Por Jesús Michel Narváez
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la corrupción está definida de la siguiente manera: corrupción es la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones, especialmente las públicas, en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores.
El término «corrupción» suele ser utilizado para referirse a actividades ilícitas o deshonestas dentro de organizaciones públicas estatales. En ese sentido, se cataloga de corrupto a un político que saca provecho personal de los recursos del Estado.
Hasta ahí el texto definitorio de la RAE. Sin embargo, el ciudadano Presidente le encontró otra connotación. Oh, sí. Aunque usted no lo crea.
Frente al reconocimiento del secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú hecho ante senadores de la República, en el NAIM no hubo actos de corrupción.
Jiménez Espriú dijo ante senadores que para la cancelación del NAIM no se tomó como consideración un hecho probable de corrupción o de mal uso de los recursos.
La obra fue cancelada por temas de carácter técnico, por el excesivo costo económico y ambiental. Eso, en resumidas cuentas, expresó el octogenario funcionario a los senadores.
Sin embargo, el ciudadano Presidente desmintió a su secretario y amigo le dijo que sí hubo corrupción.
Se presume, entonces, que en las licitaciones, en el desarrollo de la obra, en los anticipos, en los presupuestos, en las subrogaciones no se cometieron actos que pudieran ser considerados como de corrupción. Entendemos lo que la RAE explica y define como, por ejemplo, la solicitud de porcentajes por un contrato o la autorización que permite elevar los costos estimados en las licitaciones al presentar los dictámenes económicos.
Suponemos que durante meses los auditores de la SCT revisaron con lupa, con telescopio, todas y cada una de las acciones realizadas por casi 4 años. Proyecto ejecutivo, diseño, calidad de la obra, autorizaciones nacionales e internacionales, informes de peritos, pilotos, aerolíneas etcétera.
Y no encontraron nada. Vaya, ni siquiera una cifra o palabra borrada para alterar la original.
Los dineros, pues, fueron utilizados correctamente. Ateniéndonos a la definición de la RAE, todo estuvo dentro de la ley.
Sin embargo, el ciudadano Presidente desmintió a su secretario y amigo le dijo que sí hubo corrupción.
Para el ciudadano Presidente la corrupción existió porque se engañó a la gente con un dictamen, haciendo creer que no se podía operar al mismo tiempo el aeropuerto de la Ciudad de México y el aeropuerto de Santa Lucía. De pasada afirmó: se iban a cerrar dos aeropuertos para construir el de Texcoco, y el actual se iba a urbanizar y se iba a convertir en una especie de Santa Fe. “Era un negocio para unos cuantos”.
Seguramente el ciudadano Presidente hizo el gran descubrimiento al encontrar otra connotación al vocablo corrupción. Son sus palabras.
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