Dr. Víctor Alarcón Olguín
El mercado petrolero (fuente primordial, junto con el sector turístico y las remesas desde el extranjero, también afectadas por la presente crisis) está moviéndose de manera muy negativa para los intereses de México. Y así lo estará al menos por varias semanas, debido a que el ciclo normal del mercado petrolero es ir a la baja conforme se acerca la primavera y el verano (que requiere menos generación de energía), y sólo volviendo a repuntar hasta el periodo otoño-invierno.
La caída de la actividad mundial por el COVID aceleró este proceso. Todo mundo quiso vender, sobreprodujeron y ahí están las consecuencias: saturación de producto y precios bajos. El acuerdo de OPEP llegó tarde porque el daño ya estaba hecho. La cuestión importante será ahora entonces cómo mantener un gasto corriente sin generar inflación y simultáneamente evitar mayor pérdida de empleos. Si se apela a emitir dinero sin respaldo, pues se produce inflación. Si se abarata el dinero, esto es, utilizar las reservas existentes para activar el mercado interno mediante apoyos sociales puede ayudar, pero no genera recuperación de largo plazo si hay carencia de empleos o empresas permanentes. Y si sólo insistimos en gasto social asistencial, ese dinero apenas es un paliativo, pero no genera una reactivación u reorientacion distributiva profunda como lo suponen los estrategas del gobierno actual. A la larga se agotan esos recursos, por lo que tendríamos que contratar más deuda interna o externa para mantener su financiamiento y eso nos terminará asfixiando igual porque la base de economía formal no tiene capacidad suficiente para sostener esta suerte de pirámide invertida (un déficit estructural que no podemos compensar por falta de ahorro interno, recaudación de impuestos e ingresos propios por venta de nuestros productos).
Y si a esto le sumamos la corrupción rampante que se ha apropiado y/o condicionado dichos recursos públicos, pues eso también explica la dificultad para enderezar un modelo económico tan ineficaz como el nuestro.
En mi modesta opinión tiene que haber una combinación de ambas estrategias, la social y la de protección empresarial, pero no únicamente pensando en lo coyuntural, sino animar a que el Estado abra empresas y / o apuntale los sectores que se consideren estratégicos, pero también aplicando pactos generados de manera concreta con las asociaciones de micro y pequeños empresarios para que puedan “reconvertir y actualizar” sus negocios capacitando a su gente y protegiendo sus empleos sin despedir a nadie, y pensados además con una perspectiva regional. Eso es lo que se debe recuperar de experiencias como la crisis del 29, la Segunda Guerra Mundial o la reinserción de la Alemania Oriental posterior a la Caída del Muro el siglo pasado. Capacitar para adaptarse, innovar y reinsertar en mejores condiciones y de manera digna a la gente.
Me parece que todos (gobierno, empresarios, opinión pública y ciudadanía) debemos hacernos de una mentalidad que nos permita detectar áreas de oportunidad, en lugar de seguir abonando en la histeria colectiva que nos ha pasmado girando alrededor de una sola persona como capaz de “salvar o joder” la cosa por muy presidente que sea. Debemos hacer ese esfuerzo. Creo ese es el tipo de convocatoria nacional que nos gustaría escuchar.
Víctor Alarcón Olguín es profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana. Ex presidente de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales