Por Nidia Marín
Apenas los hermanos Wright habían logrado con éxito un vuelo controlado, en diciembre de 1903, cuando el gobierno de México, encabezado por don Porfirio Díaz, se interesó en el nuevo modo de transporte: el aéreo.
El triunfo del brasileño Alberto Santos Dumont, en septiembre de 1906, al poder levantar el vuelo a una altura de dos metros y avanzar sobre 60 metros en Bagatelle, Paris, reforzaría aquella convicción gubernamental en nuestro país.
Por cierto, con el tiempo aquel hombre hasta versos tuvo en México en la loca canción de Pedro Infante “Adiós Lucrecia”, cuando decía:
“Santos Dumont, Santos Dumont / inventó un globo / que pensaba dirigir con aire solo /
sentado en su silla estaba / pa’ tomar la dirección/ y cuando más alto estaba / su papá le pregunto: / “hey Dumont bajas o no”, / ¡no, no y no¡
Pero mucho antes de que don Pedro Infante se fuera para Venecia… reventó la Revolución Mexicana, hubo anuencias y desavenencias y tras su traición Victoriano Huerta utilizó un avión Bleriot XI para transportar tropas. El Ejército Constitucionalista no se quedó atrás y el propio Venustiano Carranza envió a Nueva York a estudiar pilotaje a sus sobrinos, Alberto y Gustavo Salinas.
Meses más tarde de que los jóvenes regresaron, agentes del gobierno mexicano (señala la obra Momentos Estelares del Ejército Mexicano) viajaron a Los Ángeles y adquirieron un biplano tipo Martin.
Dicen que la nave, aún en cajas y sin armar, llegó vía ferrocarril a Tucson; sin embargo, el gobierno de Huerta había sido alertado de la compra de dicho avión, ante lo cual la Embajada de México en Washington, contactó con las autoridades de Tucson y los estadounidenses embargaron el avión, perooo, los constitucionalistas, con ayuda de contrabandistas estadounidenses, robaron las cajas y las introdujeron a México, las mandaron a Hermosillo, con el aparato aún sin ensamblar.
Al fin lo armaron y lo bautizaron como “Sonora”, mismo que fue fundador y único aparato de la “Flotilla Aérea del Cuerpo del Noroeste”, utilizado para lanzar propaganda y pequeñas bombas, así como para observación del enemigo.
Así, el 14 de abril de 1914, dicen, el piloto Gustavo Salinas, lanzó bombas sobre el buque huertista “Guerrero”, cerca del puerto de Topolobampo, Sinaloa. ¡Y no le atinó ninguna!, aunque logró que el barco regresara a mar abierto, lo que permitió que los carrancistas tomaran no sólo el puerto, sino el buque “Tampico”, que utilizaron contra los huertistas.
El primer combate aeronaval en la historia de México se había dado.
No sería todo. En mayo de 1914, el “Sonora” bombardeó Mazatlán, destruyó dos cañones navales, además de causar bajas en los enemigos, pero también en civiles y de pasada herir al embajador francés. ¡Bueno!
Esta aeronave el “Sonora” continuó su exitosa labor y hasta que se accidentó al aterrizar, quedó destruida y así concluyó la etapa de la “Flotilla Aérea del Cuerpo del Noroeste”.
No pasó un año cuando en enero de 1915, el gobierno de Carranza reorganizó un grupo de pilotos, reunió aeronaves y formó la “Flotilla Aérea del Ejército Constitucionalista”. Su primer combate fue el 5 de enero, en la ciudad de Puebla, contra los zapatistas.
Tras los éxitos de los combatientes constitucionalistas, llegaría la toma de decisión en su rama aérea y en febrero de aquel año (1915) don Venustiano Carranza emitió el decreto para elevarla como Arma de Aviación Mexicana.
Entre los grandes lauros de su historia se ubican los sucesos de 1942. Tras los ataques vía submarinos a los buques mexicanos “Potrero de Llano” por el capitán alemán “Teddy” y “Faja de Oro”, por el capitán alemán Hermann, México entró a la Segunda Guerra Mundial, vía el “Escuadrón de Pelea 201”, el cual en febrero de 1945 se embarcó rumbo a Manila, Filipinas, donde desarrolló 59 misiones de apoyo a las tropas de tierra, bombardeando y ametrallando las posiciones japonesas y contribuyendo a su derrota.
Hoy, desgraciadamente, la Fuerza Aérea no vive sus mejores tiempos debido a las decisiones personales, absurdas y estultas de ya saben quién.
Pero hubo ceremonia de cumpleaños y le dieron un regalazo: custodiar al malquerido avión “Chema” Morelos. ¡Uff!