Por Itzel Toledo García
Los sonideros son las fiestas en los patios de las vecindades y en las calles de barrios populares en la capital mexicana en que se baila música tropical, cumbia, salsa, guaracha y otros ritmos afroantillanos. Gracias a enormes equipos de sonido y luz, tocadiscos y una variedad inimaginable de discos, los sonideros ponen música y van saludando a los asistentes, ya sea porque alguien lo solicita o porque alguien importante del barrio llega. Los sonideros no son únicos de la Ciudad de México, también los hay en otras partes del país, como Monterrey, León y Puebla. Los sonideros en Estados Unidos son una forma para muchos mexicanos de conectarse desde el extranjero con el barrio. Incluso ha habido sonideros en festivales como “Vive Latino” y en España. Se trata de un negocio rentable al que se dedican familias por generaciones.
El documental Yo no soy guapo (2018) de la mexicana Joyce García (1988-) presenta a los espectadores los sonideros en la capital mexicana, en el mercado de La Merced y Tepito. García nos deja ver la complejidad de un fenómeno como los sonideros: presenta la prohibición de los éstos por Gabriel Mancera en 2014 argumentando que hay pleitos y drogadicción en los mismos. No obstante, los personajes entrevistados en el documental señalan que esa prohibición pone en peligro una tradición de barrios donde la población vive en condiciones de marginación y se siente abandonada por el gobierno salvo cuando se necesitan sus votos en elecciones. Proponen, en cambio, que los sonideros representan una oportunidad de diversión sana y comunitaria. La directora, de la mano de Lupita La Cigarrita, nos muestra puestos en Tepito donde se vende una variedad inigualable de cumbias de diferentes partes de Latinoamérica. También nos adentra a la biblioteca de “El Duende”, un coleccionista que tiene discos de distintas décadas de artistas colombianos, puertorriqueños, mexicanos entre muchos otros.
En el documental pueden observarse las diferencias en los bailes según las generaciones: un movimiento más tradicional de cumbia en las generaciones más grandes, mientras que en los jóvenes se ve la integración de pasos más modernos, provenientes por ejemplo del rap. Además, podemos observar bailes entre parejas heterosexuales, homosexuales y trans con una variedad entre distintas generaciones, asimismo hay mucha gente escuchando la música y viendo a parejas bailar.
El sonidero entonces alberga una diversidad generacional y de género en la cultura popular capitalina. Aunado a ello, el documental de García invita a reflexionar sobre la historia de los sonideros y a recordar la importante labor de La Socia, la primera sonidera en Tepito, barrio que de manera oral la ha mantenido viva a pesar de su muerte en los años ochenta.
A lo largo del documental vemos reclamos por justicia social ante la desigualdad económica, ¿por qué al gobierno capitalino le importa más una zona como Polanco que Tepito? Aunado a ello, se exige una memoria justa e incluyente ¿por qué los sonideros no han dado más peso al papel de las mujeres en la historia oral de este fenómeno?
En Tierra Adentro el mexicano Javier Ibarra (1987) escribió sobre los sonideros en su artículo “De fiesta callejera: historia de los sonideros de Tepito”. Señala el autor que los sonideros se remontan a los años cuarenta del siglo XX y cuya época de oro fue entre 1970 y 1990. Los sonideros, nos explica Ibarra, son similares al sound system de Jamaica, el DJ ligado al hip-hop de Nueva York y el picotero colombiano. Menciona que los encargados de sonideros han realizado viajes por América Latina y el Caribe para conseguir los mejores discos y son “personajes que vienen de abajo trascienden a leyendas; ya sea porque viajan por las carreteras en sus tráilers, con sus equipos de luz y sonido para montar el baile en cualquier rincón del país, o porque siempre permanecieron como gurús del ambiente sonidero, sin ir más allá de los límites de sus barrios.” Anteriormente ellos fungían directamente como el vínculo entre esa música y la comunidad, pero actualmente se enfrentan a la fácil disponibilidad de música especializada en internet.
Ibarra nos recuerda que el baile en las calles de Tepito fue limitado por las autoridades por los pleitos y la delincuencia en los años noventa. Sin embargo, en lo que va del siglo XXI se ha reconocido la importancia de sonideros como Gloria Matancera, Casa Blanca, Puma, La Changa, Pancho y otros, como parte de los tepiteños que han llevado al barrio a la fama nacional e internacional, como lo han hecho futbolistas, boxeadores, escritores y personajes pícaros.
En 2018, el periodista musical estadounidense Max Pearl analizó los sonideros en el artículo de opinión “Sonideros: The Mobile Soundsystems of Mexico” en el sitio web Resident Advisor. Pearl puso énfasis en el hecho de que la música que se escucha en los sonideros ha conllevado un estigma social por mucho tiempo, en sus palabras: “Históricamente se ha visto como la música de las masas, y ha sido tratada con desdén por las clases altas”. Sin embargo, señala el autor, en la última década ha habido cierto interés por algunos jóvenes universitarios en conocer más esta música.
Pearl entrevistó a varios sonideros en Ciudad de México. Danny Alvarado (Sonido Confirmación), quien tiene la versatilidad de tocar sonidero en barrios y en fiestas privadas de gente de las clases media y alta, señala que la diferencia entre un sonidero y un DJ es la necesidad de establecer una conexión con el público, asegurarse de que siga bailando y de saludar a alguien que vaya llegando. Considera que los sonideros son la voz del barrio. Por su parte, Ramón Rojo (La Changa) lamenta que actualmente no puede presentarse ante los mexicanos en Estados Unidos debido a que fue encarcelado allá y no puede regresar al vecino norte hasta no pagar 10,000 dólares que adeuda por no haber pagado impuestos en sus cuatro giras por territorio estadounidense. La sonidera La Chikis Salsera relata que es un ambiente difícil para las mujeres pues son una minoría y es difícil que sean aceptadas; Marisol Mendoza, la activista cultural a cargo de Musas Sonideras, menciona que muchas veces las sonideras reciben comentarios machistas como “¿por qué no estás en tu casa lavando?” “deberías estar atendiendo a tu esposo”.
El documental de García y los artículos de Ibarra y Pearl nos invitan a pensar en los sonideros como un fenómeno que va de lo local a lo global: Tepito conectado por los ritmos y los bailes con Estados Unidos, Jamaica, Cuba, Colombia, Venezuela, etc. nos hacen considerar que, en vez de ver a los sonideros como algo a eliminarse, podríamos reconocerlos como parte importante de la cultura popular capitalina. Los sonideros conectan a diferentes generaciones, gustos y espacios, crean comunidad. Esta comunidad refleja problemas actuales de la sociedad mexicana como son el machismo y la falta de igualdad entre hombres y mujeres, pero también la existencia de una red transnacional entre mexicanos que habitan y se mueven en los Estados Unidos y la República Mexicana.