Fuerzas Armadas, ley e Impuestos

Las Revueltas de Silvestre

*Los Ejércitos Nacionales Deben ser Motivo de Respeto

*España e Inglaterra: Copiar sus Fuerzas de Seguridad

*La Pléyade Multimillonarios Evasores de Impuestos

Por Silvestre Villegas Revueltas

Desde el siglo XVIII hasta la actualidad, para el mundo moderno y en particular, lo concerniente al pacto de gobierno que celebran por un lado “el pueblo” y en el otro extremo “sus autoridades” legítimamente electas, y por lo tanto arropadas con la delegación de “un poder suficiente” para acometer actos de autoridad que son propios de cualquier gobierno, ya en el terreno de la vida diaria dichas autoridades deben brindar seguridad a través de cuerpos armados cuya acción se fundamenta y se circunscribe en todo un entramado de leyes a propósito. Y en otra sección de la teoría pactista, las autoridades de cualquier país están obligadas a proveer de todos los elementos físicos y espirituales para conseguir “la felicidad de la nación y de sus habitantes”. Para materializar lo anterior, un paso necesario y que nunca ha gustado es el cobro de impuestos. Las cargas fiscales únicamente son positivas si transformadas en servicios públicos -léase escuelas, hospitales, vías de comunicación, etcétera- alimentan el bienestar de la ciudadanía. Dicho lo anterior ¿qué está pasando en los Estados Unidos Mexicanos?

Al igual que cualquier persona sensata, más allá de la comentocracia, veo con gran preocupación el poco satisfactorio desgaste a que están sometidas las fuerzas armadas del país. Si las bajas de elementos ocurren por enfrentamientos violentísimos con las bandas del crimen organizado, diríamos que desgraciadamente es el riesgo consustancial a pertenecer al Ejército, Marina, Guardia Nacional y diversas policías. Pero cuando los medios de comunicación reproducen que soldados, marinos y policías son atacados con piedras y palos, desarmados, escupidos y en algunas ocasiones maniatados, porque “tienen la orden de no agredir” al opuesto agresor, verdaderamente dan ganas de mentar madres, y uno se queda perplejo de que sus comandantes acaten órdenes insensatas, pero sobre todo peligrosas, porque al vulnerar el accionar del ejército se está rompiendo el único valladar que queda en la república frente al caos que significa el reino de los carteles y demás tipo de crimen organizado. No estoy abogando por el accionar de fuerzas armadas y policiacas como en los peores años de 1970, 1980 ubicadas en Guatemala, Chile, Haití, Argentina, Uruguay y demás horrores, incluido el México de las tenebrosas policías federales o las estatales como las del Estado de México y el BARAPEM de triste memoria.

Por el contrario, las policías y como último recurso los ejércitos nacionales deben ser motivo de honor y respeto entre la ciudadanía, no es que las fuerzas policíacas fueran una legión de ángeles, pero hoy dichos cuerpos en España e Inglaterra, por citar dos ejemplos, son fuerzas que deberían ser copiadas aquí en la república mexicana. Yo me acuerdo que siendo estudiante en Inglaterra, la plaza de Trafalgar es el lugar céntrico de Londres para manifestarse, y en aquellos años un grupo de estudiantes estaban inconformes por la subida de las colegiaturas universitarias, leyeron, gritaron, bailaron. Todo iba bien, pero cuando unos radicales/vándalos, que no anarquistas, se dirigieron a la City de Londres, pintaron el primer automóvil y rompieron los primeros vidrios, les cayó toda la fuerza policiaca con gases, garrotazos, etcétera. Inglaterra es un democracia y por ello mismo respeta y hace respetar la propiedad privada igual que la pública, que es la de todos los que pagan impuestos; en cambio aquí en México, grupúsculos radicales queman Ciudad Universitaria, pintarrajean El Ángel de la Independencia, ellas destrozan mobiliario, vidrios y computadoras del Poder Judicial, y las fuerzas del orden (sic) no hacen nada para impedirlo siguiendo mandatos de sus superiores que tienen un miedo atroz en aplicar la ley –ello ha sucedido en los últimos sexenios y yo lo llamaría como “el síndrome del 68”.

Finalmente entramos al tema de los impuestos. Desde que existen los gobiernos que encabezan estados nacionales o imperios multiétnicos el cobro de impuestos es una actividad diaria que puede ser justa, pero que en términos generales a nadie le gusta pagar impuestos. Ya lo decía el moralino Benjamín Franklin, el buen ciudadano debe plantar árboles, donar libros a la biblioteca pública y pagar impuestos. Respecto al caso de México, desde los tiempos de la Nueva España el gobierno colonial español fue muy eficiente durante 300 años para cobrar puntualmente impuestos; lo mismo hicieron los miembros del clero regular y secular con los fieles de la Santa Iglesia Católica. Cuando el país se convirtió en una república independiente, durante el siglo XIX y buena parte del XX el tema de los impuestos ha sido asunto de innumerables reformas y contrarreformas.  Desde los tiempos de Santa Anna, pasando por la post Revolución Mexicana y últimamente a partir de las privatizaciones en tiempos de Salinas de Gortari ha existido una pléyade de beneficiarios multimillonarios que han evadido el pago de impuestos; los ha habido grandes empresarios, bolsistas, banqueros y alta burocracia a niveles federal y estatal, proliferando despachos de abogados, contadores y notarios que se han especializado en defraudar al fisco mexicano. No he leído las reformas que últimamente planteó el gobierno de López Obrador, pero me acuerdo que al inicio del gobierno de Peña Nieto éste trató de poner en cintura a los defraudadores fiscales, y la gritería fue igual a la que hoy está creciendo. Es evidente que México tiene un deficiente sistema de recaudación sobre todo a comparación de otros países, pero la pregunta y exigencia que hacemos los millones de contribuyentes mexicanos es: no solamente deben pagar los grandes evasores fiscales, sino que tales impuestos deben ser manejados con sabiduría por parte del gobierno mexicano y los estatales amén de los municipales. Que los impuestos sirvan para equipar un hospital o mejorar el transporte público es del todo comprensible y loable, pero que diversas autoridades utilicen los impuestos para crear “boulevares”, edificios mastodónticos como el elefante gris que iba a ser el Congreso del estado de Hidalgo en Pachuca y demás construcciones eminentemente corruptas, estas últimas son acciones que no deben ser toleradas y si se realizan deberían ser denunciadas y sus responsables sujetos a procedimientos  judiciales. Desde tiempos del conservador Lucas Alamán, la recolección y el positivo uso de los impuestos han sido y son para México una asignatura pendiente.

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