Por Jesús Michel Narváez
Y no me diga que no se lo dije: el Cinturón de Paz, un remedo de los “monos blancos” italianos que cuidaron a Marcos en el 2001, fracasó en la marcha del 2 de octubre.
También fracasaron las divinas palabras surgidas de Palacio Nacional.
Porque los anarcos hicieron que los 12 mil integrantes del Cinturón de Paz fueran, literalmente, ante la agresión verbal y amenaza física de los encapuchados. Se quitaron las playeras blancas cuando les dijeron que eran policías disfrazados.
Las mujeres, las de la paridad de género en la policía capitalina, fueron rebasadas y hasta alguna de ellas salió herida.
Los anarcos hicieron de las suyas. Y sus papás, mamás y abuelos no se enteraron y por supuesto no los tundieron como ellos a los integrantes del “batallón antimotines” que simplemente fueron estatuas de sal ante las constantes violaciones a la ley.
Pero el Ciudadano Presidente minimizó la vandalización e incluso comentó que la ciudadanía se portó bien. Nada grave pasó, acotó en su conferencia de esta mañana.
Y como es su costumbre, se remitió al pasado. Hay que revisar lo que ocurrió en años pasados. Verán, expresó, que hubo mayor violencia.
Repitió que a los conservadores no les gustará revisar el pasado.
La diferencia, Ciudadano Presidente, es que sus antecesores no le pidieron a los marchistas, a los anarcos, que se portaran bien o los acusarían con sus mamás, papás y abuelos. Y solamente como recuerdo: en ninguna de las 50 marchas que se han realizado desde la tragedia de Tlatelolco hubo muertos. Con todo y la represión, en efecto, que se ejercía. ¿De qué presumir, entonces?
Usted si lo pidió. Y lo grave es que no le hicieron caso. No basta con minimizar los hechos. Hay que reconocerlos. ¿O también tiene otros datos?
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