La protesta pacífica de los chilenos en reclamo de una sociedad más equitativa superó por primera vez a las manifestaciones violentas, que hasta ahora protagonizaban un estallido social sin precedentes que aún mantiene a casi todo el país en estado de emergencia.
Con cacerolas y cazos en las manos y con una consigna clara: «sin violencia», miles de chilenos lograron que su manifestación pacífica de descontento por una sociedad «sin abusos» se escuchara por encima de los episodios de violencia, aún existentes pero mucho más puntuales y esporádicos que en las pasadas jornadas.
«El pueblo ha despertado», se leía en alguna pancarta en una de las muchas concentraciones de la capital.
El toque de queda decretado de nuevo por el Ejército a partir de las ocho de la tarde en varias ciudades del país, lejos de ahuyentar a las personas, fue motivo de celebración, con los manifestantes voceando la cuenta atrás hasta la hora del comienzo de esta medida.
El mismo gesto de desafío al toque de queda y la autoridad militar se repitió en distintos puntos de Santiago y sólo el agua lanzada por los carabineros o el propio paso del tiempo logró despejar las concentraciones.
La jornada no fue del todo ajena al vandalismo ni estuvo falta de tensión. De nuevo hubo barricadas, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, desperfectos del mobiliario público y saqueos, en mitad de las marchas y también durante el toque de queda, pero en menor cantidad que en las jornadas anteriores.
La violencia esta jornada fue más visible, en algunos casos incluso desde muy temprano, en otras ciudades, como Valparaíso, Antofagasta, Temuco o Concepción, en este último caso con incendios de grandes proporciones.
El estallido social ha dejado 11 muertos y cientos de heridos desde la semana pasada, informaron autoridades.
El ministro de Salud, Jaime Máñalich, informó que hay 239 civiles heridos, ocho de ellos en riesgo vital. El titular de la cartera de Interior, Andrés Chadwick, dijo que 50 policías y soldados también resultaron heridos, en tanto la Fiscalia dio cuenta de 2 mil 151 detenidos en todo Chile.
El Instituto de Derechos Humanos reporta en tanto 37 heridos por arma de fuego. En tanto, el Senado aprobó por unanimidad el proyecto de ley que anula elñ alza del precio del pasaje del Metro de Santiago, alza tarifaria que motivó la protesta.
Mientras, el presidente Sebastián Piñera propuso un “acuerdo político” para enfrentar el estalido social.
«Mañana (martes) me reuniré con presidentes de partidos, tanto de gobierno como de oposición, para explorar y ojalá avanzar hacia un acuerdo social que nos permita a todos unidos acercarnos con rapidez, eficacia y también con responsabilidad hacia mejores soluciones a los problemas que aquejan a los chilenos», afirmó el mandatario en un mensaje público.
En un ambiente de tensión, con varios focos de protesta, los chilenos abordaron el primer día laboral tras el estallido de las manifestaciones más violentas desde el retorno a la democracia en 1990 con el fin de la dictadura de Augusto Pinochet. Muchos empleadores cancelaron las jornadas de trabajo y las clases estaban suspendidas en prácticamente todos los colegios y universidades.
Las autoridades calcularon en 20 mil los puestos de trabajo afectados por la destrucción y la bolsa de Comercio de Santiago cerró con una caída de 4.61%.
El gobierno ha condenado la violencia y llamado a la calma pero el presidente Sebastián Piñera, que hasta hace pocos días se refería a Chile como un “oasis” de tranquilidad, afirmó la noche del domingo que el país se encontraba “en guerra contra un enemigo poderoso”.
Con dos noches consecutivas de toque de queda tras decretarse el estado de emergencia en varias ciudades de Chile y cuando cundían los saqueos y pillajes en todo el país, vecinos se organizaron para evitar ataques a sus hogares.
La jefa de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, llamó a las partes a buscar un diálogo inmediato y urgió una investigación independiente de las muertes en los disturbios, además de destacar el uso excesivo de la fuerza militar.
En Argentina y Uruguay, cientos de personas apoyaron las protestas. En el consulado de Chile en Buenos Aires varios incidentes dejaron nueve detenidos.
La violencia de las protestas tiene a muchos perplejos, con miedo, aunque también expectantes de los cambios que se pueden venir tras el estallido.