¿Hay un Retorno al Gansterismo Sindical?

Por Nidia Marín

Nos están borrando la sonrisa. Conforme pasan los días se va transformando en una mueca exponente de la angustia. Los hechos de sangre de los últimos días son motivo de enorme preocupación. Los asesinatos selectivos de “los charros”, como les denomina la izquierda, es decir de dirigentes de la CTM, nos remiten a pensar en el gansterismo sindical, en la fórmula más drástica para quitar de en medio a quienes estorban a las nuevas generaciones (o no tan nuevas) de aquellos que pretenden los liderazgos.

Pareciera una vuelta a los nefastos años setenta y ochenta del siglo pasado. Esperemos que no sea así.

En tan sólo una semana se han perpetrado varios asesinatos de gente vinculada con la Confederación de Trabajadores de México. Los primeros en el centro de Cuernavaca, Morelos y el otro en Salamanca, Guanajuato, donde fue muerto en un atentado Gilberto Muñoz Mosqueda, secretario general suplente de dicha central obrera y dirigente del Sindicato Nacional de Petroquímica y Similares, aunque ya apareció una manta en la cual el cártel de “El Mencho” se adjudica el crimen.

Pero la duda queda, porque en el primer caso, el asesinato ocurrió a nueve días de haber sido aprobada la Reforma Laboral en el Congreso de la Unión y en el segundo, a 12 días.

En dichas reformas sobresale el establecimiento de la libertad y democracia sindical, ya que todos los trabajadores tienen derecho a formar parte de un sindicato y a constituir gremios sin necesidad de autorización previa, así como a ejercer su libertad de adhesión o separación en un sindicato, además de que la elección de las directivas sindicales (previa convocatoria que se emitirá con una anticipación no menor a 15 días) se realizará mediante el voto personal, libre, directo y secreto de los afiliados.

También los gremios podrán adherirse a las Federaciones de Sindicatos de Trabajadores, de acuerdo con sus normas internas, aunque tienen prohibido hacer propaganda de carácter religioso; ejercer la función de comerciante, con fines de lucro; usar la violencia con los trabajadores libres para obligarlos a que se sindicalicen y fomentar actos delictivos contra personas o propiedades. Esto último, todo indica, penosamente ya está ocurriendo.

La reforma aprobada también contiene un nuevo sistema de justicia laboral, ágil y expedito, fundamentado en el respeto al Estado de Derecho.

Hoy, pareciera, la forma de lograr contar con la gente agremiada es la fuerza bruta y la eliminación del contrario. No lo sabemos con certeza y serán las autoridades las que obligadamente deberán informar de estos crímenes sean perpetrados por un asesino solitario como ocurrió el pasado 8 de mayo con el empresario Jesús García y el líder cetemista Roberto Castrejón o bien sean llevados a cabo por uno o más sicarios en una emboscada, tal y como ocurrió con Muñoz Mosqueda.

Ello ocurre, por cierto, después de que el pasado 9 de mayo los cetemistas ganaron en Ciudad Acuña, Coahuila, por una diferencia de 166 votos, la titularidad del contrato colectivo de trabajo en la empresa metalúrgica Arneses de la firma PCK contra los mil 18 que votaron a favor del sindicato minero de Napoleón Gómez Urrutia. La votación, cosa extraña, se llevó a cabo en un campo deportivo en presencia de miembros del Ejército, con lo cual quedó en entredicho la militarización del proceso.

Todo indica que le esperan días nefastos al movimiento obrero en México. Ojalá y nos equivoquemos. A nadie conviene en estos tiempos de elevada inseguridad que se traslade a ese o a otros sectores la violencia, en este caso política.

Por favor ¡ya basta! Se requiere orden en este país. A nadie convienen las confrontaciones que, al parecer, se están desatando y mucho menos que en las altas esferas de la nación guarden silencio.

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