*Newton: Toda Acción Intensa Tiene Reacción Igual
*SRE en el Entredicho: ¿Aplica o no la Doctrina Estrada?
*Cárdenas, Echeverría, López Portillo y AMLO en la Encrucijada
*Se Fueron las Dictaduras Militares ¿y las de Civiles?
*De José Rubén Romero “Pito Pérez” a “Coco Manto”
*¿Desde el Exterior se Puede Impulsar una Revolución?
Por Nidia Marín
Otra vez la izquierda y la derecha se enfrentan en América Latina y México (hoy en el populismo) se involucra.
Es una nueva vuelta de tuerca en el argumento de las Relaciones Exteriores de nuestro país, aunque esta película ya la vimos: la vivieron los padres o abuelos de la época de los gobiernos del general Lázaro Cárdenas del Río y de Luis Echeverría Álvarez, hace 90 años y 50, respectivamente, así como José López Portillo, hace 45 años.
El diferendo con Bolivia era una crónica anunciada, actualmente tan simple como tener conocimiento de la tercera Ley de Newton: el principio de acción y reacción, es decir “todo cuerpo A que ejerce una acción sobre un B experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección, pero con sentido opuesto”.
Y la reacción del gobierno interino de Bolivia sobrevino, la cual, por cierto, no fue debido al asilo político que se le otorgó a Evo Morales, sino a la flagrante violación, por parte del expresidente boliviano, de la norma internacional al realizar acciones políticas y declaraciones sobre su país, desde México (y hoy desde Argentina), con España metida en el ajo.
¿AMLO se sintió Dios y Marcelo su apóstol al pretender intervenir en asuntos internos de otro país y a favor de un exgobernante que pretendía eternizarse en el mando? Que conteste la ciencia, porque se desconoce si la solicitud de asilo fue hecha por Evo Morales o si el ofrecimiento de asilarlo haya sido una orden del Presidente o una sugerencia del Canciller.
Y la realidad está presente. Bolivia, que presidía la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) no acudió a la ceremonia de transmisión de poder pro tempore a México, evento al que sólo asistieron 18 de los 27 cancilleres de las naciones que la integran.
Como consideró el experto Eduardo Bueno para El Sol de México: lo que se había planeado como una ceremonia en la que López Obrador podría lucirse como líder latinoamericano, terminará en una asunción rodeada de conflictos y con la ausencia de uno de los protagonistas, “eso hace prever que el presidente mexicano debutará con el pie izquierdo en uno de los organismos más importantes para la región”.
Al tiempo, en estos días, México internacionalmente se ubica en el entredicho, porque está en el limbo diplomático la utilización de la Doctrina Estrada, misma que nació en 1930 cuando Genaro Estrada fue secretario de Relaciones Exteriores durante el mandato de Pascual Ortiz Rubio (“El Nopalito”). Hoy, cuando esa tesis cumplió 89 años (27 de septiembre del año pasado) se desconoce si el gobierno de nuestro país continúa aplicándola o sólo cuando le conviene.
Si bien el régimen de Andrés Manuel López Obrador la utilizó en enero de 2019 para rechazar a Juan Guaidó como presidente encargado de Venezuela (y salvaguardar al represor Nicolás Maduro), todo indica que, sin decirlo, el régimen mexicano podría estar desconociendo al gobierno de Jeanine Áñez, en Bolivia.
Ello habla de lo tambaleante de la política exterior mexicana y del grosero rechazo del expresidente Jorge Fernando Quiroga Ramírez (“Tuto”) para con Andrés Manuel López Obrador a quien espetó: “cínico”, “cobarde”, “bellaco”, “sinvergüenza” y “matoncito”.
“Tuto” ha moderado su actitud y la semana pasada avaló la llegada del embajador Edmundo Font como nuevo Encargado de Negocios de México en Bolivia y quien estará al frente de la misma. Quiroga Ramírez dijo que era una buena decisión para normalizar las relaciones.
Sin embargo, no le valió de mucho porque el miércoles de la semana pasada hubo de renunciar al cargo de delegado presidencial, nombrado por la actual mandataria Áñez.
FRASE COMÚN, ¿SOY DE FACTO Y TU?
Por cierto, Quiroga Ramírez gobernó constitucionalmente durante un año, de 2001 a 2002. Era el vicepresidente del militar Hugo Banzer Suárez, también constitucional en ese segundo mandato, porque en el primero efectuado en la época de las dictaduras (de 1971 a 1978), tras de derrocar a Juan José Torres González, Banzer fue presidente de facto.
Aquel primer mandato fue azaroso. De Bolivia, el país con el cetro latinoamericano de golpes de Estado (24 en 70 años y muy peleado por Brasil) salieron periodistas, políticos e intelectuales. En ese grupo, por cierto, partió el apreciado Jorge Mancilla Torres “Coco Manto”, Premio Nacional de Cultura 2019, de Bolivia, el cual le entregó la ministra del área Wilma Alanoca Mamani (hoy asilada en la embajada de México y con orden de aprehensión esperando, presuntamente por acumulación de explosivos).
Coco Manto fue de aquellos que se asilaron en la embajada mexicana (era embajador Humberto Efraín Martínez Romero), tras la ocupación por los golpistas del palacio El Quemado y los asesinatos que se produjeron, como aquel del sacerdote oblato Mauricio Lefevbre. La etapa de las dictaduras militares concluyó en 1978.
Sin embargo, los golpes de Estado continuaron y nuevamente hubo de asilarse en la embajada mexicana durante los breves mandatos de Alberto Natusch Busch y Luís García Meza entre 1979 y 1980 y como embajador mexicano en aquellas tierras, Plutarco Albarrán López. Coco llegó a México y trabajó como reportero y columnista en Excelsior y Ultimas Noticias, hasta que fue nombrado por Evo Morales, embajador de Bolivia en México.
Hoy, este compañero periodista, nacido en la zona minera de Llallagua, en Potosí, en 1940, radica en Cochabamba.
La historia nos habla de nuestro pasado en relaciones exteriores. Los casos a relatar son ilustrativos y muy parecidos, en ciertas acciones, a lo que hoy sucede.
En estos relatos el diferendo no sería con Bolivia, sino primero con Brasil, con sus modalidades, después con Chile y el penúltimo en la etapa de García Meza, con Bolivia. Estamos hablando, pues, del antepasado y del pasado.
CONSTITUCIONALIDAD MATA DICTADURA
En la Historia de las Relaciones Internacionales de México, 1821-2010, trabajo coordinado por Mercedes de Vega y desarrollado por Guillermo Palacios con la colaboración de Ana Covarrubias, patrocinado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, queda claro una buena parte del camino de nuestro país en Latinoamérica.
Por ejemplo, refieren cómo las pugnas entre la izquierda comunista y la derecha fascista en América Latina provocaron un serio incidente entre los gobiernos de México y Brasil, “tal vez el más peligroso de cuantos se presentaron en ese renglón”.
Así, expresa Palacios, el 1 de octubre de 1937, conforme la polarización política se extendía a todos los rincones de la vida pública brasileña, con una buena participación del propio gobierno varguista (Getulio Vargas, ese año su primer mandato, luego cuatro veces presidente), cuyas indefiniciones y ambigüedades habían dado lugar a que se pusiera en duda la realización de las elecciones presidenciales que, en enero del año siguiente, debían indicar al sucesor de Getulio, los ministros de Guerra y de Marina de Brasil, “pretextando el incremento [de la] propaganda comunista”, anunciaron que solicitarían al Congreso la declaración del estado de sitio por noventa días, esto es, precisamente el periodo que debía dedicarse a la campaña política por la primera magistratura del país.
El embajador José Rubén Romero (michoacano polémico, autor de “La Vida Inútil de Pito Pérez”, entre otras obras) que había asumido la representación mexicana el mes anterior en sustitución de (José Manuel) Puig Casauranc, hizo una lectura clara -que resultaría plenamente acertada- de la situación: el gobierno de Vargas trataba de crear un clima artificial de amenazas al orden constituido para justificar un golpe y perpetuarse en el poder.
Desde los primeros indicios de la proximidad del rompimiento de las normas democráticas, explica el investigador, la embajada mexicana, recibió avisos de que pronto tendría que analizar diversos pedidos de asilo político, que se concretaron en los primeros días de octubre.
Mientras la cancillería brasileña aseguraba a Romero que los ciudadanos que se habían refugiado en la embajada no tenían nada de qué temer, voceros del movimiento de derecha llamado Acción Integralista Brasileña, dieron inicio a sus amenazas de ejecutar atentados contra la embajada y sus incómodos huéspedes. El 16 de octubre, ante la escalada, Romero pidió y obtuvo vigilancia policíaca especial para la representación mexicana, con lo cual cesaron inmediatamente las intimidaciones.
MÉXICO CONTRA EL ESTADO NOVO
El 10 de noviembre de 1937, Vargas dio un golpe de Estado que liquidó la república y estableció el régimen corporativo y autoritario llamado Estado Novo que, entre otras cosas, disolvió el Congreso y proscribió los partidos políticos, prohibió las huelgas, autorizó la reelección presidencial y facultó al presidente para escoger a su sucesor, narra Palacios.
La reacción de la Cancillería mexicana fue apegarse a la Doctrina Estrada, por lo que indicó al embajador Romero que debía “continuar relaciones normales con el gobierno brasileño sin hacer de esta simple continuidad diplomática motivo de ninguna nota o declaración”.
El mismo 10 de noviembre, día del golpe que instituyó el Estado Novo, la Cancillería mexicana avisó a Romero que el embajador brasileño en México, Abelardo Roças, había tenido una audiencia con el presidente Cárdenas, durante la cual le expresó que su gobierno consideraba que “algunos actos” de la embajada mexicana en Río de Janeiro significaban una “injerencia en los asuntos internos de Brasil”.
En efecto, pocos días antes, el embajador brasileño en México, Abelardo Roças, había recibido del Itamaraty una nota en que se le advertía:
[…] sobre la situación desagradable y delicada que nos está creando la actitud del Embajador mexicano aquí, interviniendo reiteradamente, por instrucciones de su Gobierno, en cuestiones de agentes comunistas. Además de abrir las puertas de su embajada a siete individuos sin gran relieve, es verdad, pero tampoco agitadores confesos [sic], el Embajador Romero se ocupó personalmente, hace pocos días, de conseguir el desembarque, en esta ciudad, de varios anarquistas y comunistas deportados de Buenos Aires para Europa, con el objetivo de conseguir que se reembarcaran de aquí para México. Dada la posición en que se colocó el Gobierno brasileño en la lucha contra el comunismo, esa actitud de la Embajada mexicana nos puede traer graves dificultades.”
Romero (explica el trabajo de la SRE) confirmó que el problema había surgido a causa de sus gestiones -realizadas por instrucciones de la Cancillería mexicana- a favor de deportados políticos que, provenientes de Argentina, habían pasado por Brasil aprisionados en las bodegas de un trasatlántico italiano que volvía a Italia, donde los esperaban las mazmorras o los paredones fascistas. A continuación, y diciéndose “Embajador de un país de estructura socialista”, Romero ofreció su renuncia por sentir que no contaba más con la confianza del presidente Cárdenas ni de la Cancillería, y por no concordar en que México mantuviera relaciones de “cordialidad” con un régimen que había atentado contra los principios democráticos.
“La réplica de la Cancillería, seguramente difícil de tragar en el ambiente explosivo que se vivía en Brasil en esos momentos, reafirmó, por un lado, la confianza en las capacidades profesionales del embajador Romero, pero le recordó que la cautela era necesaria “para evitar [la] innecesaria tensión con uno de los muchos países con que tendríamos que romper relaciones si pretendiéramos cultivar [una] vida internacional exclusivamente con estados democráticos impecables”.
Por su parte, Roças, que pensaba que Romero no comprendía bien la situación brasileña por estar recién llegado y venir del “ambiente rojo de España”, vio el nacimiento golpista del Estado Novo como una especie de desafío a lo que él mismo consideraba como el único modelo de gobierno específicamente latinoamericano que había existido hasta ese momento, el que había sido implantado por la Revolución Mexicana y que los regímenes posrevolucionarios habían tratado de convertir “en un postulado continental”.
Y TRAS LA DERROTA REPUBLICANA…
Pero no sería todo durante el mandato del general mexicano. Seguiría con España.
Dice Rosa Isabel Gaytán Guzmán sobre ese caso:
“La fallida apuesta de Cárdenas por la causa republicana colocó a la diplomacia mexicana en una disyuntiva tras la derrota republicana en 1939. La doble decisión del presidente Cárdenas de abrir las puertas del país a miles de refugiados republicanos y de no reconocer al régimen franquista supondría, una vez más, la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países…”
También precisa:
“Si bien Cárdenas fue sustituido en 1940 por el más moderado Manuel Ávila Camacho, la entrada de México en la Segunda Guerra Mundial y la derrota del Eje acabaron por decidir la política mexicana hacia la dictadura franquista. Tras algunas vacilaciones, la administración avila-camachista instrumentaría la defensa del exilio republicano y el cerco al régimen franquista como una forma de refrendar las cuestionables credenciales democráticas del régimen posrevolucionario, facilitando así la inserción de México en el nuevo sistema internacional de posguerra. Ello acabó convirtiendo la negativa mexicana a reconocer a la dictadura franquista en una de las señas de identidad de la política exterior e interior mexicana”.
EL CASO DE LAS OLEADAS CHILENAS
El otro caso del pasado fue el asilo a los chilenos en el mandato de Luis Echeverría Álvarez. Con motivo de los hechos del 11 de septiembre de 1973 en Chile y el bombardeo sobre el Palacio de la Moneda, realizado por aviones Hawker Hunter (y luego de sobrevolar su objetivo) atacaron la sede del gobierno con cohetes Rockets), el presidente Allende fue encontrado muerto en el salón principal junto al arma con la cual se suicidó.
Y sobrevinieron las oleadas de chilenos en busca de asilo no sólo en México, sino en el mundo. En el caso mexicano entre el 13 y el 25 de septiembre el asilo fue masivo. Hasta algunos carabineros lo solicitaron, pero les fue negado.
Así, la embajada en Chile también pidió protección de las nuevas autoridades, pero le fue negado. En una ocasión, el embajador Gonzalo Martínez Corbalá, acompañado del embajador de Suiza, hubieron de vérselas como pudieron frente a los carabineros. Después hubo disparos y algunos muertos afuera de la sede por lo cual prohibieron a los asilados asomarse a las ventanas. El 15 de septiembre inició el exilio y salió la primera camada de asilados rumbo a México, en un avión de Aeroméxico. El total fue de más de 8,000. En el exilio otorgado estuvo presente siempre “la no intervención”.
La dictadura chilena fue muy larga y por lo tanto el exilio político permaneció por cuatro sexenios de México: Luis Echeverría Álvarez (1970-1976); José López Portillo (1976-1982); Miguel de La Madrid (1982-1988) y Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).
¿VALIDO OBSTRUIR LA JUSTICIA?
En 1980, al final del mandato de José López Portillo, otra vez se presentaría una crisis, en este caso en Bolivia, tras el golpe de Estado del general Luis García Meza (quien sería derrocado por otro militar, Celso Torrielo Villa). El embajador mexicano Miguel González Taush hubo de recibir en la sede a más de 280 refugiados.
Hoy suman 9 los que se encuentran en la embajada de México en Bolivia, entre los cuales están aquellos que tienen presuntamente orden de aprehensión, además de la ex ministra de Cultura Wilma Alanoca son: el ex ministro de la presidencia, Juan Ramón Quintana; el ex ministro de Justicia, Héctor Arce; y Víctor Hugo Vázquez, ex funcionario en la dependencia de Desarrollo Rural.
Actualmente, el derecho de asilo no es aceptado por todos. Desde hace tiempo, aseguran los internacionalistas, la principal objeción que juristas norteamericanos y europeos hacen a esa práctica es que en los Estados democráticos no es posible sustraer de la justicia a criminales comunes, incluyendo a ofensores políticos, debido a que existe un sistema jurídico de defensa al que cualquiera puede acudir. En este sentido, consideran imposible aceptar cualquier derogación del Estado y, por lo tanto, rechazan al asilo como un instrumento del derecho internacional.
México no.
Pero tampoco impide que se cumplan las normas, porque los asilados tienen el deber de no mantener contacto con cualquier medio y con cualquier persona, ni hacer declaraciones y mucho menos desde el país que los recibió manejar movimientos y fuerzas de su nación para desestabilizar a las autoridades del momento. Evo no cumplió con México, ni está cumpliendo con Argentina.
Y mientras izquierda y derecha latinoamericana siguen a la greña, la pregunta es: ¿Desde el exterior se puede impulsar una revolución?
La respuesta es: sí.
¿Se vale?
Usted juzgue.