*Hubo Fuertes Expectativas, Pero no hay Cosecha
*El Debate fue Cercenado y hoy Priva la Imposición
*Propiciando la Lucha de Clases y la Fragmentación
*Muchas Promesas Quedaron en el Cajón del Olvido
Por Alejandro Zapata Perogordo
Haciendo un resumen sobre los acontecimientos de este año que termina, los cambios, las decisiones y los resultados arrojados, la conclusión obtenida es un ¡nada que presumir! Desde el discurso inicial el primero de diciembre, se plantearon metas y objetivos que despertaron fuertes expectativas; pasado el tiempo, estamos ciertos que no hay cosecha.
El debate, la confrontación de ideas, la reflexión y el análisis político y social en el ámbito público, obligado y necesario en un país que se precie de ser democrático, prácticamente ha sido cercenado para dar paso a la imposición. No existe espacio para la explicación, justificación o motivación, así es y punto. Lo vemos en obras como el aeropuerto de Santa Lucia; la refinería en Dos Bocas o; el tren maya, también en el desaseado proceso de designación de la Comisionada de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, por mencionar algunos.
El Presidente ha seguido su propia agenda, con decisiones en lo que ha denominado la cuarta transformación, ello no implica que sean correctas o adecuadas dadas las condiciones del país; en buena medida podemos afirmar que muchas de ellas son contraproducentes y nocivas, los resultados saltan a la vista.
La situación se torna cada vez más complicada, pues a la vez que se han mermado libertades por el clima de violencia y criminalidad que nos tiene a merced de la delincuencia, también es una administración sobresaliente al propiciar la lucha de clases y estimular la fragmentación social.
En este año los episodios críticos nos han dejado pasmados, sobre todo en materia de seguridad, se atribuye a la carencia de una planeación estratégica sin definir un destino con claridad, lo único que se percibe es la decisión de un solo hombre: ocurrente, intolerante y soberbio.
Por supuesto que el dialogo no es su fuerte, ni oye ni ve, simplemente ordena. Algunos que han sido críticos de su administración, los considera enemigos públicos, son objeto de descalificación, de escarnio y hasta de persecución.
Ante tal panorama, la misma libertad de expresión se ve amenazada.
Entiendo que las condiciones del país no estaban en sus mejores épocas, todos estábamos conscientes de ello, de ahí surgió su verdadera fortaleza social, la expectativa en aras de un profundo cambio la supo capitalizar en su candidatura. También es cierto que muchas de sus promesas, ante la imposibilidad de cumplirlas, las ha dejado en el cajón de los olvidos o bien, echándole la culpa a los de atrás.
La realidad nos indica que algo no funciona bien, los discursos contrastantes entre primero los pobres; el combate a la corrupción; reconciliación nacional; abrazos no balazos; crecimiento al seis por ciento anual; etc., frente a los fifís; conservadores; yo tengo otros datos; me canso ganso y; demás adjetivos utilizados, son mensajes encontrados y provocadores, ya no digamos las formas y acciones con resultados por decir lo menos: fatales.
Podemos afirmar que, ningún otro Presidente en las últimas décadas tuvo tanto poder como el actual; así como también los desastrosos resultados obtenidos prácticamente en todos los rubros y, para colmo la relación polémica con el Presidente Trump y la actitud condescendiente del gobierno mexicano.
A nadie le interesa que le vaya mal ni a México ni a la actual administración, el problema consiste en que no se deja, su obcecada actitud y su peculiar personalidad, muestran de nubarrones con indicios de tormenta.