“Dignidad” con Opresión

Punto de Vista

Por Jesús Michel Narváez

Escuchar la frase: “yo siempre digo lo que pienso”, obliga a pedirle al presidente de México que no piense. Y que no se escude en una canción. Porque así es él.

Contradictorio en su política, si es que existe, exterior, se vuelve injerencista al pedir que a Cuba se le otorgue “el premio a la dignidad” es, como dicen en los pueblos, “orinarse fuera de la bacinica”. /Te lo digo a ti Juan para que lo entiendas Pedro)

“Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña. Puede que mis palabras provoquen enojo en algunos o en muchos, pero como dice la canción de René Pérez Joglar de Calle 13: ´Yo siempre digo lo que pienso´”.

Su postura delinea el rumbo por el que quiere llevar a México.

Sus palabras, en el contexto actual, cuando el pasado día 11 se realizó la insólita manifestación en la que participaron miles de cubanos reclamando medicinas, comida y libertad, muestran que su proyecto de gobierno es acallar a las oposiciones y someter a sus gobernados, los mexicanos, a sus designios sin opciones libertarias.

En la palabrería cotidiana, la que escuchamos todas las mañanas, afirma que las libertades, sobre todo la de expresión, se respetará y nunca, ante las manifestaciones de reclamo, se utilizará la fuerza pública para reprimir.

La realidad es otra.

Sí han represión. Sí se impide marchar para reclamar. Sí se cierran las calles para impedir que se llegue a Palacio Nacional. Sí se colocan vallas para frenar a quienes se manifiestan. Sí se les arrojan gases lacrimógenos. Sí se zarandea a las personas más si son mujeres. Sí se les detiene, aunque sea momentáneamente.

Además de proponer el “premio a la dignidad”, que más adecuadamente debería bautizarlo como el de la “opresión”, tuvo otra peregrina idea: “En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”.

No, el huésped de Palacio Nacional vive en un mundo alterno, bizarro, en el que solamente su imaginación se desarrolla y le permite suponer que lo mal hecho es lo correcto.

Lanzarse contra Estados Unidos cuando el nivel de la relación está por debajo, es mostrar una soberbia pocas veces vista. Un Jefe de Estado -desafortunadamente lo es en función de lo que establece la Constitución, pero su actuar con corresponde a esa denominación- no busca la confrontación.

No es Nikita Kruschev, no es Leonid Ilyich Brezhnev, no es Mao Tse Tung. No es Deng Xiaoping, que en los álgidos momentos de la guerra fría osaban enfrentar a John F. Kennedy o incluso a Richard Nixon. Es simplemente el presidente de una nación emergente que no acaba de brotar y menos de definir un rumbo que está coloreado de inconsistencias.

Calificar sus palabras como “un discurso histórico”, como lo hizo Marcelo Ebrard, seguramente le alegró el oído. Son palabras de un lacayo que, muy probablemente, le dio las líneas a seguir durante su presencia con los representantes de 33 países de América Latina y el Caribe.

Ignorar que en Cuba se pudrió la esencia de la revolución y el triunfo hizo que la Isla pasará de ser el “burdel de los estadounidenses” -como siempre se dijo- para dar paso al nacimiento de la dictadura más longeva del mundo moderno, es meter las manos al fuego sin guantes de asbesto.

¿Supone el presidente mexicano que los miles de cubanos que salieron a protestar fueron manipulados por la CIA o la Casa Blanca?

Eso piensa -cuando lo hace es un peligro- y toma el pretexto para tratar de convertirse en el “libertador” de América Latina y el Caribe e imponer el nuevo modelo, que nadie sabe cuál es, en las relaciones con Estados Unidos.

Ahora sí: pobre México, tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de la racionalidad.

El régimen cubano no se ha distinguido en 62 años de ser ejemplo de libertades. Por el contrario, estableció la línea dura de una dictadura que ya cansó no solo a las anteriores generaciones sino a la actual.

La orden del “presidente”  Miguel Díaz Canel a los “patriotas” para frenar a los inconformes, no puede ser tomada como ejemplo de libertad y sí de represión. Una Isla condenada que ya cumplió la sentencia y ahora tiene que ir por la reinserción global. Pocos fanáticos como López quedan en el mundo.

E-mail: jesusmichel11@hotmail.com, Twitter: @misionpolitica, Facebook: Jesús Michel y en Misión, Periodismo sin Regaños martes y jueves de 16 a 17 horas por ABC-Radio en el 760 de AM.

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