Por Gerardo Lavalle
El presidente López Obrador posee una chistera mágica. De la nada tiene respuestas para todas las interrogantes y en lugar de aclararlas fomenta la duda.
Es el caso de la renuncia de Eduardo Medina Mora al cargo de ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
“Él me lo pidió”, respondió el presidente ante la pregunta de qué causa grave esgrimió el exministro para presentar su renuncia.
Así, sin saber la razón de fondo y menos aún el delito grave cometido por Medina, el Jefe del Ejecutivo notificó al Senado y punto.
Se acabó la carrera de Medina Mora y nadie sabe la situación que lo orilló a tomar la decisión.
Intérprete de la Constitución y el alcance de sus textos, Medina Mora debió aplicar el enunciado en el artículo 98 de la Constitución, que establece que un ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sólo puede presentar su renuncia al presidente de la República por causas graves y someterlo a consideración del Senado.
Ni uno ni otro supuesto se cumplieron.
La carta hecha pública durante la conferencia presidencial del 14 de enero, y que fue enviada a la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal, cuyo titular es Julio Scherer Ibarra, únicamente alude a la disposición legal sin detalles.
UNA AVERIGUACIÓN SIN CONCLUSIONES
Al negar todo conocimiento de las “causas graves” por las que Medina Mora presentó su renuncia, el presidente habló de las dos indagatorias que se gestaron en la Fiscalía General de la República.
No, no las conozco”, respondió a pregunta expresa de las causas graves que debieron ser expuestas para admitir la renuncia.
Vendría la contradicción:
(…) Para ese entonces, ya había dos denuncias en la Fiscalía General de la República en contra del también exdirector del Centro de Investigación y Seguridad Nacional, por lo que López Obrador infirió que esa era la causa grave.
“Ya estaba abierta una investigación por acusaciones de traslado de recursos, presuntamente, y yo creo que eso es lo que lo lleva a él a presentar la renuncia, pero ya estaba y esa información es la que tiene la Fiscalía”, recordó.
¿Infirió?… ¿creyó?…
El presidente responsabilizó al Senado, que tiene la última palabra, por haber aceptado la renuncia.
Como torero que evita la cornada del astado, López Obrador expresó: “Sí, pero ya con eso, corresponde al Senado decidir, o sea yo recibo de acuerdo a lo que establece el procedimiento”.
EL SILENCIO DE MEDINA MORA
Solamente tres personas conocen el fondo de la dimisión del exministro, a quien le faltaban 9 años para cumplir su encomienda.
De acuerdo con las versiones conocidas –nada oficial, por supuesto- esas tres personas serían: Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, presidente en turno de la Suprema Corte de Justicia y quien el que enteró al presidente de la petición y Julio Scherer Ibarra.
Ricardo Monreal, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República no conocía la decisión de Medina Mora.
Desde el momento en que la renuncia fue aceptada en el Senado mediante una acción de fast-track, Medina Mora ha guardado silencio sepulcral.
No ha dado a conocer sus razones. Y solamente es la palabra presidencial sobre la petición del presidente de la Corte y las acciones que siguieron lo que se sabe.
¿Qué orilla a quien durante 40 años perteneció al servicio público a callar?
Son muchas las versiones: amenazas –no se concluye de quién o quiénes- contra su persona y su familia; el congelamiento de sus cuentas personales y de 11 más pertenecientes a familiares y allegados –supuestas fachadas- y, por la indagatoria de transferencia de 7 millones de dólares depositadas en una de sus cuentas.
El silencio dice más que mil palabras y no es fotografía.
El presidente cumplió de acuerdo con los procedimientos y si hay una falla es del Senado.