*Cuando el Gobierno “se Hacía de la Vista Gorda”
*Negociaciones “Detrás del Biombo”, Pero Legales
*Refugio de la Izquierda: Educación Pública Superior
*Dictadura Revolucionaria del Proletariado: no Funcionó
Por Ezequiel Gaytán
He conocido dos grandes grupos de abogados en el debate acerca de la línea que separa la legalidad de la ilegalidad. En el primero me dicen que es muy delgada y que es incorrecto negociar dentro de esa delgada raya. El segundo grupo me argumenta que es una línea lo suficientemente ancha para negociar dentro de la misma y es posible llegar a acuerdos sin que sean ilegales. Tal vez el segundo grupo de abogados sea malicioso y, hasta donde conozco, el mayoritario. Pero eso no significa que una o la otra parte sean las verdaderas. En lo personal pienso que ambas tienen razón según el caso.
Lo anterior viene a colusión porque el actual gobierno se desempeña de manera legal, es cierto, pero dentro de la ancha línea que arriba aludí. Es decir, gobierna con ciertos matices que parecen poco ortodoxos, pero dentro de la legalidad. Supongo que eso se debe a que durante las décadas de los años cuarenta, cincuenta, sesenta y hasta 1977 los partidos de izquierda estaban prohibidos, por lo que un grupo muy significativo de la izquierda mexicana se refugió primordialmente en las instituciones de educación pública superior, específicamente en la UNAM y el IPN, desde ahí formó cuadros y reclutó a brillantes intelectuales. Por su parte el gobierno “se hacía de la vista gorda” y permitió que “detrás del biombo” o dentro de la línea de la legalidad, los rectores y directores de dichas instituciones negociaran con esos grupos y se les permitieran algunas concesiones tales como plazas de investigación y docencia, publicaciones, algunos puestos y artículos de papelería.
Con la Reforma Política de 1977 las izquierdas se organizaron en partidos políticos, pero no dejaron de llegar a acuerdos “detrás del biombo”, pero con los gobiernos priistas y panistas. Y claro siguió manteniendo su presencia en la educación superior pública.
Ahora que la izquierda llegó legítima y legalmente al poder, insiste en realizar trabajos que de ninguna manera se les podría calificar de ilegales, pero tampoco son jurídicamente ortodoxos, ni transparentes. Tal es el caso en las negociaciones con los dos sindicatos magisteriales.
Que los gobiernos en todo el mundo no hagan públicos todos sus acuerdos políticos con grupos organizados al interior de sus soberanías se basa en razones de seguridad pública y seguridad nacional lo cual me parece comprensible, aunque suene cínico. Que el gobierno actual se vea obligado a negociar e incluso ceder con lo que históricamente hemos denominado las fuerzas vivas, tales como sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, asociaciones de intelectuales, centrales campesinas y grupos patronales es su deber porque la política es la conducción de la sociedad obteniendo el mejor de los resultados en situaciones no elegidas y debido a que también es su deber mitigar el conflicto social y la escasez ya que el desarrollo y la gobernabilidad son su responsabilidad.
Lo que me sorprende es que pareciera que la fórmula de negociación a la que más recurre la actual administración es a la que se acostumbró cuando la izquierda estaba proscrita, es decir a llegar a acuerdos detrás del biombo o desplegar estrategias múltiples de activismo entre jóvenes y grupos marginados que utilizaba como vanguardia en las manifestaciones a fin de martirizarse. La diferencia es que ahora que gobierna quiere negarle a la oposición libertades que gozó durante las últimas cuatro décadas, tal es el caso de la libertad de manifestación como la acotó en el estado de Tabasco o manipular con eufemismos el tema de la reelección o descalificar y desclasificar libros y autores en las bibliotecas públicas porque piensan de manera diferente.
La izquierda nunca ha sido un grupo monolítico ni en México ni en el mundo, pero en los países que ha conquistado el poder democráticamente como son los casos de Chile, Francia o España ha sido cuidadosa de no atentar en contra las libertades a las que alguna vez se refirió a ellas con tono despectivo de burguesas, pues entendió que la idea de la Dictadura Revolucionaria del Proletariado no funcionó y las sociedades no caen en la falsa dicotomía entre libertad o igualdad, pues lo que deseamos es equidad con libertad.
De lo que se trata es de gobernar con inclusión, tolerancia y leyes que respeten los derechos humanos. También de aprender a utilizar el ancho de la banda de la legalidad en favor del desarrollo nacional. Pero de ninguna manera es modificar la ley detrás del biombo con grupos radicales y afines a la actual administración para restringir las libertades que tanto trabajo nos costó conquistar.