Mis Héroes Pillos son

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill

Allá por la década de los ochenta, se escuchaba una cancioncilla infantil que se titulaba Mis Héroes Pillos son. Con letra de la productora televisiva Silvia Roche y música de Hardy Haberman, era interpretada por el actor Humberto Espinosa Magaña, -el Ecoloco- quien en el programa infantil Odisea Burbujas, hacía una suerte de serie pedagógica que duró varios años.

La canción, iba en un tono paródico y se elogiaba la labor maquiavélica de varios villanos del universo de la ficción. Entre ellos, la mítica creación de Bill Finger y Bob Kane, el Guasón. El némesis emblemático de Batman.

Signo de los tiempos, era del post modernismo, época de la corrección política y de un moralismo soterrado, los antes villanos ahora son convertidos en una suerte de anti héroes.

En Guasón (Todd Phillips, 2019), tres discursos narrativos y visuales toman fuerza y fortalecen la idea de la Sociedad del espectáculo, idea que acuña el sociólogo Guy Debord y analiza en un ensayo el Premio Novel Mario Vargas Llosa. Lo que antes era cultura pop, hoy asciende al término de cultura per se.

Para muestra basta mencionar que el filme ganó el León de Oro en Venecia, pero es un seguro Bolckbuster. Así no hay pierde.

En primer lugar, el filme que en una versión libre, retoma los orígenes del Guasón, se dirige a una generación que tiene un amplio bagaje visual. En la película, hay citas al por mayor. Desde un marcado expresionismo con todo el sentido de la rugosidad y monstruosidad que esto conlleva, sin olvida claro un entorno   onírico y pesadillesco que hace referencias a largometrajes como El Hombre que Ríe (Paul Leni, 1928) y pasa claro por El Rey de la Comedia (Martin Scorsese, 1983), hasta Taxi Driver (Scorsese, 1976). Lo anterior se ve en una primera lectura y mezcla una suerte de exquisitez, pero sin llegar a la pretensión.

En segundo lugar, nos encontramos con un momento culminante de la cultura pop: Guasón, así, sin Batman, comprueba que hay personajes que ocupan un espacio en el mundo de la ficción de forma independiente a su matriz original.

Lo anterior lo apuntaba el filósofo italiano Umberto Eco en Confesiones de un Joven Novelista: Es tal la fuerza de la cultura pop, que algunos de sus miembros en la fantasía, pueden desarrollar un universo propio y sin ser expertos en el tema, sabemos sus códigos y líneas argumentales básicas.

Y, en tercer lugar, queda el tema de la corrección política: suerte de anti héroe anarquista –que no es acusado con su mamacita- Guasón, (interpretado de forma magistral por Joaquin Phoenix), reivindica su rebeldía sádica y da una razón de ser al hambre de sangre que el personaje ha mostrado desde sus orígenes. Moralismo puro. El villano de marras de la ficción, debe tener un motivo. Moralismo puro para los millennials.

En un cofre de vulgar hipocresía, ante la gente oculta su derrota, un payaso con careta de alegría y  en el fondo tiene el alma rota: es Arthur Flick (Phoenix), quien el Nueva York de principios de los ochenta, sufre humillaciones por su escaso talento como comediante y cuida a su madre, la patética ex trabajadora doméstica Penny (Frances Conroy). Los consume la miseria, en medio de una huelga de barrenderos y para colmo la mujer tiene delirios de grandeza sobre el origen de su hijo

Flaco, cansado ojeroso y sin ilusiones, Arthur, es humillado hasta por sus payasos amigos. Recibe las burlas de un animador televisivo, prófugo de lo más patético del repertorio del tristemente célebre Paquito Stanley, Murray Franklin (Robert De Niro).

Así las cosas y en medio de una paleta de colores cetrina y una narrativa contenida que juega al thriller psicótico, Arthur tomará venganza. El filme, -hay que decirlo y tomo la frase con permiso de Denise Maerker- rebasa la mayoría del género sobre personajes salidos de comic. No es pionera, sin embargo, la industria  ha intentado  dar ese plus  desde hace tiempo, basta citar el western de universo  distópico  Logan   (James Mangold, 2017) pero si es un momento digamos cumbre.

¿Será un antes y un después dentro de la industria del cine?, en un acto de honestidad intelectual, las generaciones venideras de analistas serán quienes puedan decir con objetividad esto. El filme, no está exento de un furor mediático y si bien es un buen trabajo, hay que guardar cierta distancia.

263.4 millones de pesos y una gran cantidad de pantallas en México, comprueban por lo demás –más allá de los méritos o fenómeno mediático-, un muy detallado esquema de negocios.

Chu-Chu-Chu, signo de los tiempos, mis héroes pillos son.

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