Cuatro observaciones a la elección argentina

Por David Marklimo

Es difícil hacer un balance electoral sobre un país que no el es suyo, sobre un sistema político que es ajeno y con el que no se trabaja más que cada cierto tiempo y de forma teórica y analítica. Pero, dado que el teléfono ha estado echando humo desde que se dio a conocer el resultado electoral en Argentina, parece pertinente poner por escrito algunas ideas y observaciones, producto de años, de discusiones a ida y vuelta con don Pablo Klimovsky, quien ha ido desde la guerrilla antiperonista en Tucumán hasta la defensa ferviente del modelo K.

Mauricio Macri.

Primero, el resultado electoral fue todo lo bueno que podía ser para las dos partes. Venció Alberto Fernández, pero no arrasó, lo que permite al Mauricio Macri, el presidente saliente, erigirse en una oposición fuerte. Han sido años duros para el peronismo, un partido parecido al PRI (es decir, de gen corporativista, atrapatodo, capaz de gobernar el país, las provinicias y las municipalidades), con un ansia terrible de poder y recursos públicos. Volver ahora, recuperar aquello que se cree propio, es un mérito político. Uno se pregunta si habrán aprendido de los años en el desierto y los primeros gestos parecen indicar algo nuevo: se han declarado dispuestos a trabajar junto a la oposición. Y han acudido al encuentro para fijar los tramites de la transición. La famosa unidad construida para esta campaña está ahora mismo en el ojo del huracán. ¿Quién gobernará? ¿Alberto Fernández, el que figuro en la boleta? ¿O Cristina Fernández, quien escribió un libro e hizo que los votos aparecieran a raudales? Un ejemplo mexicano puede ayudar: el 10 de abril de 1936, Lázaro Cárdenas, cansado ya de las intervenciones del General Plutarco Elías Calles tanto al interior del Partido Nacional Revolucionario (PNR) como del gobierno, decretó el exilio forzoso del expresidente de la República. Para explicar su decisión, en sus notas, Cárdenas anotó: “…los que pasan por la primera magistratura del país no deben aspirar a representar mayor autoridad política que el que tiene constitucionalmente la responsabilidad presidencial”.

Segundo, el resultado electoral es el que es por la pésima gestión de Mauricio Macri. No sólo no cumplió su propuesta de poner a Argentina a la altura de las otras economías del mundo, sino que desde 2018, el país ha entrado en una barrena difícil de manejar: devaluación, inflación, estancamiento y crisis. Uno de los errores de su gobierno y de su campaña fue creer más en la profundidad de los negativos ajenos que en arreglar los propios. Entre sus filas se repetía incesantemente el “no vuelven más”, pero los casos de corrupción dicen poco si la ciudadanía no ve mejoras en su bolsillo o en el sistema de impartición de Justicia. También, en términos de discurso político, el macrismo no logró articular nada perdurable. De inicio, su gran propuesta “unir a los argentinos” quedo en papel. En los últimos cuatro años, Macri nunca perdió la oportunidad de señalar a la oposición, y al kirchnerismo en particular, como responsable de todos los males del país. La famosa grieta, de la que tanto se quejaban, también fue utilizada … pero, de nueva cuenta, sin un ingreso en los bolsillos de la ciudadanía, de nada sirve un discurso confrontador. Es más, como bien sabemos en México, es un discurso que acaba quemado e inservible. Vale, ya sabemos que los priistas / peronistas son satanás encarnado, pero cuándo te vas a poner a trabajar para solucionar el país … es una frase que lo explica todo sin gran ciencia. Si no fuese por sus últimas semanas de campaña, parecería que Macri se conformó con su papel en la Historia: ser el primer presidente democrático no peronista que logra terminar su periodo. Aún así, ha sacado el 40% de los votos. Digamos que su último tramo de campaña fue estratosférico, reduciendo 7 de los más de 15 puntos que le habían sacado en las PASO (una especie de elecciones primarias no vinculantes). De durar un poco más la campaña, la distancia podría haber sido más corta. Macri partía de la necesidad de concentrar la gran cantidad de voto antiperonista y era imprescindible que los votantes adicionales se volcaran en  su favor de Macri. Eso no ocurrió, pues los votantes son muchas cosas, pero rara vez son masoquistas. Lavagna, otro antiguo peronista, sacó cerca del 7%.

Tercero: el desastre tiene varios nombres y apellidos, pero un sólo apodo: tarifazo. Sostiene Maquiavelo que no hay que meterse con el patrimonio de los súbditos. Macri no lo entendió. Los bolsillos ciudadanos fueron golpeados por los inclementes aumentos de luz, gas,  agua y el fútbol (que el peronismo había subsidiado y que se habían vuelto una carga insostenible para la economía).  A grandes rasgos, la pobreza y la desocupación aumentaron y se volvió a disparar la inflación. Argentina, según señala la Comisión Económica para America Latina (CEPAL), tiene pocas “multilatinas” (Techint, Arcor, MercadoLibre y poco más). Es decir, el peso del Estado en la economía es considerable. Esto ha ocasionado históricamente una crisis en la balanza de pagos que terminó de estallar en el 2018. Este año tuvo un impacto determinante en el deterioro de toda la economía: el peso se devaluó frente al dólar más del 100% Para colmo, parte de esa devaluación se la devoró la inflación. Como sabemos en México, la variable dólar-peso, siempre atrae otros males sobre el empleo y el poder adquisitivo. en una economía que lentamente, se abría la mundo, la crisis económica arruinó a centenas de pequeñas y medianas y empresas, el sector que más empleo genera. Y a las que quedaron se les complica la vida con tasas tan altas que no hay manera de acceder al financiamiento. En cuatro años, jamás se planteó una banca al desarrollo. Tampoco una reforma laboral.

Cuarto: la elección vuelve a poner en escena una pregunta interesante que nunca ha dejado el debate político del todo: ¿cuál es la responsabilidad del peronismo en la situación contemporánea de la Argentina? Desde el ascenso de Perón, el 17 de octubre de 1945, el peronismo ha gobernado la mitad de los cuarenta y los cincuenta, estuvo prohibido en los sesenta y debió gobernar media década en los setenta pero lo impidió un cruento golpe de Estado, perdió dos elecciones en los ochenta y gobernó toda la década de los noventa. El ascenso del Kirchnerismo -la última etapa del peronismo, como repiten algunos- se da en el 2003, gobernando hasta 2015. Es decir, el pernomismo cuenta con la experiencia de tres décadas de gobernar el país. Bajo esta óptica, decir que toda la culpa es de Mauricio Macri es sumamente irresponsable, a todas luces falso y muestra ganas de mirarse el ombligo. La corrupción, el aumento de la pobreza y la destrucción de la clase media, la presencia del hambre en las villas miseria, el narcotráfico en el norte y en Rosario, la caída de los salarios, el desprecio del peso argentino y el ahorro en dólares, el deterioro de la sanidad pública no son temas que aparecieron en 2015, ya estaban en la agenda pública desde tiempo inmemorial. Y como también sabemos en México, no son problemas que se arreglan en cuatro años. Es más, datos del célebre Thomas Piketty (disponibles en: http://wid.world/) muestran que en 1896 Argentina ocupaba el 5 puesto en materia de ingreso per capita a nivel mundial. Todavía, para 1945, antes del primer gobierno peronista, estaba -por poco- debajo de Australia. ¿Qué ha sucedido? En términos de desarrollo, de teoría desarrollista, hay mucho que replantear del modelo peronista. Macri, ante el reto de la Historia, evidentemente, no supo replantear nada.

Argentina entrará en el 2020 con un nuevo gobierno con múltiples pendientes. Un país devastado por el derrumbe económico, saqueado a lo largo y ancho del siglo XX y lo que va del XXI, con grandes problemas de infraestructura, con un déficit energético considerable y con la educación en caída libre (Argentina otrora el gran país cívico, el del profesor Sarmiento). Un tercio de los ciudadanos viven en condiciones de marginalidad y cerca de un tercio de la población económicamente activa se sostiene por los programas asistenciales del gobierno nacional o de los gobiernos subnacionales. ¿Qué salidas hay? ¿Es posible que quienes son parte responsable del desastre sean quienes lo solucionen? Es posible, claro, pero no probable, dice la experiencia reciente y la Historia. Parece que es Borges, el genial escritor, quien da con la tecla:  …. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez… Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor ¿Habré de recordar a los lectores del Martín Fierro y de Don Segundo Sombra que el individualismo es una vieja virtud argentina?

David Marklimo es internacionalista y politólogo por la UNAM. Maestro en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos por la Fundación Ortega y Gasset. Escritor, publicó Limpio no te vas y el poemario Peten en Waterloo. 

 

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