Los Penachos de las Imágenes y el Barroco en Santa María Tonantzintla

Reportaje

Por Susana Vega López, (Enviada)

SAN ANDRÉS CHOLULA, Pue.- En este pueblo mágico de Puebla se localiza Santa María Tonantzintla, un pequeño poblado en donde el ambiente está impregnado de misticismo porque los evangelistas permitieron que los indígenas construyeran una iglesia con características especiales pues los rostros de querubines, ángeles, serafines y arcángeles fueron realizados con rasgos prehispánicos.

Por doquier, se aprecia la fuerza que tiene la religión católica con la visita a este templo: La Iglesia de Tonantzintla, la tercera más visitada en Puebla.

De arte barroco, las paredes, las columnas salomónicas y las cúpulas están repletas de flores, ramas, hojas, guirnaldas, así como frutas de diferente especie: guayabas, cacao, capulines, nanches, tejocotes, chiles, calabazas y papayas.

Algunos de las imágenes con rasgos indígenas portan penachos y son muestra de la fusión del arte prehispánico con el barroco europeo pues los oriundos adoraban en este lugar a la Diosa de la Tierra y la Fertilidad: Tonantzin, nuestra madre, y los españoles, en el proceso de evangelización, les impusieron a María, Madre de Dios, y se crea la Iglesia de Santa María Tonantzintla.

Este templo, que se edificó en el Siglo XVI y concluyó su decoración en el Siglo XIX, goza de una belleza arquitectónica, única. La fachada es modesta de un barroco estípite o petatillo (ladrillo y azulejo de talavera), en tanto, que el interior su profuso decorado a base de un elaborado trabajo artesanal es muy detallado y de gran colorido.

Cuenta con una torre de dos cuerpos y un amplio atrio; en su interior, retablos de lámina de oro y decorado barroco indígena que la hace una de las iglesias más auténticas del país. El arte barroco indígena novohispano en toda su expresión.

Patrimonio invaluable, no sólo para Puebla sino de los mexicanos, es resguardada celosamente por la población y las familias se turnan para cuidar el lugar, donde ya no hay un sacerdote a cargo, por lo cual sólo se  celebran misas de manera excepcional, cuando alguien solicita y paga una suma considerable para la realización de algún evento.

Para la ceremonia, entonces sí se convoca a un cura para que oficie misa. ¡Ah!, pero no se permite tomar fotografías a nadie sin excepción y quienes vigilan están pendientes de que los visitantes no incurran en desacato, pues hay muchos avisos de advertencia visibles pegados en la entrada al recinto.

Y la pregunta es: ¿por qué tales medidas? Se debe a que hace más de una década, la riqueza de objetos con que cuenta la iglesia despertó la codicia de ladrones que saquearon el templo y robaron arte sacro de valor incalculable. Se presumió que el sacerdote encargado del lugar estuvo inmiscuido en el asunto, lo exhibieron, denunciaron y lo corrieron, por lo que la población decidió hacerse cargo de la iglesia desde entonces.

Al recorrer el interior del templo, uno no termina de asombrarse, de maravillarse, al contemplar tanto arte en un solo lugar. Por allá se admiran caritas de ángeles con rasgos indígenas, decorados con penachos de plumas. Incluso, hay un espacio dedicado a la imagen de Tláloc, en donde se inicia la cúpula. No hay un espacio libre de detalles. No hay tregua para el sentido de la vista.

Esta iglesia declarada monumento histórico en 1933 es una muestra de que los pobladores de la entonces Tonantzintla, no fueron sometidos del todo por los conquistadores que en su afán de evangelizar, tuvieron que aceptar e incluir a los artesanos locales especializados en el yeso, para dar el distintivo que hoy ofrece el templo dedicado a la inmaculada Concepción de la Virgen María, que se encuentra en el altar principal.

Como se dijo al principio, los indígenas veneraban a Tonantzin, deidad también asociada con el maíz en la mitología Náhuatl que significa Nuestra Madrecita. Además, en los costados se localizan dos altares de gran belleza, que han llevado a esta a iglesia a ser una de las más representativas y emblemáticas de Puebla.

Los turistas, curiosos, visitan este templo porque así se los recomendaron o sencillamente estaban de paso por el lugar y decidieron entrar. En verdad vale la pena conocerlo. Queda a 10 minutos de la capital poblana.

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