La Próxima Agenda

*A la Humanidad nos Desbordó un Factor Externo

*La Táctica y la Estrategia Deberán de Cambiar

*Y sin Perder de Vista el Desarrollo Nacional

Por Ezequiel Gaytán

Planear es hacer que los hechos sucedan como quiero que acontezcan y que no ocurran como no quiero que trascurran. Lo cual significa que para planear necesito un diagnóstico de la realidad, fijarme objetivos deseables y posibles, evaluar mis disponibilidades de recursos y fijar tiempos, táctica y estrategia. Sin embargo, existen factores externos e impredecibles a la organización y eso puede afectar toda mi planeación. Consecuentemente tengo que iniciar una estrategia de reparación de daños y seguir adelante.

A la humanidad nos acaba de desbordar un factor externo y nuestros planes tienen que cambiar y, consecuentemente, la táctica y estrategia, pues el objetivo no se debe perder de vista, es decir, el desarrollo nacional. Ahora de lo que se trata de es redefinir el camino del desarrollo del país y que el plan considere en el diagnóstico los siguientes temas:

1) Libertad de prensa, evitar la censura y pos verdad;

2) La informatización de la sociedad, la protección de datos personales y la digitalización de las bases de datos;

3) La sustitución del dinero de papel por el dinero electrónico;

4) Los retos de la Administración pública metropolitana;

5) Salud pública, ecología y agua;

6) Educación, competencias y habilidades;

7) Democracia, gobernabilidad y populismo;

8) Economía, trabajo, productividad y seguridad social;

9) Fronteras, migración y pobreza;

10) Energéticos, comunicaciones y transportes;

11) Seguridad nacional, seguridad pública e impartición de justicia.

Son once temas y deberán agregarse otros.

Por ejemplo, las Naciones Unidas permanentemente evalúan los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015-2030) pues ya sólo quedan diez años y la pandemia del Covid-19 incrementará el número de pobres. De ahí que una nueva redefinición de agendas nacionales e internacionales se hacen obligatorias.

Nuestro país, específicamente el gobierno actual, irremediablemente tiene que evaluar lo alcanzado hasta el momento y en un ejercicio sincero de crítica y autocrítica revisar las tácticas y estrategias y, en su caso, ajustar los programas y metas a la nueva realidad. Por supuesto que combatir la pobreza es una prioridad nacional al igual que prevenir y combatir la corrupción y la impunidad, pero esos son programas transversales que habrán de permancer a largo plazo.

La agenda de hoy debe plantearse como un listado de respuestas a demandas y necesidades sociales. Las estrategias y prioridades de su implementación son las que definen el carácter ideológico de un gobierno. Que no se confunda el qué con el cómo. Ahí se forjará la evaluación de la historia, pues las decisiones y la oportunidad de su realización son vitales, así como el eficiente uso de los recursos que tenemos. Aun más, muchos de los rubros mencionados en la agenda sugerida requieren de la concurrencia responsable de los sectores productivos de la nación, así como reconocer que necesitamos de la cooperación internacional para el desarrollo.

México es la decimocuarta economía del mundo y nuestro recurso más preciado somos los mexicanos, muy por encima del petróleo, las remesas o el turismo. Trabajar en torno a un objetivo común con una agenda lograda con el consenso de las partes y aprendiendo a ceder en algunos rubros es lo que ahora necesitamos.

Por lo mismo pensemos en una agenda de corto plazo en materia económica que rápidamente atienda dos frentes: el urgente que son empleos productivos y el necesario que es capacitación y adiestramiento sin que se desarticulen y se orienten en materias como obras de infraestructura. Que el gobierno inicie una política diferenciada de estímulos fiscales a las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, que la Administración pública reconstituya los centros de capacitación y adiestramiento, se otorgue el tres por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a la ciencia y la tecnología, que el gobierno asuma las cuotas obrero-patronales de las empresas que se creen. Que se incentive a las empresas que tengan tres turnos de producción y que se aliente la agro-industria con empresas sociales, reorganizar los programas de apoyo y asistencia social que y fortalezca el federalismo.

Lo que no podemos, ni debemos hacer cuando pase la crisis sanitaria es regresar al superado esquema de centralismo económico y abiertamente asistencialista. Una agenda de los grandes temas nacionales y las acciones inmediatas a realizar son indispensables y, no obstante estos momentos, ya hay que iniciar el debate.

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