabello al Presidente y los integrantes de su gabinete y quién peina y pinta las canas a las secretarias?
Porque todos andan como si el cabello no les creciera. Atildados y bien recortaditos. Vaya, hasta Andrés Manuel López parece haber entrado a la moda de casi rape en las orillas y corto al centro y en el copete. No creo que su esposa sea peluquera.
El subsecretario de salud no tiene un cabello de más –lo que quisiera para ser un verdadero rock star- y el señor Durazo, que parece no necesitar quien le corte lo que no tiene, siempre andan con el cabello –escaso- en su lugar. A Marcelo Ebrard lo tienen que peinar. Se parece a Donald Trump: modelo quesillo oaxaqueño.
Todos los de los gabinetes legal y ampliado parecen vivir en un mundo en el que no requieren de los servicios no esenciales de los (as) peluqueros y barberos.
¿Cómo le hacen para verse como fifís que no dejan de estar presentables?
Siempre traen trajes y vestidos planchados, aunque las tintorerías no sean actividad esencial.
Además, ninguno (na) de los gabinetes muestran señales de obesidad por estar en aislamiento y no poder salir a practicar sus amados deportes.
¡Que no me digan que cuidan la dieta! O seguramente tienen en sus residencias gimnasios a los que acuden ¿a qué hora? para hacer caminata, abdominales, pesas y hasta yoga.
Si quienes tienen la capacidad económica cuentan con entrenadores y maestros en deportes y relajación, es de esperarse que chequen que no estén infectados. Es lo menos que se puede pedir cuando la sana distancia no es posible de guardar.
Son frivolidades humanas para seguir la línea presidencial. ¡Compartan las fórmulas!
No sean egoístas. Por lo menos proporcionen los teléfonos de sus peluqueros (ras) para que nos pongan como ustedes: guapos, elegantes y a la moda.
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