La Cumbre del Clima de Madrid logró un acuerdo que alinea la acción política para combatir la emergencia climática con las evidencias científicas que alertan que el ritmo actual de reducción de emisiones no es suficiente y con la creciente y cada vez más sonora demanda social.
El acuerdo aprobado obliga a los países a revisar al alza, en 2020, sus compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (las llamadas Contribuciones Nacionales Determinadas), una apuesta por una mayor ambición que se había convertido en el desafió principal de la cita.
Dos semanas de negociaciones en el marco de una Conferencia en la que, en paralelo, se pactaron numerosos acuerdos y se reforzaron algunas alianzas estratégicas para combatir una emergencia global.
Dos semanas también en las que el foco se desvió muchos días hacia algunos líderes que no intervenían en la negociación: la sueca Greta Thunberg, el exvicepresidente estadounidense Al Gore o el actor Harrison Ford.
Así, la Alianza por la Acción Climática que lanzó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la cumbre de Nueva York en septiembre, creció en Madrid y suma ya 73 países comprometidos a aumentar su ambición climática en 2020 y a alcanzar la neutralidad en carbono en 2050.
Cara y cruz, porque a esa alianza no se sumó ninguno de los países más contaminantes del planeta (ni Estados Unidos, ni China ni Rusia), ni superó la cifra de 100 países que Chile se había propuesto alcanzar en Madrid, aunque sí se adhirieron 400 ciudades de todo el mundo y casi 800 grandes empresas.
A quince días de la entrada en vigor del Acuerdo de París, la cumbre de Madrid (COP25) parecía una cita “de transición”, porque el único punto pendiente de desarrollar de ese pacto mundial es el artículo 6 que debe regular el mercado de carbono y ordenar el comercio de derechos de emisión en un sistema único para todo el mundo.
Pero las diferencias entre países son abismales, y a pesar de los avances que se lograron en Madrid, el consenso está todavía muy lejos y esa solución se ha vuelto a posponer, lo que no impide que el Acuerdo de París entre en vigor.
¿Una cumbre de transición?; parecía, pero resultó imposible que así fuera. Porque son 25 años, un cuarto de siglo de “cops”, y porque la presión había crecido durante los últimos meses de una forma exponencial.
Presión científica, porque los informes son cada vez más contundentes y alertan de que al ritmo actual no se puede cumplir el Acuerdo de París y frenar el calentamiento del planeta; y presión social, porque nunca antes se había registrado una movilización ciudadana tan contundente y sonora.
Son los jóvenes los que lideran ese grito con una reivindicación que resulta clamorosa: hay que pasar de la retórica a la acción; de las palabras a los hechos.
Reconocida como el “motor” de la ambición climática, la UE tuvo un relevante protagonismo en esta cita, por las idas y venidas de la nueva presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, y muchos de sus comisarios.
Y porque coincidiendo con la cita de Madrid, Bruselas lanzó el Pacto Verde Europeo que plasma los compromisos con la lucha contra el cambio climático y la apuesta por que Europa sea el primer continente en lograr la neutralidad en carbono -en el año 2050-.
Pero también porque el último Consejo Europeo, que se celebró en coincidencia con la cumbre, dejó patentes las reticencias de algunos países del este, todavía altamente dependientes del carbón, a conseguir ese reto de la neutralidad y porque la negativa de Polonia a sumarse al acuerdo europeo lo convierte en “no vinculante”.
Iba a ser “de transición” y no fue; pero lo que es seguro es que no va a ser de transición la conferencia número 26 (la COP26) que se celebrará en Glasgow el próximo mes de diciembre.
Los casi doscientos países que integran la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático tendrán entonces que comprobar quién ha hecho y quién no los deberes y revisado al alza sus compromisos para reducir las emisiones de los gases responsables del cambio climático.
Habrá concluido entonces el proceso para que Estados Unidos se salga definitivamente del Acuerdo de París, aunque antes de que se pueda completar la orden de Donald Trump hay elecciones en el país; y la cumbre, que le correspondía organizar a un país de la UE, se juega “fuera”, porque el “Brexit” ya será previsiblemente un hecho.