Autocelebración Presidencial

Por Nidia Marín

Un homenaje organizado por él y para él, es lo que se estará festejando hoy, lo que ninguno de los últimos ocho presidentes de México, en cincuenta años por lo menos, habían hecho: autoelogiar su llegada al poder.

Pero como dice la canción: “Cambia lo superficial, / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar /Cambia todo en este mundo”. Pues sí, todo cambia, a veces para bien, en ocasiones para mal.

Lo cierto es que desde Echeverría hasta Peña Nieto ningún mandatario mexicano se había autorganizado una celebración con acarreo y todo.

¿Por qué? Bueno en el caso de Luis Echeverría Álvarez, el 5 de julio de 1971 cuando se cumplía el año de haber ganado las elecciones, estaban muy frescas las imágenes del halconazo ocurrido 25 días antes, el jueves de Corpus, es decir el 10 de junio y lo menos que podía festejarse era la llegada al poder del que fuera secretario de Gobernación con Gustavo Díaz Ordaz.

En el caso de José López Portillo, el 4 de julio de 1977, cuando se cumplía un año de haber triunfado electoralmente no había necesidad de autocelebrarse porque venía pegando con tubo, no sólo por el restablecimiento de relaciones diplomáticas con España, suspendidas durante la dictadura de Francisco Franco, sino por la convocatoria en marcha a las asociaciones políticas, académicas y ciudadanos a concretar lo que sería la gran reforma política mexicana.

Miguel de la Madrid Hurtado, el 4 de julio de 1983, al año de su llegada al poder, estaba más ocupado en resolver la problemática derivada de miles de refugiados guatemaltecos que cruzaron la frontera, se asentaron en Chiapas y pidieron al gobierno mexicano no ser repatriados con Efraín Ríos Mont en el poder. No se autofestejó, pues.

Lo mismo ocurrió con Carlos Salinas de Gortari el 6 de julio de 1989, un año después de haber ganado las elecciones. Aquel jueves, estaba preocupado por las malas noticias que recibió su partido el PRI al perder en el proceso electoral de principios de julio de ese año la gubernatura de Michoacán obtenida por el PRD, así como la gubernatura de Baja California ganada por Acción Nacional.

En cuanto a Ernesto Zedillo, al año de haber ganado la elección, el 21 de agosto de 1995 no estaba el horno para bollos, ya que aumentaba la deuda pública externa, disminuían los tesobonos, aunque Zedillo señalaba que ya había pasado lo peor, pero predecían la caída del PIB del 5% al 8% en 1995 y se estancaba el dialogo con el EZLN en Chiapas.

Vicente Fox, el 2 de julio de 2001, al cumplirse un año de su triunfo, aun no digería que se hubiera escapado del penal de Puente Grande, Archivaldo Guzmán Loera, “El Chapo”, primera fuga del capo a la que seguirían otras más. Y por ello, Fox estaba más metido en las cuestiones de seguridad, aunque aún no lapidaba su “bono democrático” que le había facilitado que México ingresara en fast track al club de las democracias. No se autofestejó.

Tampoco Felipe Calderón el 2 de julio de 2007 hizo barullo. No, un año después del cuestionado triunfo en las urnas con el 0.56% y siete meses más tarde de haber declarado la guerra al narcotráfico la situación era muy complicada y realmente no había nada qué festejar, la violencia escalaba y el número de víctimas también.

El mandatario Enrique Peña Nieto, quien triunfó electoralmente el primero de julio de 2012, al año de ganar estaba en espera de que se llevaran a cabo las elecciones estatales (el día 7) en Baja California, Chihuahua, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Sinaloa y Tamaulipas. Estaba más ocupado pues en tomar las riendas de su mandato, sobre todo tras la visita en mayo del presidente de Estados Unidos Barack Obama, a México.

Y, en fin, hoy, no obstante las crisis que pesan sobre nuestro país, la de migrantes, del sargazo, de los desaparecidos, de la grave inseguridad con asesinatos y secuestros, de los recortes de empleos y presupuestales, hay festejo auto-organizado.

¡Qué se diviertan!

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