Por Jesús Michel Narváez
Hay diversas interpretaciones de qué es la inteligencia que se define en términos generales de muchas maneras, incluyendo: la capacidad de lógica, comprensión, autoconciencia, aprendizaje, conocimiento emocional, razonamiento, planificación, creatividad, pensamiento crítico y resolución de problemas.
Los expertos, psicólogos generalmente, coinciden en que no es el IQ el que determina la inteligencia sino la comprensión de los hechos consumados y la prospectiva que permite adelantar lo que probablemente, nunca con seguridad, podría ocurrir.
Aquí, en el México de la política lo que menos se aplica es la inteligencia y en contra parte se sustentan criterios personalistas que no admiten reconvenir sus expresiones.
Por ello, cuando Ricardo Monreal reconoce que la vida moderna está impregnada de los avances de la ciencia y la tecnología que, sutil y discretamente, forma parte de nuestra vida cotidiana y que, para bien, es un fuerte apoyo al desarrollo de medicamentos necesarios para la salud de la humanidad, le entra al tema de la inteligencia.
Dice que está vinculada de manera cada vez más íntima a nuestra vida cotidiana, de una forma tan sutil como invasiva a la privacidad, debido a que permite que hoy sean tan comunes algunas prácticas, como el reconocimiento facial, el desbloqueo telefónico con datos geométricos, el disfrute de servicios musicales o programas basados en algoritmos de gustos del usuario, entre otros.
Al inaugurar el Foro «Un acercamiento a la inteligencia artificial», le echó porras a la ciencia y la tecnología, aunque ahora, como nunca, estén rezagadas porque no es prioridad la investigación, elevar el conocimiento e intercambiar sabiduría que conduce, sin duda, a la inteligencia artificial que sustituye y con mucho a la natural que algunas personas poseen como don genéticamente natural.
Frente al avance tecnológico que deja atrás por distancias inimaginables a la humana, valdría la pena que por su cercanía con el Presidente de la República sugiriera que en un programa especial y con presupuesto suficiente se comprara o alquilara la inteligencia artificial para gobernar.
Le haría un gran servicio al país.
Porque lo artificial no tiene sentimientos solamente resultados. Y eso es lo que le hace falta a este país: dejar de prometer, de ser la víctima del neoliberalismo, los conservadores y fifís, del pasado heredado para mirar hacia lontananza y descubrir lo que en realidad existe: un mundo global al cual pertenecemos por no ser una ínsula perdida en el Paraíso inexistente.
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