*Políticas Cíclicas y Contra Cíclicas Ante la Adversidad Persistente
*Importaciones al Cielo y Presión Inflacionaria al Tipo de Cambio
Por Jaime Contreras Salcedo
Abril de 1998. Caía la tarde primaveral en Washington, DC, en una cafetería cercana a las oficinas centrales del Fondo Monetario Internacional, en donde se celebraba la primera de dos reuniones anuales de este organismo multilateral y la cual sería histórica por dos cuestiones centrales: México ya no era el tema prioritario de la agenda económica global y nuestro país se dedicaba entonces a reestructurar a plazos más largos y con tasas mucho más cómodas los enormes pasivos multimillonarios que teníamos con diferentes bancos privados, el propio FMI y el Banco Mundial.
Gracias al apoyo de la propia entidad nacida en 1945 en Bretton Woods, New Hampshire, y por ende de la ONU, además de la administración de William Clinton, resurgíamos de las cenizas, gracias entre otras cosas a las recetas del Fondo, así como el manejo adecuado del mercado interno, súper vapuleado luego de los errores de diciembre de 1994.
En esa cafetería estaba el titular de las finanzas públicas, José Ángel Gurría Treviño, con solo tres meses y medio en el cargo, y este reportero. Decía que, en cualquier momento habría de entrar al cafetín de marras el primer gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, entidad autónoma por mandato de ley, a partir de los cambios en las normas respectivas que impulsara el mandamás de Los Pinos, Ernesto Zedillo Ponce de León.
Ahí nos comentó el economista tamaulipeco, Gurría pues, que a principios de enero de ese año, cuando ni siquiera tomaba posesión del cargo, ya se le había encomendado una pesada loza: recortar el presupuesto ya aprobado por el Congreso para ese ejercicio ante una verdad irrebatible e inconfundible: el precio internacional del petróleo se debatía en retroceso y el West Texas Intermediate, de entonces, rondaba los 12 dólares con 25 centavos, así que ya puede usted imaginar por dónde andaba el crudo mexicano de exportación. En efecto, los 10 dólares con 85 centavos.
Pero ya en el inicio de la primavera la mezcla nacional de petróleo que se vendía en los mercados internacionales empezaba a repuntar paulatinamente y con certeza. Los conflictos en Medio Oriente atizaban ese repunte, aunque, desde entonces –con un naciente Tratado de Libre Comercio, en medio de pugnas por el control del poder, con el atosigamiento del EZLN mediático más que efectivo- el cóctel parecía advertirnos de otros problemas que se nos empezaban a configurar y que pocos analistas advertían, pero que tenía muy bien calculado el entonces secretario hacendario: las importaciones podían empezar a subir de precio, cosa que para una economía que importaba desde entonces buena parte de sus alimentos, y justamente muchos de ellos, como el propio maíz, provenía de Estados Unidos, ni más ni menos.
Ese encarecimiento, debía ser contrarrestado de una u otra manera mucho antes que pesara sobre el resto de los agentes económicos y, en especial los niveles de inversión y el resto de los precios que regían todo el mercado del consumo doméstico. El horno no estaba para bollos, mucho menos si se tomaba en cuenta que el país apenas estaba empezando a salir de una espiral inflacionaria que estuvo a punto de paralizar a toda la economía, la que decantó justamente de la crisis devaluatoria de finales de 1994 y principios de 1995.
Ángel Gurría, como le gusta que lo presenten a la fecha, conocía para 1998 las flaquezas del sistema y había aprendido mucho de la crisis de la deuda externa que tuvo que encarar con su otrora jefe y antecesor, Jesús Silva Herzog, a mediados de la década de los noventa. La publicidad que se hizo entonces al recorte presupuestal, bien incendiada por la oposición, incluida la de izquierda como habrá de comprenderse, no atemorizó al sistema que enarbolaba el funcionario quien sacó adelante el paquete económico propuesto para 1999, pero ya con ritmos de crecimiento superiores al 5 por ciento, aunque sus más recalcitrantes críticos le hicieron ver, desde entonces, que esas cifras provenían de una base muy baja –con datos incluso negativos al final del salinismo y principios del zedillismo- y, por ende, podían ser susceptibles de manipulación para los fines que al sistema le conviniera. Los del propio Gurría.
En aquel café washingtoniano, una de las frases favoritas de este políglota personaje, desde aquellos tiempos, era que México debía y tenía la obligación de crecer con bases ciertas para que no se repitiera jamás una crisis tan dolorosa como la de aquellos tiempos y para “no recoger al país hecho guijarros, debajo de la alfombra de la Historia de la humanidad”. Y vaya que lo logró, aunque el sistema político mexicano nunca se lo reconoció y, al contrario, mientras Zedillo se llevaba todas las luces y Vicente Fox el poder, Gurría ni siquiera pudo entrar el Congreso por la vía plurinominal, como era entonces su aspiración, y se tuvo que auto exiliar antes de que el sistema le cobrara a la usanza nacional algunas de las facturas que quedó a deber a los protagonistas damnificados en aquellos tiempos que parecen lejanos y no lo son tanto.
Dicen los que hablan de maldiciones y lugares comunes que la historia se repite y que no hay nada nuevo bajo el sol. Con la nueva problemática que ahora encara el mundo en materia energética, si bien se incrementan, de inmediato los petro-precios, al mismo tiempo se disparan las adquisiciones de los bienes y servicios obtenidos allende nuestras fronteras.
De nueva cuenta veremos presiones sobre los precios de los alimentos que importamos, de las gasolinas, del diésel y del gas, así como el servicio de toda la deuda externa pública y privada.
Si el propio jefe del Ejecutivo ha dicho que no subirá “en términos reales” el valor de la gasolina al consumidor, no tendrá otra opción sino la de elevar el subsidio que se otorga a los automovilistas, camioneros y autobuses de pasajeros y de carga, so pena que se piense que pueden tapar el sol con un dedo o, peor aún, que la tormenta pasará de la noche a la mañana y que en unos cuantos días se superará el problema del Oriente Medio y, por tanto, sería jugar con las expectativas que como que no están muy dispuestas a tenerle mucha paciencia al inquilino de Palacio y al que trabaja en la oficina de al lado, también en los recintos palatinos, al Presidente ni al secretario de Hacienda. ¿O sí? ¿Y la moneda, apá?
¿Y si hablamos de las precauciones elementales a considerar antes de que el payaso haga de las suyas en la economía familiar?, indagaron estas Lascas Económicas, al hablar con otras piedras monumentales que se han creado en las últimas horas y que no paran de chocar entre ellas ante el desconcierto imperante. De ello hablemos en la próxima entrega, en este mismo espacio. Jacs95@hotmail.com.