Por Jesús Michel Narváez
Aquella desbandada del PRI en 1987, generó un cisma del que aún no se reponen sus dirigentes, pasados y presentes.
Eran los tiempos en que el PRI tenía el poder y aunque fueran cientos, miles los que o abandonaran, no pasó nada.
Sí, se creó una fuerza de izquierdas que con el paso del tiempo provocó dolores de cabeza hasta que terminó difuminándose.
Hoy sin embargo, cuando se debate entre la vida y la muerte, el PRI pierde un personaje que si bien no demostró ser político-político si demostró a lo largo de sus 46 años de militancia lealtad y entrega a los principios de su partido.
El nada sorpresivo retiro de José Narro Robles de la contienda por obtener la aprobación de la militancia para convertirse en el nuevo dirigente del CEN del PRI, abre las puertas de par en par y no es de dudarse que por ello salgan muchos más que no están de acuerdo en que se hayan cargado de los dados y estén programados para que caigan del lado en el que se encuentra Alejandro Moreno.
Los comentarios por la renuncia no solo a la candidatura sino a la militancia partidista se multiplicaron durante la tarde y noche de ayer.
Los celulares eran utilizados para saber las razones. La dirigente interina, Claudia Ruiz Massieu lamentó la partida. Ivonne Ortega, otra aspirante, llamo a sus seguidores a seguir adelante e impedir que la cúpula se quede con el partido.
Por la tarde, el Foro de Exlegisladores demandó una asamblea con carácter de urgencia para conocer los efectos de la dimisión de Narro y qué procede.
Dos influentes priístas –integrantes del Consejo Político Nacional- adelantaron a este espacio que lo correcto sería posponer la elección programada para el 11 de agosto.
Mañana le daré más información. Por lo pronto, la partida de Narro Robles es uno de los más severos golpes recibidos por la dirigencia actual. Y quizá solamente sea el primero de muchos que podrían darle en las siguientes horas.
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