Por Jesús Michel Narváez
Hace unos días, en una de sus mañaneras, el Presidente habló de la democratización en los sindicatos. Valoró y en mucho, el voto secreto para elegir a los nuevos dirigentes de las importantes centrales obreras y de los llamados organismos democráticos.
(Para él, sin embargo, la votación a mano alzada es la que tiene peso. Dígase si no cuando consultó al pueblo bueno y sabio en Poza Rica para saber si mantenía su tibieza frente a los ataques de Donald Trump o se enfrentaba abiertamente. Ganó la prudencia).
En aquella mañanera expresó que ya tenía reservado un lugar en primera fila para verificar la limpieza en la elección del SNTE.
(Una tanta cuanta intromisión en la vida interna de los sindicatos, pero eso no lo arredra).
Con la aprobación de la reforma laboral por parte de los diputados, se estableció que los puntos torales de la misma son; desaparición de las Juntas de Conciliación y Arbitraje, los contratos colectivos, la democratización sindical y la elección de sus líderes.
(¿Y si los trabajadores eligen a un dirigente que no le cuadra al Ciudadano?).
Presumiblemente esta reforma tiene la mano del senador Napoleón Gómez Urrutia, quien con su nueva central pretende convertirse en el “líder de líderes” del sector obrero.
(Una nueva versión de Fidel Velázquez pero recargada).
Porque como se advierte, el congresista cuenta con el respaldo del ciudadano Presidente y de esta manera tendrá el respaldo necesario para eliminar a los “viejos y corruptos dirigentes sindicales”,
(No se sabe de dónde sacarán a los nuevos líderes y si los democráticos estarán dispuestos a desaparecer para ceder sus espacios a los favoritos del sexenio).
Ya veremos después de Semana Santa qué deciden los senadores. Porque ahí es en donde se atora todo.
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