Sonora: El neo–Chili Western Histórico

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill

Fiel a los arquetipos del género, que de hecho le dan solidez y dan forma a la historia que parte de una anécdota mínima, Sonora, dirigido por el hábil narrador Alejandro Springall, funciona como un chili western formal, aunque en algún punto se toma sus libertades.

Porque en el filme, las referencias cinematográficas son una parte importante de la historia   que incluso se da tiempo para tener un devaneo moral y político en el discurso.

La película, que reúne en el elenco a una parte de la plana mayor de los rostros de cine mexicano (Dolores Heredia, Joaquín Cosío, Juan Manuel Bernal, Fernando Becerril, Harold Torres), no tiene rubor en recurrir a La Diligencia (John Ford, 1939) aun y cuando el guion está basado en La Ruta de los Caídos, una historia de Guillermo Munro Palacio, reconocido novelista sonorense.

Y el armado de la trama también recurre al cine nacional, con clímax que recuerda al clásico Viento Negro (Servando González, 1964), aunque Sonora, resulta una historia más coral.

Sonora, funciona como neo western, por el vestido exterior del filme y las pulsiones de los personajes que se encuentran identificados en una primera lectura.

En 1931, en medio de actos de racismo en contra de la comunidad China, doce personas se proponen cruzar el desierto de Sonora en un Chrysler 1929 para comenzar una nueva vida en Mexicali. Al volante va la empoderada prematura Alma (Giovanna Zacarías), ya que su marido, Aarón (Flavio Medina), dueño del automóvil y que cobra a los pasajeros por el traslado enferma antes de iniciar el recorrido.

Entre las personas que componen el grupo, se encuentra el oficial racista rubio que lee el libro Mi Lucha de Adolfo Hitler, Sánchez (Juan Manuel Bernal), quien funciona como villano sin matices y la trae en contra de una familia de chinos.

De hecho, en una redada previa al viaje maltrató a Lee (Jason Tobin), ante los ojos de   la pequeña Anita (Abbie Del Villar Chi), hija del joven chino.

Al carro se sube también el gringo traficante de alcohol Tony (Ben Miliken) con su escudero Yuma Joe (Rafael Cebrián), de origen mexicano. El neurótico Pedro (Erando González), la recatada Doña Rosario (Dolores Heredia) y el idealista Marcos (Harold Torres), quien se quiere ligar a la vivilla Pilar (Carolina Molva) y, además, sube a su alcohólico tío Emeterio (Joaquín Cosío, que se esfuerza pero está instalada en Armandaro Valle de Bravo), un indio yaqui que será el guía.

A partir de estos caracteres muy bien definidos, que no alteran para nada su trayectoria, Springall construye un relato bien intencionado y de buena manufactura, con una fotografía más que destacada de Serguei Saldívar Tanaka y la excepcional música de Jacobo Lieberman, que se encuentra entre lo mejor del filme.

Sonora, no está exenta de algunos problemas de ritmo, por momentos es demasiado discreta aun en sus instantes de clímax, pero la manufactura es buena y la historia, -un melodrama discreto con metáfora política en contra de la discriminación, y que funciona como libertad hacia el género de parte del director-, es sencilla pero redonda.

Su vestido exterior, a la western, es de mucho más valor, que cualquier comedia mexicana que funcione como remake de cine gringo. Springall es directo en lo que presenta; sus personajes, no tienen rugosidades: los villanos tienen una misión, y la trayectoria, por medio de un viaje infernal, es clara.

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