Por Nidia Marin
Agolpados los recuerdos, salían a trompicones en la voz de “La Diéresis”, mientras “El Prosódico” escuchaba, acerca de dos “famiglias”, una mañana de 1998 en el salón de los Virreyes.
-Ni cómo olvidarlo, aunque 20 años no es nada. Hace poco más de dos décadas hasta el antiguo Palacio del Ayuntamiento arribaron Cuauhtémoc Cárdenas, primer Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y la titular de la Secretaría de Gobierno, Rosario Robles Berlanga, así como los integrantes de su gabinete (Roberto Eibenschutz Hartman, Alejandro Encinas, César Buenrostro, Clara Jusidman, Alejandro Gertz Manero y Jesús González Schmall) los 16 Jefes delegacionales y varios asambleístas, entre los cuales estaba Dolores Padierna Luna… con el ceño fruncido.
La Asamblea Legislativa del D.F. había designado a la economista sustituta de para ocupar la Jefatura de Gobierno, porque el ingeniero había renunciado a la misma para llevar a cabo su tercera campaña en busca de la Presidencia de la República.
Las hostilidades estaban abiertas entre ambas mujeres, ya que doña Lola, de la misma manera que doña Chayo (en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la UNAM), traía una larga carrera en organizaciones diversas entre éstas la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación y además estaba casada con (“il marito”) René Bejarano Martínez y juntos habían integrado la Corriente de Izquierda Democrática del PRD, confrontada con el ingeniero Cárdenas Solórzano, la economista Robles Berlanga, el ingeniero Buenrostro y otros funcionarios del momento.
Así que aquel día, era evidente la ira de doña Lola en el Salón de los Virreyes, sentados alrededor, exactamente debajo de los cuadros de aquellos 63 gobernantes del virreinato, con sus miradas de tres cuartos de perfil, sus bigotitos rojizos o negros y sus barbas de candado o de chivo, todos portando sus enormes cuellos de lechuguilla con el plisado de ondas almidonadas en tejido de lino. Como escribió Antonio Hurtado de Mendoza: “Mocetón de chapa / mártir de nuevas cuchillas / que ondas azules va / pasando su rostro ya / un golfo de lechuguillas”.
Nadie los miraba, con todo y que en las manos de aquellos oleos, muchos sujetaban las instrucciones de gobierno o un bastón de mando. Menos doña Lola, quien enfurruñada veía con gran severidad al ingeniero Cárdenas quien junto a Rosario Robles conducían la ceremonia del anuncio, ya que la toma de posesión de la primera mujer jefa de gobierno de la Ciudad de México (¡eso calaba y mucho!) se efectuaría después.
La realidad es que siempre hubo rivalidad entre ambas integrantes de la izquierda mexicana, nacidas en los años 50’s (Rosario en 1956 y Dolores en 1958). Después se desataría el infierno que una mayoría recuerda, donde la manzana de la discordia se llama Andrés Manuel López Obrador.
Las “famiglias” actuaron, por un lado “el señor de las ligas”, René Bejarano y por el otro Carlos Ahumada, del que se enamoró Rosario Robles y sigue siendo su ave negra.
Seguramente aquel día de 1998, bajo los óleos virreinales, sobre el asiento de los antiguos sillones de “pluma” y de “zapatito”, repujados en cuero, quedaron dos borsalinos, uno color naranja y, otro, gris rata. Bajo el primero había un cheque que decía: “pagadero en 2019”.
A lo mejor “Il nipote” (sobrino) llegaría a ser togado y cumpliría la promesa. ¿O no?