Por Jesús Michel Narváez
El avión presidencial se vende, porque se vende, “me canso ganso”, clama el presidente López Obrador. Y sus propuestas son públicas: venta, renta o rifa.
La primera no funcionó. Por lo menos durante los trece meses que estuvo en exhibición en California, en donde el “Orgullo Nacional” fue herido de muerte: le quitaron la bandera nacional, la identificación de José María Morelos y Pavón y borraron la numerología: TP-1.
La segunda no se ha puesto en práctica y la tercera no dejó de ser un chiste con el que todo mundo se río… la primera ocasión en que el respetable entiende el chiste presidencial.
La tercera es la vencida y ya saltó la liebre que ofrece el “trueque”: 10 kilómetros de playas y una parte en efectivo.
De entrada, la oferta sorprende. Habría que preguntar, revisar en los archivos nacionales cómo hay 10 kilómetros de playa en manos privadas, propietarios pues, cuando la Constitución establece que las playas no son objeto de venta, aunque sí de concesión.
Pero de eso ya se ocuparán las autoridades de la ineficiente Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano si es que hay interés por averiguar cómo llegaron 10 mil metros de playa, solamente de frente, a manos privadas.
De acuerdo de con la información publicada por El Sol de México, el CEO de Isatech, Alfonso Jiménez, ya hizo la oferta a través del sitio web de Banobras aunque no ha recibido respuesta.
Su oferta contiene los detalles de la propiedad que quiere convertir en trueque: una propiedad en el estado de Baja California Sur valuada en 175 millones de dólares, además de que se pagaría el equivalente a 138 millones de dólares en una criptomoneda denominada amero.
Vaya, propuesta entre lo tradicional –la tierra- y la tecnología financiera: la criptomoneda.
La propiedad tiene 2 mil 400 hectáreas -4 veces el espacio del aeropuerto internacional Benito Juárez- con 10 kilómetros de playa. ¡Vaya terrenito!
¿Y para qué compraría un avión presidencial un empresario?
L a información revela: “Vamos a poner a disposición la aeronave presidencial, uno a la Secretaría de Relaciones Exteriores para poderle ofrecer un trato digno como país a los diplomáticos de otros países, pero también vamos a ponerla a disposición de contingencias ambientales y desastres naturales, vamos a hacer una flotilla de aeronaves con causa”.
La misma gata pero revolcada. De concretarse el arrendamiento de la aeronave para fines diplomáticos, solamente habrá un ganón: Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores.
Porque el Presidente ya lo dijo y lo repitió hasta el cansancio: “nunca me subiré a ese avión porque es una falta de respeto para el pueblo”.
Y si él no lo usara y además no es diplomático literalmente hablando, los que aprovecharán “representar dignamente a México”, serán los diplomáticos, aunque queda una de muchas dudas: ¡cuántos embajadores viajarán cotidianamente a alguna parte del mundo?
Al final del día todo cambió para seguir igual. Gatopardismo de excelencia.
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