Por Jesús Michel Narváez
Aumentan las quejas de los derechohabientes porque les cambian las citas programadas, no hay medicinas, carecen de atención porque han sido despedidos cuando menos 5 mil doctores, enfermeras, anestesiólogos y más.
En el Instituto Mexicano del Seguro Social no hay nada que festejar. Porque ni siquiera se ha podido aclarar el tema de la guardería ABC.
Pero Germán Martínez, el que renunció y Zoé Robledo, el que lo sustituyó, aparecieron ayer en una larga fila de fotos enviada por la coordinación de comunicación social, sonrientes y felices.
El que se fue realizó una severa crítica a la forma en que la Secretaría de Hacienda, la de Carlos Urzúa, retuvo recursos para la operación del IMSS; no solo eso: también criticó el neoliberalismo que practican en esa dependencia. Hizo pública la escasez de medicamentos, de personal, de equipo y de mecanismos que dieran servicio a sus derechohabientes.
Fue el escándalo de mayo. Porque representó la primera renuncia de un funcionario de primer nivel en el gobierno del Ciudadano Presidente. (Unos días después sería la segunda baja, pero ya no causó el revuelo de la primera).
Si lo que Martínez es verdad, Robledo estaba obligado a mostrar cómo recibía la institución. Y contra lo que pudiera pensarse, el exsubsecretario de Gobernación se deshizo en elogios para su antecesor.
Finalmente se hizo la “ceremonia” –porque así le llaman- de entrega-recepción en las oficinas centrales del IMSS en Paseo de la Reforma.
La espaciosa oficina del titular del IMSS, vaya que es grande. En la gigantesca mesa que se encuentra allí, ambos se mostraron afables. Uno con el otro. Nada de gestos de fuchi o huácala.
Todo fue alegría.
Primero fueron sonrisas y al final carcajadas.
Y uno se pregunta: ¿por qué las hienas ríen si comen excremento?
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