Por Jesús Michel Narváez
Acostumbrado a ejercer el poder y vivir en la impunidad, Carlos Romero Deschamps perdió no solo la dirigencia del sindicato petrolero sino que enfrenta la pérdida de su libertad.
Sorprende que un individuo con la experiencia –por no decir mañas- como el jaibo haya entregado la renuncia –por escrito- ante el anuncio presidencial de que había ya dos carpetas de investigación en la Fiscalía General de la República y poco después, Santiago Nieto Castillo, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, hiciera pública la denuncia por “delito de operaciones con recursos de procedencia ilícita”.
Porque si alguien claudica y entrega un poder real es por haber llegado a acuerdos que le permitan evitar la vivienda menos deseada: la celda de un reclusorio.
Aunque este video ya lo hemos vivido en el país en regímenes anteriores, el actual, sin solazarse, sin frotarse las manos, sin publicitar las razones, orilla a Romero Deschamps a ser, en la práctica y a partir de ya, un virtual prófugo de la justicia. ¿Por qué cedió a las presiones y renunció sin negociar nada a cambio?… ¿acaso llegó a acuerdos que no se respetaron?
Si bien el exdirigente sindical no es ejemplo de honestidad –y sus hijos menos-, seguramente a lo largo de sus 26 años de secretario general del poderoso ente laboral de Pemex, aprendió cómo se ejerce el poder y cómo se enfrenta al poder público. Sin embargo, por lo hasta ahora poco conocido, todo indica que su reino se desmoronó como un castillo de arena edificado por un menor de edad.
¿Qué tanto le encontraron y qué tan larga es la cola, que entrega la renuncia, lo acusan en la FGR y se queda sin red de protección?
Las evidencias ofrecen una realidad. ¿Es la verdad verdadera? Acaso, y concediendo sin aceptar, el rey ha muerto y no hay quien grite ¡vida el rey!
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