*Seguimos Siendo una República y no una Monarquía
*Representación Popular: Voto Libre, Directo y Secreto
*La Laicidad no fue Modificada en el Artículo Tercero
*Hoy Escenarios Poco Halagüeños en el Corto Plazo
Por Ezequiel Gaytán
Nuestra Constitución Política dice a la letra en el artículo 40: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental”. El cual define jurídicamente nuestro régimen de gobierno. Ahora bien, desde el punto de vista político se habla de que estamos viviendo un cambio de régimen, lo cual no me queda claro, ni preciso. Veamos, la Constitución ha sufrido modificaciones en la actual gestión, pero seguimos siendo una República y no una monarquía, habrá elecciones para gobernador en Baja California y en Puebla y otras entidades elegirán a sus ayuntamientos y diputados locales en contiendas electorales organizadas por el Instituto Nacional Electoral (INE), luego entonces sigue imperando la representación popular mediante el voto libre, directo y secreto, la laicidad no fue modificada en el artículo aludido y tampoco en el tercero constitucional en materia educativa. Los estados de la República y la ciudad de México gozan de soberanía y tienen representantes locales y federales en el Senado y en la Cámara de Diputados. Lo que si podemos cuestionar es la capacidad y lo competentes o incompetentes que son nuestros gobernantes, pero no veo en ni lo jurídico ni en lo político, hasta el momento, algún indicio que encienda luces y nos diga que estamos en una transición de régimen o en una transformación estructural como fueron la Independencia, la Reforma y la Revolución. De hecho, lo que observo es una conceptualización de eso que Daniel Cosío Villegas denominó “El estilo personal de gobernar”.
Después de diecinueve años de que Vicente Fox asumiera la Presidencia de la República y se iniciara la alternancia partidista, mi evaluación es que fue un “quítate tú, para ponerme yo”, debido a que su gestión fue un despilfarro de grandes cantidades de dinero sin que se tradujese en infraestructura, careció de habilidades de negociación con los partidos políticos de oposición, no mejoró significativamente la calidad de vida de los mexicanos y no disminuyó en términos reales la pobreza.
Lo mismo ocurrió con Felipe Calderón y en cierta medida fue un continuismo de su antecesor.
Quien tuvo la oportunidad de cambiar fue Enrique Peña con sus reformas estructurales, empero fue un gobierno desaseado, que no pudo o no supo concretar algunas de las reformas impulsadas con lo que dejó estancado al país en ciertos rubros, como el educativo. Aún más, su popularidad fue, desde que se miden los índices de aceptación de los gobernantes, de desaprobación. De ahí que el regreso del Partido Revolucionario Institucional fue un nuevo “quítate tú, para ponerme yo”.
La actual gestión aún no es evaluable y sería deshonesto medirle a seis meses de iniciada. Sin embargo, el tema es que en asuntos económicos y de Administración Pública, el gobierno sigue sosteniendo inercias y comportamientos que no se distinguen esencialmente de las tres administraciones anteriores. Por supuesto que hay cambios visibles, como es el caso de la comunicación social y la reforma laboral que impactará en la vida sindical. Pero en materia económica se aprecia que los escenarios son poco halagüeños en el corto plazo. De ahí que pareciese que no estamos viviendo un cambio de régimen, sino una vez más del estilo personal de gobernar.
Lo anterior no es algo negativo, más bien podría verse, desde el punto de vista del vaso medio lleno, como algo positivo, pues me refiero a que las instituciones mexicanas son sólidas, ya que su construcción obedece a una decisión del pacto social, político, económico, administrativo y cultural templado con 200 años de historia. Su marcha es una singularidad normalizada por la trascendencia de voluntades inmersas en nuestras raíces que proyectan reglas y normas que nos dan identidad. Además, la vida institucional tiene más ventajas, tales como las de obedecer a estructuras amoldables a los gobiernos, crear orden y reducir la incertidumbre. La sociedad se identifica con ellas y debido a su existencia las apoya, pues procuran la marcha de la nación.
La independencia cambió las estructuras institucionales de la nación y dejamos de ser una colonia gobernada por un virrey, la Reforma nos dio identidad y forjó las bases de la modernidad y la Revolución las proyectó con la idea de la justicia social. Por lo que yo me siento orgulloso de nuestras instituciones y les agradezco que me hayan dado educación, me proporcionen servicios de salud y procuren mi satisfacción material y de calidad de vida. Por supuesto que fallan en ciertos rubros, basta citar el de la seguridad pública. Pero en lo esencial y lo fundamental ellas me dicen que no estamos cambiando de régimen, lo que leo del diagnóstico actual es que estamos, hasta el momento, ante un nuevo estilo personal de gobernar.