El dictador venezolano, Nicolás Maduro, marcó ayer 27 de abril como el día en que Venezuela “se liberaría” de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero el líder opositor Juan Guaidó logró imponer su presencia en el organismo, en un movimiento que le otorga poder para influir en el destino del continente americano.
El venezolano Gustavo Tarre, representante de Guaidó ante la OEA, ocupa el asiento de Venezuela desde mediados de abril y ya puede participar activamente en el organismo con su voto.
“Esto sirve para aumentar la legitimidad internacional. Cada día Maduro está más solo”, dijo Tarre, que el 9 de abril recibió el apoyo del Consejo Permanente de la OEA para convertirse en “representante permanente” de Venezuela por designación del Parlamento en Caracas.
Tarre ya ha adelantado que una de sus prioridades será la “vuelta” de Venezuela al Sistema Interamericano de Derechos, cuyos pilares son la propia OEA, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), con sede en San José (Costa Rica).
Técnicamente, según el reglamento del organismo, cualquier país que denuncia la Carta de la OEA puede retirarse cuando se cumplen dos años de ese acto, pero sólo si está al día en el pago de sus deudas, que en el caso de Venezuela ascienden a 12 millones de dólares.
Maduro no pagó esa deuda, pero los representantes de Guaidó han asegurado que la asumirán para permanecer en el mecanismo panamericano, por lo que de facto Venezuela sigue dentro de la organización.