Por Jesús Michel Narváez
Solamente los que padecemos de la vista podríamos justificar nuestra ceguera frente al comportamiento de las tribus que ahora conforman Morena después de hacer escuela en el PRD.
De dientes para afuera, los militantes “ambiciosos” –como les llama el Presidente a los que no entienden que la corrupción ya se acabó- hablan de la “unidad” pero la realidad los supera y lo que se vive en Morena justamente en la renovación de su dirigencia nacional es todo lo contrario.
Oficialmente, por decreto presidencial, hay UNIDAD en el partido oficial.
La terca realidad revela otros datos.
Faltan cinco días para que, parece que ahora sí, se realice el Congreso Nacional para determinar quién de los cuatro: Bertha Luján, Yeidckol Polevnsky, Mario Delgado o Alejandro Rojas se convierte en el nuevo esclavo, perdón, en el servidor político de la Presidencia de la República.
Y no se puede asegurar que será un Congreso democrático. Tampoco que mostrará una elección digna del movimiento que dice representar que en Morena no se roba, no se miente y no se engaña.
Porque se vive todo lo contrario.
Suponer que una encuesta para elegir a la nueva dirigencia se apegará a la verdad es no conocer cómo se las gastan los morenistas.
Sin duda, la encuesta que el parpeo del pato, cuya onomatopeya nos lleva al conocido ¡cua, cua, cua!, sembrará más dudas que respuestas de la legalidad.
Ya vimos, sin que fuera encuesta, cómo en el Senado se incrementan los votos como acto de fe a la multiplicación de los panes. Y eso que era una sesión pública en la que se presumía la presencia de los albos –por la pureza- escrutadores de la Cámara Alta.
Así que quien suponga que todo será miel sobre hojuelas el próximo sábado, se quedará con un palmo de narices.
Así es la ola guinda: con todos los vicios del antiguo PRD.
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