Por Jesús Michel Narváez
Hasta ahora, de las figuras que aparecen en monedas y billetes, ninguna es de Andrés Manuel López Obrador.
¿Por qué no es emperador?… Aún…
¿Por qué no es un héroe como presuntamente lo fueron Hidalgo y Morelos?… ¿o no es un artista como Diego y Frida?
De ahí la sorpresa que en viernes Santo el ciudadano Presidente invoque la bíblica pregunta-respuesta de Jesús a sus enemigos, los fariseos y los herodianos y concluyera que lo sabio era dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. ¿Acaso Andrés Manuel es César o alguien más poderoso? Es pregunta.
¿Qué se le tendría que dar al moderno César, si lo es o a Dios si ya se considera como tal?
No le bastaron los 30 millones de votos que le otorgaron sus seguidores, probablemente con discapacidades visuales y hasta mentales, y que lo llevaron a la Presidencia de una REPÚBLICA representativa, democrática, laica y federal, compuesta por Estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior, y por la Ciudad de México, unidos en una federación establecida según los principios de esta ley fundamental.
Que quede claro: República no Imperio.
Los votos no representan el reconocimiento a un conquistador que doblega y sacrifica a sus adversarios o enemigos. Los sufragios lo condujeron a Palacio Nacional –construido por los salvajes españoles- para rendirles cuentas a todos los habitantes y no solo a sus seguidores. Los votos no lo hicieron emperador y menos dios, salvo prueba en contrario.
No tengo la menor idea de para qué sacó la bíblica frase y justamente en el día más importante de la liturgia católica.
Si usted entendió, hágamelo saber. No veo en AMLO ni a Dios ni al César.
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