*Hoy Pelean el Cetro “El Mencho” y “El Marro”
*Antes Estuvo “El Chapo” Hasta que lo Extraditaron
*Chucho “El Roto” fue de los Pioneros en la Materia
*Hoy Hasta Nombre de Institución va a Tener
Por Nidia Marín
Este trono mexicano nunca ha estado vacío. Mucho menos en lo que va del siglo XXI. Siempre ha existido el llamado “enemigo público número uno”. Hoy también. La lucha por el cetro está entre “El Mencho” y “El Marro”. A lo mejor son peleando en anhelado asiento.
Y sucede de tal manera después de que el 19 de enero de 2017 fue extraditado a los Estados Unidos Joaquín “El Chapo” Guzmán luego de varias décadas de reinado, con lo cual por cierto, Miguel Ángel Osorio Chong, entonces titular de Gobernación, se sacó la espina enconosa que significó que hubiera escapado en 2015 de una prisión de máxima seguridad (el Altiplano) y fuera recapturado seis meses después (por tercera vez) en Los Mochis, Sinaloa.
Todas las naciones tienen su enemigo público número uno. Entre los más famosos están, por ejemplo, en Estados Unidos, John Dillinger, aquel ladrón de poca monta que, en mayo de 1933, quedó en libertad, tras haber pasado ocho años en la prisión de Indiana, por el atraco de un comercio. De inmediato volvió a las andadas, aunque con una nueva banda. Lo suyo, lo suyo era violar la ley, por lo cual en cuatro meses atracó bancos y todo tipo de tiendas. En septiembre, fue arrestado en Dayton, Ohio, y encerrado en la prisión de Lima. Al día siguiente, cuatro miembros de su banda, junto con seis hombres más, se escaparon de la prisión estatal de Indiana, se presentaron en la de Lima, liberaron a Dillinger y asesinaron al sheriff.
Y ya no hubo tiento polocial alguno. El 22 de julio de 1934, en la puerta del Biograph Cinema de Chicago, John Dillinger murió a causa de los disparos de varios agentes federales, conducidos al lugar por su novia a quien, hasta la fecha, se denomina “la mujer de rojo”.
El Reino Unido ha tenido varios. John McVicar, fue uno. Era un muchacho malo de Londres que se especializó en arriesgados atracos a los más importantes bancos de la ciudad. Fue capturado y encerrado en una prisión de máxima seguridad, de la que logró escapar. Años después, se reinstaló por completo en la sociedad.
Francia tuvo el suyo. Robó más de 100 bancos y joyerías. Se disfrazaba, no para robar, sino para gastar el dinero (Gian-María Volonté y Alain Delon lo interpretaron en el cine). Este singular delincuente fue bautizado por Il Corriere della Sera como “el solista de la metra”, porque en todos sus robos llevaba, en el estuche de un violín, un arma que jamás disparó. Fue buscado por la Interpol y la policía de media Europa, acusado de más de un centenar de robos de bancos y joyerías, hasta que fue capturado en Francia y sentenciado a 20 años de trabajos forzados, en 1965.
Este hombre, cumplió la mitad de la condena en cárceles de máxima seguridad y en un manicomio donde escribió novelas y pintó cuadros, hasta que, en 1977, hizo historia al ser el único caso de un detenido que, en virtud de sus méritos artísticos, fue indultado por los presidentes de dos países: el francés Pompidou y el italiano Leone. También la UNESCO, la UNICEF y varias academias culturales de Europa lo premiaron.
Nosotros en México no cantamos mal, aunque más silvestres. En el pasado alcanzaron el título, por ejemplo, Chucho “el Roto”, “el Tigre de Santa Julia” y Paco “El Elegante” cuyas andanzas también han brillado en las marquesinas.
Hoy hasta los quieren premiar. Dijo el Presidente Andrés Manuel López Obrador la semana pasada que está trabajando en una iniciativa de ley para conformar “un instituto que devuelva, de manera pronta y expedita, todo lo que se le confisque a la delincuencia organizada y a los políticos corruptos”.
Sería, dijo, un “Robin Hood” o un Chucho “el Roto” contra los corruptos. Y llegó a la memoria el viejo chascarrillo: mientras no sea un ¿Hood Robin o Roto el Chucho y les roben a los pobres para darles a los ricos?
Por cierto, algo más que alcanzó la mente fue la vecindad donde vivió Chucho “el Roto”, quien por cierto no entregaba todo a los pobres, sino que se quedaba con la mayor parte de sus rapacerías.
Esa casa se ubicaba en la calle de La Soledad atrás de Palacio Nacional, oficina a la que su principal persecutor, Porfirio Díaz, como presidente iba diario. No lo pudo atrapar a pesar de estar a unas tres cuadras.
Años después lo detuvieron en Veracruz y dicen que lo mataron, más la leyenda señala que al abrir el ataúd estaba lleno de piedras.
Sin embargo, a mediados del siglo XX, en la misma vecindad donde vivió había dos accesorias, una donde estaba la tienda de abarrotes La Eréndira y otra una bonetería.
El dueño de esta última, a quien le llamaremos don Pepe, un día tratando de ampliar una puerta de su negocio encontró un tesoro en monedas de oro y plata, presuntamente robadas por Chucho “el Roto”.
Don Pepe se volvió un próspero comerciante, pero falleció a los pocos meses, dicen que intoxicado por los gases que desprendió aquel tesoro. Tal vez haya sido cáncer y no gas alguno.
Lo cierto es que Chucho “el Roto” no entregaba todo el producto de lo robado “a los pobres”. Esa es una reverenda tontería. En el siglo XXI quién la cree.