*Carencia de Definiciones en Políticas Públicas
*También en Protocolos y Acompañamiento de Acciones
*Doble Lenguaje y Carencia de una Posición con Dignidad
*Incongruencia, el Discurso Distante de la Realidad
Por Alejandro Zapata Perogordo
Se inicia el año con movimientos migratorios: seres humanos provenientes de Honduras, El Salvador y Guatemala, que pretenden cruzar la frontera sur con dirección hacia los Estados Unidos, en busca del sueño americano.
Las caravanas son similares a las de los años 2018 y 2019, época en que fueron recibidas bajo las reglas de puertas abiertas y literalmente escoltadas hasta la línea divisoria con el país del norte, lugar donde encontraron un fuerte rechazo.
La reacción del Presidente Trump no se hizo esperar y amenazó con aranceles a los productos mexicanos en caso de que se persistiera aplicando políticas flexibles en el flujo de migrantes; así, el gobierno mexicano dio un giro y se fue de un extremo a otro, prácticamente militarizando la frontera sur con la Guardia Nacional.
El discurso que inicialmente fue de incentivos y cordialidad para los migrantes e inclusive el padre Solalinde manifestó: “México debe recibirlos”. Ahora, en el 2020, fue cambiado por la frase: “hay que poner orden”.
Hace unos días el Secretario de Estado Norteamericano, Mike Pompeo, hizo énfasis en la alianza con México para bloquear el paso a migrantes irregulares, haciendo eco de las políticas restrictivas en la materia adoptadas por nuestro gobierno.
Ahora bien, la cuestión como en muchos otros rubros, tiene su origen en la carencia de definiciones en la construcción de políticas públicas, protocolos y el acompañamiento de acciones. Es incoherente transitar de un extremo a otro sin tener políticas públicas transparentes, claras y justas en materia migratoria, compatibles o comunes con nuestros vecinos, de tal forma que los convenios de cooperación y colaboración para abordar el fenómeno histórico tenga una óptica regional.
Por un lado, es menester el respeto irrestricto a los derechos humanos y las libertades fundamentales de las personas migrantes, teniendo en cuenta, además, que quienes se encuentran en esa posición regularmente son gente proveniente de sectores vulnerables; por otro, resulta indispensable una normatividad adecuada que contemple aspectos de regularización y en su caso, de reciprocidad.
Desde luego que el asunto de la movilidad de seres humanos viene desde tiempos ancestrales y es universal, máxime ahora en la era globalizadora. En nuestro país, precisamente por el flujo migratorio de connacionales hacia los Estados Unidos, desde hace décadas nos hemos dedicado a estudiar el tema y lo conocemos, al igual que sus derivaciones, razón por la cual me resulta inconcebible el doble lenguaje y la carencia de una posición con dignidad.
En la tradición mexicana ha imperado la diferenciación y selectividad en las políticas migratorias, hemos sido incongruentes en ese sentido, al sostener un discurso distante de la realidad, ahora el caos migratorio en la frontera sur nos coloca en una disyuntiva de crisis que puede alcanzar condiciones humanitarias o bien, atender el fenómeno en sus causas y efectos.