Petróleo y Covid

*China Principal Consumidor y Fabricante

*Wuhan Epicentro General del Desastre

*El Ensayo Para un Nuevo Escenario Energético

Por David Marklimo

Sostienen que en política no existen las coincidencias ni las casualidades. Existen, claro, las causalidades. Por eso es importante intentar explicar qué es lo que sucede ahora mismo en la economía mundial, azotada no sólo por los efectos del confinamiento y el distanciamiento social, sino también por la debacle de la industria petrolera. Los números marcan que entre enero y marzo de este año comenzaron a caer los precios del crudo a nivel global, la decisión de Arabia Saudita de incrementar su producción petrolera –ante la negativa de Moscú y de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a bajar la suya–, generó un desplome notable en las cotizaciones del hidrocarburo y un quebradero de cabeza en infinidad de países, incluido México.

Nadie duda de los efectos negativos para la economía mundial del nuevo coronavirus, pero muchos analistas señalan que la crisis en el mercado petrolero es potencialmente tan dañina o más que esa pandemia. Ello implica un punto que hasta ahora poco se ha mencionado: China no sólo es el principal consumidor de petróleo del mundo, también es su fábrica. Con el estallido de la pandemia, China dejó de surtir piezas al resto de las plantas productivas del mundo, llegaron los desabastos y con ello fuertes implicaciones en la economía global.

Wuhan, epicentro de la pandemia, se convirtió de paraíso del automovilismo (sede de plantas principales de GM, Honda, Nissan, Peugeot y Renault) a la pesadilla. Las ventas de automóviles en China se desplomaron 92 por ciento y afectó al mercado mundial. El consumo de gasolina bajó brutalmente, las plantas consumidoras de derivados de petróleo cerraron y el precio del crudo cayó. Esto produjo lo que los petroleros llaman la curva energética: ya costaba más energía sacar el petróleo que el barril de crudo. Pensemos en el fracking, la técnica más usada en los Estados Unidos para su extracción.

Para los países productores, la crisis del coronavirus es un ensayo general con todo lo necesario para calibrar un nuevo escenario energético a corto y medio plazo, en el que el peso del petróleo y sus derivados será decreciente en beneficio de las energías renovables.

Y es aquí donde empiezan los juegos geopolíticos: desde 2015, Estados Unidos se convirtió en país exportador y empezó a disminuir la importación, a tal grado que hoy produce en promedio 12 millones de barriles diarios y exporta el 25%). Eso habla de la importancia que tiene China como cliente. Rusia, 11 MBD (exporta 47%) y Arabia Saudita 10 MBD (Exporta el 72%). ¿Quién tiene más clientes? ¿A quién no le conviene perderlos? La respuesta es simple: Rusia. ¿Y a quién le conviene que los pierda? La respuesta también es fácil: a los Estados Unidos.

Ahora bien, esto sólo es cierto en el papel y corto y mediano plazo. Los Estados Unidos nunca han participado en la política de reducción de la producción petrolera, basándose en la libre decisión de producción que prevalece en su mercado interno. Sin embargo, la política de confinamiento de California y Nueva York (los grandes polos económicos del país) los han obligado a usar sus reservas estratégicas para almacenar el crudo de productores estadounidenses, con ello, a los productores les es imposible seguir como si nada. De esta forma, tuvieron que admitir la saturación de su capacidad de reserva. La premura de esta posición fue para no perder el control de la autosuficiencia que han logrado mantener en los últimos cinco años. Adicionalmente, proteger a su industria de hidrocarburos que generan una gran recaudación de impuestos federales y estatales. La mayor generadora de empleos en los últimos 10 años en algunos estados.

Actualmente hay alrededor de 3,300 millones de barriles de petróleo almacenado (capacidad total mundial de 3,400) en el mundo y 91 millones de barriles están en almacenamiento flotante. Muchos de ellos, que eran de logística, han mutado a ser de almacenamiento. No hay mucho margen ante la falta de consumo. Por ello, es mejor intentar un acuerdo en el corto plazo. Ahora bien, existe una sobreoferta petrolera de 20 a 35 millones de barriles diarios, es decir, tres veces la producción que recortarán la OPEP y sus aliados. La escasa demanda no tiene misterio: los esfuerzos por limitar la propagación del coronavirus han paralizado las actividades en las grandes ciudades, han mermado mucho los vuelos y millones de personas están trabajando desde sus casas, lo que implica que hay muchos menos autos y transportes públicos en la calle. Por eso, el acuerdo no ocasionará que los precios se disparen, más bien al contrario.

Ahora, no realizar dicho acuerdo ocasionaría lo que vimos las dos últimas semanas, una guerra a largo plazo de descuentos por países productores para colocar en el mundo la carga en sus refinerías ante la contracción de la demanda, principalmente de combustibles. Dicha disputa, laceraría a aquellos países, como México, cuya parte de su ingreso depende de la venta de exportación del petróleo crudo.

Los 9.7 millones que se retirarán del mercado a partir de mayo hasta abril de 2022 (el recorte será progresivamente menor hasta esa fecha) es un descenso de la producción compatible con el sostenimiento de los pozos. Una reducción mayor hubiera dañado la estructura de los campos de producción. Por otra parte, la eclosión del fracking y las reticencias de la Administración Trump invitaban a no entusiasmarse con recortes mayores. Con casi diez millones de barriles diarios menos para el consumo diario, no es improbable que las inversiones en exploración y refinación decaigan a corto plazo. Por eso muchos analistas insisten que que ahora mismo la refinería Dos Bocas que planea AMLO no tiene mucho sentido.

El acuerdo debe interpretarse como una especie de tanteo para medir hasta qué punto las modificaciones de la oferta pueden transmitirse a los precios con el menor daño posible para la producción y los ingresos. Debe permitir, además, una muestra de lo que se viene: desincentivar el consumo de carburantes con el fin de estimular las energías alternativas.

Cronología Hacia el Acuerdo:

  • El 26 de marzo de 2018 China suscribió 12 acuerdos comerciales para que el petróleo se compre y se venda en yuanes, la moneda que usa para transacciones en el exterior. Cuatro días después, los Estados Unidos iniciaban la famosa guerra comercial, que tanto dio que hablar.
  • El 1º de diciembre de 2019, Rusia y China se vuelven aliados comerciales y ambos deciden enfrentar a EEUU en la guerra existente. China esta dispuesto a comprarle Todo el petroleo que produzca Rusia y firmar una carta de exclusividad, en donde Rusia se obligue a verle únicamente a China a cambio de una sola cosa, que las operaciones de compraventa se efectúen en Yuanes. El acuerdo, finalmente, estableció que Rusia sería el principal proveedor y a contraprestacón, China se comprometió a poner en funcionamiento 8 mega gasoductos en Asia, con los cuales se garantice el abastecimiento de gas natural (Vietnam, Singapur, Malasia, Japón, Rusia, India). Rusia acepta que toda operación, de compra y venta de hidrocarburos y sus derivados, entre China y sus aliados, con Rusia debe ser pagada en Yuanes.
  • El mismo día en que se firma el acuerdo sino-ruso, irrumpe en la agenda global el Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave (SARS-CoV-2) del virus de la gripe, es altamente contagioso, novedoso, desconocido y que no se sabe (en ese momento) su tasa y nivel de impacto y mortalidad.
  • El 26 de diciembre, una vez que las empresas occidentales, han dicho que podrían abandonar China, el gobierno chino compró el 63% de las acciones de absolutamente todas las empresas de occidente que se encontraban asentadas en territorio Chino.
  • Con el comienzo del año nuevo, el 4 de enero, Arabia Saudita declara una guerra comercial petrolera, derivado que no se logró llegar a un acuerdo con Rusia, para reducir la producción petrolera. Y manifiesta que incrementará su producción para que el barril se desplome y afectar la economía RUSA
  • Recién el 11 de marzo (hace casi más de un mes) la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara pandemia al coronavirus.
  • El 23 de marzo de 2020 Estados Unidos coloca un fondo de 43 mil millones de petrodólares en el Fondo Monetario Internacional de reservas emergentes, para ser «facilitados», a los países que lo soliciten para enfrentar la emergencia sanitaria, a una tasa cero.
  • Al día siguiente, el 24 de marzo de 2020, el Fondo Monetario Internacional (FMI) determina aceptar los recursos americanos, basados en Petrodólares y decreta que todos los prestamos, constituidos por la emergencia sanitaria, van a ser pagados, también, en petrodólares y a una tasa cero. Pero solo se darán los recursos a tasa cero, a los países que asuman las medidas sanitarias decretadas por la OMS. El FMI declara que los prestamos contraídos con anterioridad, a la petro dolarización de los fondos, también van a ser solventados en petrodólares a una tasa cero, condicionando a que los países que hayan dispuesto de los recursos, implementen estrictamente las medidas sanitarias y declaren estado de emergencia, incluso estado marcial y toque de queda, por la contingencia.
  • El día 12 de abril se anuncia un acuerdo entre los países productores de petróleo para reducir la oferta de crudo.
  • El día 20 de abril el precio se desploma.
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