“Secretos de Estado”

Del Cine y las Leyes

Cómo Justificar una Guerra

Por Horacio Armando Hernández Orozco

“Secretos de Estado” (“Official Secrets”), es una coproducción inglesa y estadunidense de 2019, dirigida por Gavin Hood, con la actuación de Keira Knightley (Katharine Gun), Matt Smith (Martin Bright), Matthew Goode (Peter Beaumont), Rhys Ifans (Ed Vulliamy), Adam Bakri (Yasar Gun), Ralph Fiennes (Ben Emmerson) y Hattie Morahan (Yvonne Ridley), cuyo estreno fue en octubre de 2019.

Es el año 2003, justo antes de la Guerra de Irak, los líderes de Inglaterra y Estados Unidos buscan una excusa para invadir el país de medio oriente; Katharine Gun es una traductora del Cuartel General de Comunicaciones (GCHQ por sus siglas en inglés) y filtra un correo electrónico clasificado que insta a espiar a miembros del Consejo de Seguridad de la ONU con el fin de coaccionarlos para que aprueben una resolución que autorice la guerra.

La película narra el escándalo mediático en el que se vio envuelto el ex primer ministro de Reino Unido Tony Blair, y el propio George W. Bush, quienes buscaban legitimar una intromisión bélica contra Saddam Hussein.

DE TRADUCTORA A UNA ESPÍA

Katharine Gun está sentada frente a su escritorio en la agencia de inteligencia británica (GCHQ) cuando recibe un correo electrónico de un tal Frank Koza, por entonces miembro de la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por sus siglas en inglés), quien solicitaba su cooperación para espiar a las delegaciones de los seis países que, en ese momento eran miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, Angola, Camerún, Chile, México, Guinea y Pakistán.

Era un viernes en pleno invierno británico, en febrero de 2003, cuando esta joven traductora de 28 años recibió ese misterioso mensaje que era una campaña secreta para interceptar teléfonos domésticos y oficiales, además de correos electrónicos con el objetivo de ganar votos a favor de la guerra contra Irak.

Hoy se sabe que para atacar al país de Medio Oriente, el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, y el primer ministro británico, Tony Blair, buscaban una resolución específica de la ONU que los autorizara a invadir, pues en caso contrario, corrían el riesgo de que la guerra fuera tildada de ilegal; por eso, el apoyo de estas seis naciones era clave.

DE ESPÍA A FILTRADORA

Katharine y sus demás compañeros de trabajo están pasmados con el contenido del email, pero su jefa les confirma su veracidad y les pide que cumplan con la petición; Katharine no logra sacarse de la cabeza ese correo electrónico; cuando llega a casa, decide contactar a Yvonne Ridley, una activista que tiene contactos con la prensa.

Pero ¿por qué la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos pedía hacer el trabajo sucio a una agencia extranjera?

Los servicios de inteligencia como la CIA y la NSA tienen prohibido espiar dentro de los Estados Unidos sin una orden judicial; por esa razón, si quieren hacerlo sin autorización, deben pedírselo a una agencia de un país amigo; en este caso a Inglaterra.

De tal forma, sería difícil probar que el gobierno americano haya ordenado espiar y grabar a los integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU, pero el plan de inteligencia se esfumó cuando Katharine Gun no quedó indiferente ante tal petición de espionaje.

El correo electrónico no era una simple solicitud, sino que el gobierno americano esperaba que el GCHQ cooperara para recopilar información doméstica y oficial de los seis delegados, el propósito era usar esa información en su contra con el fin de asegurar la segunda resolución de la ONU que autorizaría la invasión de Irak.

La decisión de Katharine ya estaba tomada: filtraría al mundo las pretensiones de la inteligencia estadounidense, arriesgando todo lo que tenía.

DE FILTRADORA A TRAIDORA

Yvonne Ridley contacta a Martin Bright a fin de que publique la historia, pero éste, como buen periodista, debe constatar la veracidad de la nota, así que junto con sus compañeros Peter Beaumont y Ed Vulliamy contactan a sus fuentes en inteligencia para asegurarse de que el lenguaje del correo fuera consistente y corroboran que la información es real.

Tres semanas después de haber filtrado la información, el diario británico The Observer publicó de forma íntegra el memorándum enviado por Frank Koza; en este reportaje, se acusaba a Estados Unidos de estar conduciendo una operación secreta con “trucos sucios”, y como era de esperar, los gobiernos americano y británico tuvieron que salir a dar explicaciones mientras diplomáticos de México y Chile ante la ONU proporcionaban más pruebas que demostraban que sus misiones fueron espiadas.

La agencia GCHQ inmediatamente comenzó una investigación interna para aclarar quién había filtrado la información; Katharine no pudo fingir y confesó, fue arrestada y retenida en la estación de policía en Cheltenham durante 24 horas, se declaró responsable y se enfrentó la furia del Estado, de parlamentarios y fiscales, de jueces y periódicos que gritaron: “Traición”.

DE TRAIDORA A HEROÍNA

Ocho meses después de su detención, Katharine es acusada de violar la Ley de Secretos Oficiales, y ahora debe enfrentar un juicio. Ben Emmerson será el abogado encargado de su defensa, pues ella alega haber ingresado al servicio para impedir las acciones terroristas no para torcer brazos en las Naciones Unidas.

La Ley de Secretos Oficiales impide revelar cualquier información que sea obtenida por la GCHQ, más si se pone en peligro la seguridad interna del país, y sanciona con cárcel cualquier infracción a la misma, pero ¿cómo defender a alguien que ha aceptado haber infiltrado la información?

Cuando llegó el momento del juicio, la fiscalía abandonó el caso sin ninguna explicación; se sabe que lo hicieron porque sería imposible continuar con el proceso sin arriesgar la seguridad nacional, ya que la defensa alegó la ilegalidad de la Guerra en Irak, pues el sustento de la misma era que la defenestración de Saddam Hussein, por aquello de las “armas de destrucción masiva”, pero nunca se encontraron pruebas de que existieran dichas armas.

Hoy en día hay un discurso para hacer la Guerra a Irán, pero ¿será que ahora si esté justificada o saldrá alguna otra Katharine que pruebe lo contrario?

La mejor respuesta la tendrá como siempre nuestro amable lector…

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